Para celebrar los cien años de existencia de La vorágine, novela cumbre de la literatura colombiana del escritor José Eustasio Rivera, artistas nacionales e internacionales la han dado a conocer también a través de excelentes adaptaciones teatrales y musicales. Así lo hizo Mapa Teatro, en octubre de 2024, bajo la dirección de Rolf Abderhalden, con una sensible propuesta escénica que dejó huella, llamada La vorágine más allá.
Hace unos días el Teatro Colón de Bogotá, en coproducción con la Compañía Estable, la presentó en versión de ópera. Un estreno mundial del compositor brasilero João Guilherme Ripper, con dirección musical de Luiz Fernando Malherio, y escénica de Pedro Salazar. Una destacada interpretación lírica que enriquece el universo de la ópera contemporánea. Un encuentro sinfónico con la literatura y la poesía, que relata las condiciones de explotación y abuso durante el período de la industria cauchera y las luchas de una población por la sobrevivencia.
Revivir la novela de Rivera, un siglo después de publicada por primera vez, además de acentuar el interés literario, pone en evidencia que no se trata de una simple memoria histórica, sino que las pesadillas pasionales de la violencia, la corrupción, la avaricia, la miseria, la prostitución y la delincuencia siguen presentes.
Fascinante para la audiencia fue dejarse llevar no solo por la música, sino también por la propuesta visual del arquitecto escenógrafo Julián Hoyos, cada vez más original y creativo. Apoyados en la fuerza tecnológica de la videografía, junto con Pablo Castillo, nos mostraron parajes caucheros con árboles de todos los tamaños, aborígenes que nos observan desde los ramajes más altos, briosos caballos salvajes que atraviesan el escenario, y el imbatible paso del tiempo, gracias a los contrastes entre amaneceres y atardeceres.
Doce talentosos artistas líricos representaron, con sus complejos recitativos cantados, a los personajes que argumentan la obra.
Doce talentosos artistas líricos representaron, con sus complejos recitativos cantados, a los personajes que argumentan la obra. Destacadas por sus colores de voz, Eliana Piedrahíta, Sara Bermúdez, Ana Mora y Zoar Véliz. Inolvidables las voces de Valeriano Lanchas, César Gutiérrez, Andrés Agudelo y Juan David González. El atormentado poeta Arturo Cova, “cuyo corazón es una roca cubierta de musgo”, encarnado por el barítono brasilero Homero Velho, entusiasma con su voz media y su presencia escénica.
Pedro Salazar se reafirma con versatilidad y maestría al dirigir la escena en esta nada fácil producción que requiere relaciones creíbles y contrastadas entre los personajes. Apoyó a cada quien de manera incuestionable y de cada uno logró una buena actuación.
El nuevo Coro Nacional de Colombia representó a la comunidad afectada. Actuación, musicalidad y dicción impecables. Van por buen camino artístico.
Pero la protagonista absoluta de esta ópera, compuesta en tres actos, es la ardua selva del Amazonas, interpretada de manera impecable por la Orquesta Nueva Filarmonía. Su compositor y libretista, J. G. Ripper, escudriñó el espíritu literario de Rivera para destacar, como lo hizo el escritor, la superioridad de la naturaleza sobre el hombre, reflejada en una sonoridad sinfónica envolvente.
Se nos mantuvo en vilo desde el memorable inicio cantado por Arturo Cova, que por ser tan conocido ha debido ser más bien dicho sobre los acordes y melodías orquestales: "Antes de que me hubiera apasionado por mujer alguna jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia". El cierre de la ópera se mueve entre un piano súbito y un fortísimo y nos deja, tal cual la novela, llenos de suspenso sobre la suerte final de los aventureros. "No hay rastro de ellos, ¡la selva los devoró!".