Para los mortales de la llanura, la milhoja, creación sa, es una especie de palimpsesto de capas de hojaldre horneadas con crema pastelera que les daña el semestre a los diabéticos.
Una de las principales consumidoras de milhojas era la reina Isabel II. La exclusiva pastelería Cavalletti, de Roma, le enviaba a diario su dosis personal. Claro que el pecado mortal que consumía la reina es una torta de chocolate y crema chantilly por pisos.
La noticia de que la pastelería tiembla económicamente por la muerte de su encopetada clienta, la suministró, urbi et orbi, el famoso jardinero italiano Giulio de Fiore. “Este dulce era el preferido de la reina y cada día, a las tres de la mañana, se horneaban y se enviaban por avión privado quince porciones de milhojas para acallar los deseos reales”, reportó.
Juro por el gato de la vecina que no estoy lagarteando que me envíen una prueba gratis de las dichosas milhojas que el médico me tiene prohibidas. Aclarado el punto, sin costo alguno, les sugiero a los dueños lanzar una ofensiva que permita convencer al temperamental rey Carlos III de que mantenga el ritual. Si el monarca dice no, “God save” las milhojas. No solo al rey.
Deben explicarle que endulzando su monarquía –más arcaica que un periódico de ayer– desaparecerá su irascibilidad que lo puede llevar a enojarse si sueña que el Big Ben se retrasará un segundo en 200 años. Ya se enfureció al ensuciarse las manos con tinta roja. Lo vio la voyerista aldea global a través de las redes.
En tiempos del presidente Guillermo León Valencia se dio un caso parecido con los buñuelos del tamaño de una mandarina que preparaba en Navidad una matrona paisa, doña Pina Gómez de Mesa.
Valencia supo de esos buñuelos por doña Martha Henao, esposa de su edecán de confianza, el mayor López Méndez. Aquí que no pecó, pensó el Hidalgo de Paletará, y ordenó el envío de un avión de la FAC para que recogiera en Medellín 48 buñuelos de doña Pina.
En diciembre, a los niños también nos mandaban con buñuelos y natilla donde los vecinos. Había que entregar esas delicias con esta retahíla: que mi mamá, que muchas saludes, que aquí le manda, que qué tal todos y que, por favor, que le devuelva la bandejita.
ÓSCAR DOMÍNGUEZ GIRALDO