Me rindo. Las instituciones que deberían brindar a los ciudadanos tranquilidad y confianza frente a los resultados electorales no lo han hecho y llegamos llenos de nubarrones a las elecciones que deben celebrarse el domingo, sin que se pueda siquiera dar lugar a la idea delirante de mover la fecha.
De nada valieron todas las voces que se levantaron para señalar las dudas, reclamar soluciones, exigir claridades y urgir correctivos.
Las propuestas referidas a mantener convocada 24/7 la comisión de garantías electorales fueron desatendidas, mientras, vaya paradoja, el Registrador salía a los medios a implorar públicamente que las campañas le manden la lista de testigos electorales que hasta ahora casi generalizadamente brillan por su ausencia.
El ideal es que cada campaña tenga un testigo en cada una de las mesas instaladas para detectar errores y fraudes en los preconteos, en el diligenciamiento de las actas, en la transmisión de los datos y en la manipulación de los tarjetones. Y que los tengan también ante las comisiones de escrutinio.
La vergüenza democrática que ocurrió en marzo por causa de la discrepancia inédita entre los preconteos y los votos depositados no fue detectada ni por la Registraduría ni por los órganos de control. Fue detectada por la campaña de Petro, que disponía de información confiable de sus propios testigos.
Y lo que siguió es una opereta. Era imposible que solo le faltaran votos a la Colombia Humana. A los otros también les faltaban, pero no fueron capaces de detectarlo por falta de testigos. Estaban a ciegas. Y luego el Registrador dijo que no faltaba medio millón de votos, sino un millón. Horror de horrores.
Y ahí quedó la cosa, sin que sepamos a estas alturas cómo estará integrado el próximo Senado y sin saber, ‘ad portas’ de primera vuelta, cuantos votos y a quiénes se les escurrieron en los preconteos.
Para no andar con rodeos. Yo sí creo que hay gente interesada en robarse las elecciones desde distintas toldas. Yo sí creo que llegamos sin confianza a la jornada electoral y que han manejado esto con las patas.
Pero también creo que el antídoto está en los testigos electorales, entrenados y con sus celulares en mano desde las 4 de la tarde en cada puesto electoral para tomar fotos, videos y transmitir datos e información de manera que se puedan activar todos los mecanismos de protección de la voluntad popular que se habían dispuesto desde la registraduría de Juan Carlos Galindo.
Si hay ojos puestos de todas las campañas en la información de primera mano de todas las mesas, no se pueden robar las elecciones. Y es preferible una actividad intensa en las mesas por denuncias puntuales ‘in situ’ que un desconocimiento posterior de resultados electorales que podría minar la legitimidad del próximo gobierno y alimentar un estallido vandálico de incalculables proporciones.
Para las campañas pequeñas esta es una tarea imposible, pero las campañas de Petro, Fico, Rodolfo y Fajardo tienen la capacidad de poner un testigo en cada mesa electoral. Es cuestión de gerencia electoral.
A Petro le interesa, pues sus cercanos dicen que está cerca de ganar en primera vuelta, aunque las encuestas digan otra cosa. A Fico le interesa que haya segunda vuelta y asegurar su cupo. A Rodolfo, que va creciendo vertiginosamente al galope del caballo de la anticorrupción, le interesa, si lo gana a voto limpio, cuidar su cupo a segunda vuelta en los conteos y escrutinios, y a Fajardo le interesa cuidar sus votos y asegurar el umbral de la reposición.
En Colombia nos estamos jugando el pellejo el próximo domingo y estamos en manos de un sistema que no logró construir confianza.
La solución nos toca construirla a los ciudadanos con una doble acción. Votar limpiamente y con responsabilidad y aportar millones de ojos vigilantes para que salvaguarden la verdad electoral en las cavernas del fraude.
JUAN LOZANO