El balance económico del año que termina tiene elementos positivos y negativos. Lo positivo es la reducción de los fuertes desequilibrios en la balanza de pagos y las cuentas fiscales que tenía el país. En el primer caso, el déficit en cuenta corriente se reducirá del 6,2 a menos del 3 % del producto interno bruto, más de lo esperado a comienzos del año. En el segundo caso, el déficit del Gobierno Nacional disminuirá del 5,3 al 4,4 %, pero el del Gobierno general mucho más, del 6,5 al 3,4 %. Un elemento fundamental ha sido la disminución del déficit del Fondo de Estabilización de Precios de Combustibles, aunque todavía falta el ajuste de precio del AM.
La reducción de estos desequilibrios hizo posible que la devaluación del peso y el aumento de las tasas de interés de los bonos del Gobierno (los TES) se revirtieran desde fines de octubre del año pasado y se estabilizaran en niveles similares o más bajos a los de comienzos del Gobierno. Estos logros son esenciales para mantener la buena credibilidad en la economía colombiana y eventualmente recuperar el grado de inversión que se perdió en 2021.
Debe decirse que, aun con estos elementos positivos, hay temas pendientes en estos dos frentes. En el primero es el estancamiento de las exportaciones no tradicionales. En el segundo son las incertidumbres sobre el balance fiscal en los próximos años. En todo caso, es esencial que se respete firmemente la regla fiscal, que es un elemento esencial de la institucionalidad económica del país.
En el terreno intermedio se sitúan los logros en materia de inflación, que ha venido disminuyendo gradualmente desde abril. Aunque la total continúa siendo superior al 10 %, la básica (excluyendo alimentos y precios regulados) es ya del 8,8 %; la de hogares de bajos ingresos, de 9,3 %, y los precios al productor para oferta interna no están aumentando. La inflación seguirá reduciéndose el año entrante, pero el objetivo de alcanzar un 3 % solo se logrará en 2025.
El elemento negativo es la tendencia de la actividad productiva, que tuvo una contracción trimestral del 0,3 % en el tercer trimestre en relación con el año pasado. Ese dato refleja, además, un comportamiento muy diverso de distintos sectores: un crecimiento de la istración pública, la minería, las actividades de entretenimiento y en menor medida de los sectores agropecuario y financiero, pero también una disminución fuerte de la construcción, la industria manufacturera y el comercio.
Durante el último trimestre el país tendrá probablemente un pequeño crecimiento, por lo cual se puede decir que la economía no está en recesión. Además, se espera que haya una pequeña aceleración en 2024, a un ritmo de entre 1,5 y 2 % de acuerdo con diversos analistas. Cabe recordar, en todo caso, que aun con la desaceleración de 2023, la economía colombiana es la que más ha crecido en relación con 2019 (es decir, con el nivel previo a la pandemia) entre todas las de los principales países latinoamericanos.
El mercado laboral sigue mostrando resultados positivos, pero con un rezago ha comenzado a ser afectado por la desaceleración de la economía. En efecto, ajustado por factores estacionales, el empleo se ha reducido un poco más del 2 % en los tres últimos meses y la tasa de desempleo aumentó de 9,4 % en agosto a 9,9 % en octubre. Estas tendencias negativas se harán más evidentes en los próximos meses.
Esto indica que el objetivo central de la política económica del país debe ser la reactivación de la economía. Para ello se requieren cuatro elementos. El primero es iniciar la reducción gradual de las tasas de interés del Banco de la República, un objetivo que ojalá se concrete la semana entrante. El segundo es mejorar la gestión de la inversión pública, especialmente en construcción de vivienda social y de vías. El tercero es adoptar una estrategia para dinamizar las exportaciones no tradicionales. Y el cuarto es respetar firmemente la institucionalidad del país.
JOSÉ ANTONIO OCAMPO