Es un libro dirigido a todas las personas que en Colombia tienen la palabra como materia prima en su actividad cotidiana, que con ella construyen mundos imaginarios, que la utilizan para expresar su visión de la sociedad en que les ha tocado vivir, que la convierten en arma poderosa para denunciar las injusticias sociales y que con ella inventan historias que permanecerán en la memoria colectiva. ¿Por qué digo en el título de esta columna que es un libro que todo escritor debería leer? Simple: porque enseña a mejorar los contenidos literarios, a manejar el lenguaje con pulcritud idiomática, a tener respeto por la sintaxis, a darle uso correcto a la semántica y a dominar las reglas gramaticales. Pero, sobre todo, porque es un agradable paseo por las grandes obras de la literatura universal.
El libro se titula ‘El universo de la creación literaria’. Su autor es Isaías Peña Gutiérrez, un hombre nacido en la población de Saladoblanco, departamento del Huila, que ha dedicado su vida a formar escritores. El primer paso para hacerlo lo dio hace cuarenta y dos años, cuando creó en la Universidad Central, de Bogotá, el primer Taller de Escritores que hubo en Colombia. Experiencia pedagógica que rápido se extendió a otros centros de enseñanza superior y, con el tiempo, se consolidó con la apertura en esa universidad de una especialización en creación narrativa y, posteriormente, un pregrado y una maestría en creación literaria. Abogado de la Universidad Externado de Colombia, su pasión por la palabra le hizo alejarse de códigos e incisos para dedicarse de tiempo completo a la literatura.
‘El universo de la creación literaria’ es un texto que debe convertirse en libro de cabecera de cuanta persona en Colombia quiera escribir cosas que, por su perfecta arquitectura en la construcción de la oración, causen impacto en el lector. Es que Isaías Peña Gutiérrez ha dejado en estas páginas el fruto de una vida dedicada a la investigación no solo de nuestra literatura, sino de todas las corrientes estilísticas que en este campo del arte se han dado en el mundo. Así como habla con autoridad de ‘El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha’, de Miguel de Cervantes Saavedra, lo hace sobre escritores de provincia en quienes ha descubierto talento literario y, desde luego, capacidad imaginativa para estructurar personajes que toman vida en un cuento o en una novela.
Para escribir bien se requiere formación intelectual, además de conocimiento del arte literario. Las buenas lecturas, esas que abren ventanas para mejorar el estilo, nos ayudan a perfeccionar el manejo del idioma. ‘El universo de la creación literaria’, de Isaías Peña Gutiérrez, es uno de esos libros que se deben leer si se quiere manejar la palabra con maestría. Y, sobre todo, si se quiere aprender a utilizar con eficacia los signos de puntuación, saber dónde se puede insertar en un texto una interjección, en qué parte produce brillo literario una apertura vocativa, cómo se usa una conjunción o en qué momento un signo de exclamación o uno de interrogación le proporciona a la prosa fuerza expresiva. En estos puntos, el autor recomienda leer a Antón Chejov y, también, a Guy de Mauant.
Isaías Peña Gutiérrez es lo que se llama un verdadero maestro. Con su sapiencia literaria, con su preocupación por enseñar a escribir bien, con su conocimiento de lo que es la morfosintaxis y de cómo en una frase es indispensable manejar con acierto el sujeto, el verbo y el predicado, abre horizontes a quienes trabajan con la palabra para alcanzar no solo densidad argumental, sino también para que lo que se escribe alcance permanencia en el tiempo. Como lo dice en el prólogo, en ‘El universo de la creación literaria’ explora “el proceso múltiple y complejo que significa crear un texto narrativo”. Es más: explica las técnicas narrativas, las normas gramaticales, el uso correcto del gerundio, lo feo del dequeísmo y cómo se puede evitar caer en el que galicado.
Alguien que quiera ser escritor alcanza la perfección literaria no solo leyendo mucho, sino poniéndole cuidado a la construcción de las frases, al manejo apropiado de las interjecciones, al cuidado en la puntuación, a la perfección semántica de la prosa y, lo más importante, a mantener el ritmo narrativo. Peña Gutiérrez es explícito cuando dice que la voz del narrador debe tener “un tono, un ritmo, un timbre, una melodía, una armonía”. El libro, desde luego, es importante tanto para quienes escriben ficción como para quienes abordan la realidad social a través de la literatura. Les enseña cómo se logra la descripción física de los personajes, cuáles son las costuras en el estilo literario, por qué el lenguaje debe tener cadencia poética y cuándo se pueden utilizar el paréntesis o el corchete.
Una recomendación para quienes, valiéndose de la palabra, intentan crear mundos ficcionales: si quieren alcanzar un completo dominio del lenguaje narrativo y un uso perfecto de todas las herramientas que brinda el idioma, lean ‘El universo de la creación literaria’. Aquí están consignadas las claves para escribir frases que tengan sentido estético. Para enseñarlo, Isaías Peña Gutiérrez leyó autores como Fedor Dostowieski, Tomas Man, Gustav Flaubert, Ernest Hemigway, Edgar Allan Poe, William Faulkner, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, entre otros. En esas lecturas descubrió cómo se crea un personaje. Al respecto afirma: “Su voz, su manera de ser, su educación, su ideología, sus creencias religiosas, sus limitaciones, deben estar presentes en el escritor en el momento de crearlos”.
Desde la década de los ochenta, cuando escribía en ‘Lecturas Dominicales’, de este diario, una columna que llevaba por título “Arca”, Isaías Peña Gutiérrez se preocupaba por visibilizar a los escritores colombianos, por ponerlos en el tablero de las letras latinoamericanas. Lo hacía con el convencimiento de que solo hablando de ellos era posible que sus libros hicieran presencia en los estantes de las librerías. Muchos autores que apenas se atrevían a publicar sus obras encontraron en su mirada crítica un estímulo para continuar escribiendo. Así como hacía mención a los autores del Boom, hablaba sobre quienes publicaban su primer libro. En ese tiempo compartía página con uno de sus grandes amigos, Ignacio Ramírez, que escribía entonces una columna llamada Literalúdica.
JOSÉ MIGUEL ALZATE