En Colombia ya se hizo un proceso ciudadano muy parecido al de las asambleas ciudadanas por el clima de Europa. Por estos días se evalúa el primer año de las asambleas europeas. Van bien. En Francia, muchas de las 149 propuestas presentadas por los ciudadanos se incluyeron en la ley de resiliencia climática. En Irlanda, otro tanto: las recomendaciones están en la ley de acción climática; en Escocia el proceso es más interesante. El Gobierno declaró que lo propuesto tendría “un profundo impacto”, típica declaración que, por supuesto, no satisfizo a los asambleístas. Escribieron una ‘Declaración de respuesta’. El mundo ensaya un mecanismo inédito de diálogo vinculante sobre la crisis climática. Se trata de que la ciudadanía sea efectivamente escuchada y de que sus propuestas se conviertan en acciones. Por eso el tira y afloje que hoy se vive en España es esperanzador. Allí proponen un pacto de Estado: 200 propuestas que incluyen aspectos audaces como la participación directa de los ciudadanos en la transición energética, educación (una asignatura obligatoria) sobre la crisis climática, fin de las macrogranjas, peatonalización del centro de las ciudades, sensibilización sobre decrecimiento y regulación de la publicidad que estimula el consumo. Lo más novedoso de estos ejercicios ciudadanos es que se reemplaza la democracia representativa por formas de democracia directa, y los de las asambleas son elegidos al azar. Lo que se empezó en Colombia en 2011 iba por esa misma dirección, aunque sin elección azarosa. Puede retomarse y mejorarse.
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Alegría)
Hay una ‘Guía metodológica’ (Ministerio de Ambiente, 2012) bajo el criterio de adaptación basada en comunidades. Se partió de un proyecto denominado SKIP (KLN, otros, 2011), que luego fue piloteado por el Ministerio en San José del Guaviare, Cauca, La Mojana y La Guajira. Participaron numerosas organizaciones que luego confluyeron en el Diálogo de Talanoa (2018) con la presencia de campesinos, indígenas, empresarios y universidades.
A los ciudadanos, provenientes de todos los sectores, se los invitaba a reconocer sus territorios, identificar los riesgos y sugerir acciones climáticas de adaptación, mitigación y educación. Este ejercicio, repito, bien puede ser la base de nuestras asambleas ciudadanas por el clima en 2023. Una respuesta necesaria al fracaso del esquema de gobernanza ONU, demostrado en las dos COP de 2022.
MANUEL GUZMÁN HENNESSEY