Spielberg rememora una afición juvenil

Es… la más personal y reciente película del director, productor ejecutivo y empresario, rey por cinco décadas del sistema multinacional y de entretenimiento instaurado por Hollywood. Con 7 nominaciones al premio Óscar: mejor película del año (Amblin), dirección y guion coescrito con Tony Kushner, música del infaltable compositor orquestal John Williams, decorados (en Arizona), actriz principal (Michelle Williams) y actor de reparto (el tío Boris). Su álter ego: el jovencito Sammy Fabelman, fascinado con la proyección en pantalla de un choque ferroviario y el regalo de una cámara Súper 8 que testimoniarán su vocación como cineasta de talla histórica.

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The Fabelmans (2022) se anuncia como “un canto de amor al cine”, que recrea y rememora en imágenes la niñez y adolescencia en las entrañas de una acomodada familia judía americana años 50 y 60. No es una película autobiográfica, pero sí la evocación de quien acariciaba el sueño de revivir situaciones y escenas particulares de sus primerizas ocurrencias como cineasta intuitivo apoyado en fotografías y filmaciones caseras, primero en el formato Súper 8 (aficionado) y posteriormente en 16mm. (semiprofesional).

Su padre, ingeniero eléctrico y de sistemas, empleado de una multinacional, trasladado desde Nueva Jersey a Ohio y los estados de Arizona y California. Sammy Spielberg (digo Fabelman) arranca su periplo profesional desde aquel momento en que su mamá se percata de la fascinación ejercida por ‘El espectáculo más grande del mundo’ (Cecil B. DeMille, 1952), particularmente en la secuencia de vagones del ferrocarril chocado con elefantes y caballos amaestrados del atractivo circo. Precoz niño, reproduce y edita en casa la colisión de trenes de juguete, a escala, con la cámara Kodak regalada por sus papás.

Porque ‘Los Fabelman’ es el cumplido y respetuoso homenaje familiar de Spielberg, a sus 75 años, centrado en la observación y captación de pequeños detalles o curiosidades del entorno; siempre en busca de narrar ilusiones, verdades o recuerdos, con rollos de película en soporte celuloide y consolas de edición que finalmente sorprenderán al círculo familiar, vecinos y compañeritos antisemitas de una escuela exclusiva de blancos protestantes californianos.

Memorable escena, antológica: en modesta oficina decorada con afiches y estatuillas, la visita estudiantil en Los Ángeles al primer gran director irlandés-americano John Ford –lo dice Spielberg–, con parche negro y humareda de tabaco, perversamente reencarnado por David Lynch al darle una lección del horizonte recreativo que debe dominar el cuadro de la pantalla. Pero será la calidez de Michelle Williams, rol adorable de madre comprensiva y liberal, quien podría arrebatarle la estatuilla dorada a la fuerza expresiva de Blanchett y la divina imitación de M.M. por la cubana De Armas. Lástima el alargue… de los últimos 50 minutos: rechazo e incomodidades en una escuela playera, con engaños adolescentes filmados alrededor del toque revanchista high school promoción 1964.

RASGOS BIOGRÁFICOS. La lista de Schindler (1993): escenarios de guerra que configuran las situaciones patéticas del gueto de Cracovia, falsa fachada de esmaltados militares a cargo del industrial nazi Oskar Schindler, campo de trabajos forzados y sombras funestas de Auschwitz. Lo dramático parte de un personaje noble pero distante, quien supo resolver sus contradicciones morales y luchar contra la cruel política bautizada como ‘solución final’. El b./n. traducido en siluetas contrastadas y claroscuros, para significar los horrores de un pasado inextinguible, y el tenue color centrado en las llamas conmemorativas del reencuentro documental de algunos sobrevivientes ante su tumba. “Thank you, Mr. Schindler, por haber salvado tantas vidas” –Spielberg al recibir el Óscar–.

Salvar al soldado Ryan (1998): rescate heroico del único sobreviviente de una familia de cuatro hermanos, tras el panorama bélico de matices espectaculares y la sangre que tiñe los campos de batalla, maestría sinfónica del compositor John Williams y factura cinematográfica de Janusz Kaminski. Lincoln (2012): reconstrucción histórica de los tres meses que precedieron al magnicidio de abril de 1865, temática parlamentaria en torno a la enmienda del abolicionismo e interpretación de Daniel Day-Lewis que le valió un segundo Óscar.

CIENCIA FICCIÓN. E.T. (1992): o físico de chiquillos con un tierno alienígena; solidaridad y amor al prójimo, aunque venga del más arriba. Encuentros cercanos del tercer tipo (1997): testigos de un aterrizaje histórico, quienes fueron rozados por extraterrestres que descargaron su lenguaje musical. Guerra de los mundos (2005): versión terrorífica y apocalíptica de sello ingenuo, pero prodigioso el manejo de masas.

AVENTURAS. Tiburón (1975): tratamiento del miedo marino que estremeció a medio mundo, con un enemigo oculto e implacable al acecho. Los cazadores del arca perdida (1981): secuelas o precuelas de “aventuras arqueológicas”.

HISTÓRICO. 1941 (1984): comedia disparatada alrededor de la histeria colectiva de Pearl Harbor sobre ciudades californianas. El imperio del sol (1987): novelesca visión de un chico inglés que conoce la opulencia en China y el azote como prisionero de guerra. El color púrpura (1995): sentimientos contenidos o interiorizados por mujeres negras sureñas en el marco de una epopeya familiar. Amistad (1997): barcos negreros de traficantes ibéricos transcontinentales, siniestra misión en las Antillas y abastecimiento de los Estados esclavistas. Múnich (2005): aquello que pudo haber pasado en el atentado criminal palestino contra deportistas israelíes en plenas olimpiadas.

MAURICIO LAURENS