Mucho se ha repetido que Latinoamérica y el Caribe es una de las regiones más biodiversas de todo el planeta. Según el Unep (Programa de la ONU para el Medio Ambiente), el 60 % de la vida terrestre se encuentra allí. Así como diversas especies marinas y de agua dulce, hemos nacido en un continente hermoso que posee paisajes increíbles pero distintos. Para no ir muy lejos, el territorio de Colombia se inicia en un desierto a la orilla de uno de nuestros dos océanos y termina en un pedacito de la Amazonía que es el pulmón del mundo.
Tanta belleza tendría que ser no solo amada, sino protegida por todos los ciudadanos. Pero en la práctica, defender la vida en el lugar del planeta donde esta se manifiesta con más esplendor puede ser visto como un deporte extremo. En Colombia y otras regiones de Latinoamérica, ser activista o líder ambiental es muy peligroso.
Si lo pensamos, el cambio climático es una expresión de la violencia que como especie hemos ejercido contra la naturaleza, y por eso es tan valiosa la labor de quienes desde los territorios cuidan la vida y la biodiversidad.
Mi mensaje es: tengamos esperanza. Pero no una esperanza vacía, sino una esperanza que nos lleve a la acción, mejor aún, una ecoesperanza que nos llene de ganas y de valentía para cambiarlo todo.
Por eso, en este Día de la Tierra, que es una celebración que nos permite celebrar la potente belleza de nuestro planeta, es necesario también exigir nuevamente a los gobiernos de la región que ratifiquen el Acuerdo de Escazú. Este Acuerdo es un instrumento para Latinoamérica y el Caribe que busca dar garantías para aquellos ciudadanos que están poniendo el dedo en la llaga para que no exploten nuestra riqueza natural como si no tuviera fin, sin que esto los ponga en peligro. También busca dar mayores herramientas de participación a los campesinos y ciudadanos de toda Latinoamérica.
Hasta ahora solo han ratificado el Acuerdo de Escazú Argentina, México, Guyana, Uruguay, Bolivia, San Vicente y las Granadinas, Saint Kitts y Nevis, Antigua y Barbuda, Nicaragua, Panamá, Ecuador, Santa Lucía y el último en ratificarlo ha sido Chile, con la reciente llegada del presidente Boric.
En nuestro país, este Acuerdo aún no es ratificado, a pesar de las promesas de hacerlo pronto. Por eso el llamado es: ¡Escazú ahora!
Por otro lado, también quiero hacer un llamado a los jóvenes, niños y niñas de nuestra sociedad a defender la vida y nuestro planeta, pues quienes somos niños no somos los ciudadanos del mañana, como siempre nos han dicho, somos los ciudadanos del ahora.
Nuestra generación ha pasado y pasará por grandes desafíos, como la pandemia y el cambio climático. Sin embargo, mi mensaje es: tengamos esperanza. Pero no una esperanza vacía, sino una esperanza que nos lleve a la acción, mejor aún, una ecoesperanza que nos llene de ganas y de valentía para cambiarlo todo.
Desde esta columna, a la que fui invitado, quiero recordar la necesidad de que sigamos amando este puntico en medio de ese vacío cósmico que es el universo, y la urgencia de que las instituciones hagan su parte y protejan a los colombianos que luchamos de forma legítima por la vida.
FRANCISCO JAVIER VERA
* Activista y miembro del Comité de los Derechos del Niño de la ONU