Desde que la izquierda se estrenó en el poder, se abrió una vacante para la cual han sido presentadas, sin éxito, centenares de hojas de vida: la del líder de la oposición. Cuelgan carteles por doquier que dicen SE BUSCA, como si se tratara de un bandolero prófugo de la justicia. Pero la espera parece haber llegado a su fin. ¿De quién se trata?
Al Gobierno le tocó la tan mala suerte de tener como contraparte al opositor más férreo del ring político colombiano en los últimos años. El mismo que actualizó las calles a los tiempos digitales. El mismo que, por primera vez, conjugó en un solo verso político el estado de bienestar con el libre desarrollo de la personalidad y la justicia ambiental. El mismo que puso a marchar al obrero de la mano del homosexual. Sí, así como lo oyen: el despiadado opositor que enfrenta el presidente Petro es su propio alter ego. Y no se trata de cualquier opositor. Tan eficaz fue al hacer oposición que quienes hoy lo son emulan sus métodos. Pero, a la vez, tan eficaz fue al hacer oposición que parece incapaz de soltar el cargo. Se trata, además, de un alter ego que dista mucho del devoto compañero que imaginaba Cicerón y se parece más al del narrador de la novela, y luego película de culto, Fight Club.
Mientras que el Presidente se la jugó por cumplir la regla fiscal e impulsó la reforma tributaria más estructural y progresista en tiempos recientes, su alter ego echó por la borda una coalición mayoritaria en el Congreso con la que cualquier mandatario hubiera soñado. Mientras que el presidente sacó adelante un PND que encamina a Colombia hacia una verdadera disputa contra el cambio climático y la pobreza, su alter ego caza inocuas pelas con la prensa, escribiéndoles gratis el libreto a quienes dudan de su carácter democrático. Mientras que el Presidente garantizó la gratuidad de la educación superior y subsidios de 500.000 pesos a más de 2 millones de mujeres cabeza de hogar, su alter ego desgastó la opinión pública poniéndola a girar alrededor de la reforma que menor respaldo tiene, la de la salud.
El despiadado opositor que enfrenta el presidente Petro es su propio alter ego. Y no se trata de cualquier opositor.
Mientras que el Presidente hizo realidad la Jurisdicción Agraria, la cual, junto con el reconocimiento de derechos al campesinado, comienza a dar cumplimiento al acuerdo de paz con las Farc, y firmó un histórico cese del fuego con el Eln, su alter ego hace promesas que no está seguro de poder cumplir con respecto al fin del conflicto, dándole pie a la contraparte para desmentirlo. Mientras que el Presidente sabe que la política es el arte de lo posible y que reformas con concesiones son mejores que ninguna reforma, su alter ego excusa con enemigos imaginarios su incapacidad de tramitar con método su agenda reformista. Mientras que el Presidente sabe muy bien lo miope que fue su antecesor, Iván Duque, a la hora de ignorar la voz de la oposición, su alter ego comete exactamente el mismo error.
Al fin y al cabo, tan exiguo es el nivel de la hoy oposición que le tocó a Petro hacerles la tarea. Y parece estar dando réditos. Tanto las encuestas como la creciente participación en las marchas contra el Gobierno dan fe de que la oposición es como la hidra de Lerna, una bestia mitológica cuyas cabezas crecen a diario. Y para hacerle frente a esta bestia derechista, al Presidente no le queda más remedio que retornar a un gobierno de unidad nacional. Es cierto que consensuar las reformas no es garantía de que salgan mejor cocinadas del horno legislativo. Pero, en este momento, no hay otra salida posible. Acudir a las calles es un mecanismo democrático legítimo, pero las recientes manifestaciones dejaron claro que, de hacerlo, el Gobierno tendría todas las de perder.
Si el Presidente no aprende a amaestrar su alter ego, bien podríamos adjudicarle una versión personalizada de la famosa frase atribuida a Julio César: “Yo, que gobierno tantos hombres, no soy capaz de gobernarme a mí mismo”.
SANTIAGO VARGAS ACEBEDO