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El presidente y la profesión militar

El nuevo presidente de la República debe retomar la senda de la transformación institucional.

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En el libro ‘El soldado y el Estado’, escrito por Samuel P. Huntington, se afirma que el origen de la profesión militar se produjo en Prusia el 6 de agosto de 1808, con la emisión de un decreto mediante el cual el Gobierno fijaba las normas básicas del profesionalismo con inequívoca claridad: “El único título para un grado militar será, en tiempo de paz, la educación y el conocimiento profesional, y en tiempo de guerra, el valor distinguido y la percepción. Para toda la nación, por lo tanto, todos los individuos que posean estas cualidades son elegibles para los cargos militares más elevados.”
(También le puede interesar: La tradición civilista del Ejército moderno)
Fueron las reformas de los líderes prusianos como Scharnhorst, Molke, Gneisenau y Clausewitz, después de la derrota en la batalla de Jena en 1806, a manos de Napoleón, quienes marcaron el inicio de la profesión militar en Occidente. De ahí la importancia de que, en la primera reforma militar colombiana en 1907, el ejército chileno formado en la doctrina militar prusiana nos legara los fundamentos profesionales para constituir el primer ejército nacional moderno. El sello prusiano de la fuerza terrestre de la nación fue complementado durante el transcurso del siglo XX con la doctrina militar norteamericana, después de nuestra participación en la guerra de Corea de 1951 al 1954.
Hoy tenemos un lenguaje profesional común (doctrina militar) propio, moderno, amigable y ecléctico, además estandarizado, pues somos socios globales de la Otán y ahora Colombia tiene un nuevo estatus como aliado estratégico no Otán de los EE. UU., lo que demanda unas FF. MM. más profesionales, es decir, más doctrinales, mejor entrenadas y equipadas, facilitando la interoperabilidad en ámbitos multinacionales y conjuntos, para así enfrentar las amenazas antrópicas internas y externas, y también las no antrópicas, como los desastres naturales.
El presidente de Colombia debe entender que la doctrina militar es un asunto profesional, propio de la institución castrense, que nada tiene que ver con la denominada ‘Doctrina de la seguridad nacional y del enemigo interno’, un concepto político de la Guerra Fría que buscaba evitar la expansión del comunismo en el mundo, llegando a ser el eje central de la política exterior de los EE. UU. en su confrontación con la Unión Soviética.
Asuntos como la ley de seguridad y defensa, que no tiene el país, y el legítimo y humano derecho al voto militar, se deben revisar y priorizar.
El mundo cambió hace décadas, muy a pesar del largo conflicto armado interno colombiano. Otra cosa diferente es que, para combatir las amenazas internas, como las guerrillas que nacieron en la década de los 60, que fueron mutando en organizaciones terroristas y narcotraficantes, el ejército haya empleado para la conducción de las operaciones una doctrina militar contrainsurgente o irregular que aún se mantiene, pero que complementó, revisó y actualizó oportunamente la doctrina Damasco desde 2015.
Tener a carreras complementarias tiene que ver con ser un ejército más educado, que es muy importante para nutrir el intelecto de oficiales, suboficiales y soldados, y en ello se ha avanzado significativamente. Sin embargo, la verdadera profesionalización militar consiste en que los integrantes de las instituciones castrenses estudien con denuedo la esencia de la profesión de las armas, que son el arte y la ciencia militar, entre otras, la táctica, la estrategia y la historia militar, que es de lejos la más importante.
Por supuesto, se requieren reformas en temas como el manejo de las reservas, la incorporación y los ascensos, no solo a general; sin afectar las líneas de carrera y la jerarquía militar, sostén de la disciplina de los ejércitos. No existen barreras en las FF. MM., yo soy orgullosamente hijo de un sargento primero, muchos suboficiales y soldados han llegado a ser oficiales gracias a los cursos extraordinarios, y varios llegaron al generalato, especial mención merece el teniente general Regulo Gaitán Patiño, quien primero fue sargento y posteriormente ingresó al escalafón militar como oficial, luego se retiró en el grado de coronel. En 1948 se desempeñó como director de la Policía Nacional, y ministro de Gobierno en 1949, siendo llamado al servicio activo y ascendido a general en 1951, desempeñando los cargos de comandante del ejército y comandante general de las FF. MM.
Asuntos como la ley de seguridad y defensa, que no tiene el país, y el legítimo y humano derecho al voto militar, se deben revisar y priorizar. Además, son necesarios ajustes y actualizaciones de la mano de ejércitos referentes, en las escuelas de formación y capacitación, y también en la Escuela Superior de Guerra.
La polemología nos enseña que los pilares de la institución militar son la doctrina, la cohesión y los principios y valores; por ello, el nuevo presidente de la República debe retomar la senda de la transformación institucional y construir un nuevo modelo de liderazgo militar fiel a la Constitución y alejado de ideologías partidistas, servilismos y lisonjas; además, fresco, renovado y caracterizado por la integridad y la idoneidad, y el buen ejemplo, como combustible que inspire hacia abajo y motive para avanzar.
CNEL. PEDRO JAVIER ROJAS

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