El poder cambia a las personas. Y saca a relucir lo más profundo que se esconde en el corazón de la gente: ambiciones, pasiones, obsesiones, deseos ocultos, instintos salvajes y todo lo que de animal rapaz hay en nuestra especie. Poder que transforma espíritus libres en sirvientes plumíferos, servidores de masas en aduladores de castas, líderes sociales en anfitriones de la realeza británica.
En medio de la grave crisis humanitaria que se vivió esta semana en seis municipios del Chocó por el paro armado del Eln, la máxima representante de los afrocolombianos y encargada de velar por los derechos de las minorías en el país —la vicepresidenta y ministra de Igualdad, Francia Márquez— no tuvo tiempo de llamar a la gobernadora del Chocó a preguntar por el paro, la falta de alimentos, la ausencia de médicos, los bebés muertos y los 50.000 confinados.
¿Qué sentirán esas mujeres del San Juan, en medio del hambre y de la muerte de niños, al ver a Francia Márquez vestida de gala y codeándose con la realeza británica? ¿Qué sentirán esas 85 comunidades que no reciben alimentos del Gobierno, pero que observan a la ministra de Igualdad sentarse a manteles con los duques de Sussex y llevarlos a banquetes, bailes y conciertos?
¿Qué sentirán los miles de afrocolombianos e indígenas de Nóvita, Istmina, Medio San Juan, Sipí y Litoral de San Juan al saber que Francia Márquez sí está viviendo sabroso mientras ellos siguen sumidos en el más profundo terror y miseria? ¿Sabrán que a Colombia le costó 8.000 millones de pesos la venida de la pareja real al país, según el diario británico ‘The Sun’?
¿Qué sentirán esas 85 comunidades que no reciben alimentos del Gobierno, pero que observan a la ministra de Igualdad sentarse a manteles con los duques de Sussex y llevarlos a banquetes, bailes y conciertos?
Ocho mil millones para venir a hablar de ciberacoso y violencia en redes sociales, cuando para los chocoanos el acoso es real y no cibernético, la violencia se siente en carne y hueso, el desplazamiento es forzado y no autoimpuesto, el sufrimiento es real por la confrontación y disputa territorial del Eln con el ‘clan del Golfo’. La violencia que padecen las familias asentadas en las cuencas de los ríos Taparal, Cajón, San Juan y en inmediaciones de la carretera Nóvita-Torrá es mil veces peor que la violencia en Twitter o Tik-Tok.
Los duques de Sussex contaron con un séquito de escoltas, soldados, policía, seguridad privada, 14 vehículos y ambulancia 24 horas. Y se hospedaron en hoteles cinco estrellas, comieron comida de la buena, bailaron en Cartagena a la luz de las estrellas y caminaron por las calles colombianas con joyas avaluadas en 38.000 libras esterlinas, incluyendo un reloj Tank Francaise, una pulsera de diamantes Lorraine Schwartz y un collar con oro y diamantes Cartier.
¿Todo ese derroche para autocumplirse el sueño de conocer a una pareja real que la Vicepresidenta conoció por una serie de Netflix? El príncipe Harry y su esposa, Meghan, dos autoexiliados de la familia real británica que viven en California, donde tienen residencia fiscal, casa en la playa y un nuevo círculo de amigos que incluye actores, directores de cine y fotógrafos. Pareja a la que Netflix pagó 100 millones de dólares por una serie de seis capítulos de una hora, según la revista ‘Forbes’.
¿Acaso Francia Márquez no prometió gobernar para los nadies? ¿Qué hace entonces invitando a príncipes azules y princesas rescatadas de cuentos de hadas, a quienes conoció por una serie de televisión, mientras se olvida de las comunidades de afrocolombianos e indígenas que están en la miseria y acorraladas por un paro armado del Eln en el Chocó?
Frivolidad que solo es capaz de sacar a flote el poder; temible fuerza capaz de exponer toda miseria y debilidad del alma humana, energía que altera conciencias y que transforma a estupendas lideresas sociales del Cauca en frívolas anfitrionas de la realeza británica.
PAOLA OCHOA
En X: @PaolaOchoaAmaya