El lunes pasado murió la mexicana Francisca Viveros Barradas. Su nombre a secas no dice mucho, pero si les platico que se trata de Paquita la del Barrio, pos sí. Y órale, que se volvió a poner de moda su canción estrella, Rata de dos patas, fíjense no más.
Fue una artista hecha a pulso, con coraje y valentía. Pueda que algunas de sus letras tengan adjetivos muy descalificativos, pero si feministas hay, Paquita la del Barrio y la de México tiene que estar en primera fila.
Porque muchas canciones, a lo largo de la historia han tenido tonos muy machistas, le han cantado al engaño, siempre de parte de ellas. Pues Paquita no se quedó chiquita y, a lo mero mero, cantó con coraje, estoica y dolida, contra esa vieja cultura, contra la traición del hombre. Y dijo que "lo único que deben hacer las mujeres es quererse". Es decir, valorarse. Pos sí.
Claro, ella misma andaba con el alma rota. Después de años de casada y de tener dos hijos con su primer marido descubrió que él, como cualquier político, jugaba al transfuguismo, pues era casado y tenía otro hogar. "Te odio y te desprecio y ahí nos vemos", le dijo.
También cantó Las mujeres mandan, Hombres malvados y muchas más, pero Rata de dos patas la hizo famosa. Y esta semana se ha entonado "animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho, maldita sabandija, cuánto daño me has hechoooo".
Con Paquita en su tumba, pienso en la situación nacional, en la separación de cobijas políticas, en los destapes de odios y traiciones, donde también puede sonar "tres veces te engañé, la primera por coraje, la segunda por capricho, la tercera por placer". O, mejor, por el poder. Porque hoy, cuando los valores son solo los monetarios, la traición no es únicamente en el amor.
Son más que bichos rastreros los que han matado decenas de personas en el Catatumbo, han desplazado a más de 60.000 campesinos y tienen a miles en confinamiento.
Le da a uno curiosidad y hasta algo de risa pensar en quién le cantará a quién desde los balcones del poder "Rata de dos patas, animal rastrero". Pero también da rabia y miedo que, mientras arriba se tratan de "maldita sabandija", haya verdaderas "ratas de dos patas, escorias de la vida" que se toman el país y atacan a los colombianos en forma miserable. ¿Qué tal lo de Cúcuta este jueves?
Son más que bichos rastreros los que han matado decenas de personas en el Catatumbo, han desplazado a más de 60.000 campesinos y tienen a miles en confinamiento. Son más que "culebras ponzoñosas" los que, según se informa, llevan a los campamentos guerrilleros a mujeres y niñas para someterlas a violencia y a la esclavitud sexual en la peor humillación. Hay más de 60 denuncias de mujeres valientes, que contaron que deben ir los fines de semana a esos campamentos donde son violadas por 40 o más hombres y que deben permanecer desnudas y atadas, casi sin comida.
Y qué decir de la situación en Cauca y en Chocó, cundidos de bichos rastreros. Supe que hay sanguijuelas, por ejemplo, en pueblos del Tolima, que carnetizan a la gente y cobran hasta por vender un marrano. Como dicen los jóvenes, "muy cerdos".
Por eso, polémica aparte, el nuevo ministro de Defensa, Pedro Sánchez, que hace bien en llamar a la unidad dentro de la cúpula militar, tiene la tarea de limpiar hasta donde más se pueda este país de tanto bicho rastrero, cambiar ese "espectro del infierno" que viven muchas zonas. Él, con la experiencia necesaria en la lucha por aire y tierra, que encabezó el rescate de los niños en las selvas de Guaviare, no debe olvidar que hay muchos otros menores que llevan más de 40 días rodeados de culebras ponzoñosas, de malditas sabandijas que los someten a violencia sexual, a trabajos forzados, que los entrenan para matar.
Las Fuerzas Armadas, por encima de la política, deben mostrar unidad en agua, cielo y tierra. Se necesitan operaciones conjuntas. Así que, general, o señor ministro, salve usted la patria.