A pocos días de iniciarse una nueva legislatura, crece la preocupación por los desaciertos en narrativas, decisiones y formas adoptadas por el Gobierno Nacional que impactan negativamente en el bienestar de las familias. La polarización que ha dejado la violencia ha impedido que se haga efectiva la Constitución colombiana de 1991, no obstante ser el resultado de un proceso democrático que logró comprimir expresiones ideológicas contrarias y, que dejó en el centro a los derechos.
Algunos dirigentes políticos han convocado una coalición mayoritaria de oposición a las reformas que el Gobierno presente desde la soledad ideológica radical que adoptó, y para empezar a gestar acuerdos que permitan construir propuestas que vayan marcando liderazgo para las elecciones presidenciales del 2026. Sin embargo, por ahora la prioridad es el proceso de elecciones territoriales del próximo 29 de octubre, en las que se requiere fortalecer candidaturas que se sacudan de la corrupción y la politiquería, y permitan un compromiso directo con las personas humanas.
Las políticas departamentales, municipales y distritales deben orientarse a fomentar emprendimientos e inversiones empresariales que abran oportunidades de trabajo formal y de generación de ingresos a las familias, tema que va directamente relacionado con la pobreza. Deben ser de construcción colectiva programas de alimentación, educación, a internet, integralidad en el uso del tiempo con actividades culturales y deportivas, la inversión correcta en programas de prevención para mantener buena salud física y mental, la protección de los animales y de los ecosistemas, así como un compromiso definitivo con la seguridad integral que acerque a la Fuerza Pública y a la justicia con comunidades, empresarios y organizaciones sociales para convocar solidaridad, y la definición de infraestructura necesaria para la productividad. Colombia lo probó en la pandemia y en los meses que le siguieron, lo que permitió impactar favorablemente sobre la pobreza y el crecimiento económico.
Las propuestas nacionales se construyen con generosidad, con respeto por la pluralidad, por la igualdad entre hombres y mujeres, con decisión de empresarios y dirigentes políticos
Para lograr una ruta de liderazgo nacional que acierte en la construcción de las reformas que se necesitan, se requiere que las personas en las regiones perciban a sus gobernantes territoriales como líderes que sirven de manera eficaz y transparente y, que hacen parte de un engranaje institucional que permitirá mantener la democracia y elegir a un presidente o presidenta –como lo pidió monseñor Rueda– que presente un proyecto distinto de país.
No es con la división interna en las colectividades ni con la disputa insana, llena de egos, como se construye esa propuesta nacional. Es con generosidad, con respeto por la pluralidad, por la igualdad entre hombres y mujeres, con decisión de empresarios y dirigentes políticos y con inclusión de minorías y de organizaciones sociales, religiosas, sindicales, ambientales, animalistas, y que haya claridad: puede ser una mujer o un hombre, pero que sienta, que ame la nación y se comprometa a construir entre todos una nueva era para Colombia, con oportunidades efectivas para una mejor calidad de vida.
Como estoy convencida de que son tiempos en los que todos debemos aportar, y que la experiencia, el conocimiento del país y de la actividad pública se deben poner al servicio de los demás, he tomado la decisión de aceptar la candidatura a la gobernación de Cundinamarca, que me ha sido ofrecida por el Centro Democrático, a efectos de construir un proyecto regional amplio, conectado con ese sentir nacional que exige que quienes ejercemos liderazgo político salgamos a defender la democracia, las libertades y la integridad de las personas y de la naturaleza. Por ello me despido, con profunda tristeza, de quienes me leyeron en el impreso, o de manera virtual, durante los últimos 15 meses, sin dejar de agradecer a este diario por la acogida a mis escritos.
NANCY PATRICIA GUTIÉRREZ