Un terrier y una pastora forman parte de mi manada. Son dos peludos consentidos que hacen las delicias de mis hijos y son relevantes en mi familia. Quisiera que pudieran explotar su genética, pero ya el curso de la historia recorre otros caminos. No necesito sacar plagas de sus madrigueras ni me urge pastorear animales en el campo. Soy un humano urbano que simplemente acompaña su vida de mascotas.
Pero esos perros, hoy en papel de mascotas, en otros tiempos cumplieron funciones aún más determinantes para la humanidad. Desde el comienzo, esa especie identificada como Canis lupus familiaris, acompañó a los primeros humanos en la soledad de la noche y en la consecución de alimento. Luego se constituyeron en guardianes de sus moradas, familias y rebaños. Poco a poco, con el curso de la historia se fueron especializando de acuerdo con las necesidades de cada época y fue así como se formaron las razas caninas.
Antes de que se inventaran las armas de fuego, los perros fueron definitivos en la faena de la caza. Aun después de que el tronar de los cartuchos gobernara los cotos, spaniels, retrievers, lebreles, setters, pointers, sabuesos, coonhounds y finos continúan siendo infaltables para quienes disfrutan eso de acechar una presa en el monte.
Muchos fueron guardianes de grandes terrenos y estuvieron ligados a la realeza. Otros incluso fueron objeto de adoración, exclusividad de monarcas y orgullo de naciones. Se sabe de dogos que se batieron en la arena contra toros, lobos, osos y leones para divertir a las multitudes hilarantes que pedían sangre sin compasión. Mientras otros, más chicos, resultaron efectivos para alejar roedores y otras plagas de graneros, cosechas y barcos. Los más rápidos y ágiles aún divierten al ciudadano de a pie y estimulan apuestas en varios canódromos del mundo.
Poco a poco, con el curso de la historia se fueron especializando de acuerdo con las necesidades de cada época y fue así como se formaron las razas caninas.
Gracias a enormes mastines ibéricos los conquistadores lograron doblegar a los indígenas americanos, quienes, a su vez, criaban perros como mascotas e incluso como alimento alternativo. Estos enormes perros que llegaron en las carabelas ayudaron a constituir razas como el fila brasilero, usado para controlar a los esclavos en las fazendas.
Pero los perros no solo ayudaron a la conquista de territorios, sino que acompañaron a la independencia y fundación de naciones. Otros incluso conquistaron el espacio para convencer al humano de que allá afuera también había un mundo por descubrir. El mucuchí de Bolívar, los bergers de Jefferson y la tristemente recordada Laika fueron testigos inefables de la historia. Varios líderes mundiales como Washington, Churchill, Putin y la reina Isabel II han caído derretidos a los pies de sus perros.
También se usaron en la guerra como mensajeros entre trincheras y como peones desafiantes. Luego se incorporaron a ejércitos y cuerpos policiales, donde últimamente han reinado los malinois y aún persisten los pastores alemanes. En años más recientes formaron parte de servicios de seguridad privada y policía antinarcóticos y antiexplosivos.
En el campo de la salud humana han sido igualmente útiles. Muchos peludos sirven de apoyo para personas con trastornos sicológicos o metabólicos. Han sido definitivos, igualmente, para el control de epidemias, basta recordar los famosos huskies y malamutes en Nome, Alaska, a comienzos del siglo pasado. Hicieron, además, las veces de centinelas para la identificación del ébola en el África y, en estos tiempos de pandemia, algunos se han entrenado para el diagnóstico temprano del coronavirus. En otros desastres naturales tampoco han abandonado al hombre: muchas personas agradecen haber sido sacadas debajo de escombros gracias a la poderosa nariz de un perro de rescate.
En los últimos años han ayudado a niños a romper el celofán que los aleja de la realidad, a estimular la lectura en la primera infancia y a llenar de coraje a testigos a la hora de declarar ante un juez. Son, además, insustituibles actualmente para algunos pueblos nómadas y para habitantes de la calle en las grandes urbes subdesarrolladas.
Entonces, si nunca han desamparado a la humanidad, ¿qué razón hay para abandonarlos?
GUILLERMO RICO