"El Eln está cometiendo crímenes de guerra", escribió Gustavo Petro en su cuenta de X tras la ola de violencia en el Catatumbo. Una afirmación que no solo describe el accionar de grupos terroristas ligados al narcotráfico, sino que también expone una realidad que ha persistido durante su política de 'paz total'. Acto seguido, anunció una nueva suspensión de los diálogos con el Eln, aunque no con las Farc, y sugirió decretar el estado de conmoción interior.
Sin embargo, este aparente despertar de Petro –mas no de su ministro de Defensa– frente al colapso de la seguridad nacional no puede desvincularse del deterioro que muchos advertimos hace ya dos años. Alertamos sobre el debilitamiento deliberado de la Fuerza Pública –hoy con cien mil efectivos menos– y los riesgos de una estrategia de negociar sin avances con grupos narcoterroristas. Desde su llegada al poder, Petro ha impulsado interminables 'mesas de diálogo', mientras esos grupos criminales fortalecen su control sobre extensas regiones. Como resultado, los cultivos de coca han crecido exponencialmente, llevando a Colombia a superar las 265.000 hectáreas, un récord desolador.
El trágico saldo de la última semana en el Catatumbo –con un centenar de muertos y más de 20.000 desplazados– es un grito de auxilio que exige una respuesta gubernamental contundente. Esta región, además de ser un epicentro del narcotráfico, está estrechamente ligada al régimen venezolano, que ofrece protección y refugio a cabecillas colombianos. En medio de esta crisis, surge una tenue esperanza: que Petro permita a las fuerzas militares y policiales cumplir con su mandato constitucional y restablecer el orden público. Sin embargo, esto no requiere medidas excepcionales ni facultades extraordinarias, sino autoridad.
Declarar el estado de conmoción interior no solo es innecesario, sino también un grave error, especialmente en un año preelectoral. Cuando era opositor, Petro escribió en su cuenta de Twitter: "Tengan la seguridad de que los incendiarios buscan la excusa para decretar la conmoción interior. Quien incendia busca la dictadura". Hoy, parafraseándolo, nos preguntamos: ¿será que Petro incendia para buscar la dictadura? Porque, aunque la situación de orden público es alarmante, no compromete la seguridad del Estado al punto de justificar decisiones tan extremas. Nuestra Fuerza Pública aún tiene la capacidad de enfrentar esta crisis; solo falta la voluntad política de Petro para actuar con determinación.
Recuperar el control de los territorios dominados por el crimen no depende de medidas excepcionales, sino de decisiones políticas firmes.
Es evidente que Petro conoce la magnitud de la crisis desde que inició su mandato. Fingir asombro ante el caos actual y justificar la conmoción interior como solución es una excusa exagerada. La realidad es clara: los militares y policías solo necesitan la orden de su comandante en jefe para actuar. Recuperar el control de los territorios dominados por el crimen no depende de medidas excepcionales, sino de decisiones políticas firmes.
Asimismo, atender la crisis humanitaria de los desplazados no requiere una declaratoria de emergencia económica. Existen mecanismos jurídicos ordinarios para redirigir recursos dentro del presupuesto, y la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) está diseñada para ejecutar estas ayudas. No olvidemos que, cuando billones de pesos fueron saqueados a través de esta entidad, no se necesitaron medidas extraordinarias.
Colombia no atraviesa un estado de conmoción interior, sino una crisis delicada de gobernabilidad. Al observar la permisividad oficial hacia los grupos criminales, resulta inevitable cuestionarse si todo ha sido parte de un plan premeditado. En dos años de diálogos infructuosos, estos grupos se han fortalecido; sus cabecillas se mueven libremente por el país, protegidos por el Gobierno, y, en algunos casos, con permisos oficiales. Ante estos hechos, no sería descabellado pensar que detrás del caos actual se esconde una estrategia perversa.
Lo que el país exige de Gustavo Petro no es más dilación, sino liderazgo responsable, acción decidida y, sobre todo, transparencia. La recuperación del orden no ite excusas ni declaratorias calculadas.