Los resultados de la primera vuelta en las elecciones presidenciales del pasado domingo en Chile deberían servir –si no de espejo– al menos como punto de referencia de lo que puede ocurrir en Colombia en la contienda por la Casa de Nariño del próximo año.
Hay varios factores de esa jornada electoral que merecen especial atención: la profundización del radicalismo y la consecuente anulación del centro, el retroceso en cuestiones de género y, ¡quién lo creyera!, la factura del estallido social.
Para empezar, hay que decir que, por primera vez desde el retorno a la democracia en Chile, las coaliciones de centroizquierda y centroderecha que hasta ahora se habían disputado el poder no estarán presentes de manera directa en la segunda vuelta, el próximo 19 de diciembre. El candidato oficialista, Sebastián Sichel, quedó en un modesto cuarto lugar, superado incluso por Franco Parisi, un populista de derecha radicado en Estados Unidos y que ni siquiera pisó suelo chileno durante toda la campaña. Pero si por la centroderecha llovía, por la centroizquierda no escampaba, pues su candidata, la profesora Yana Provoste, terminó relegada al quinto puesto.
Y en medio de este río revuelto, agitado por la radicalización, el triunfador fue José Antonio Kast, un abogado ultraconservador de 55 años, padre de nueve hijos, pinochetista, antiaborto, antiinmigración, antiderechos LGBT y antifeminista, quien además es el líder del Partido Republicano, una organización política de extrema derecha fundada en 2019.
En la primera vuelta presidencial, quedó demostrado que los candidatos de los extremos fueron más efectivos para conectarse con los electores.
Con un 27,9 %, Kast –simpatizante de Donald Trump y Jair Bolsonaro, por supuesto– logró capitalizar el descontento de muchos votantes de derecha a los que les prometió "recuperar la paz, el orden y el progreso" y se enfrentará en la segunda vuelta con Gabriel Boric, de 35 años, candidato de la izquierda y del Partido Comunista, quien obtuvo el 25,8 % de los votos.
Aunque varios analistas aducen que el resultado de estas elecciones es consecuencia del estallido social de 2019 en Chile –ya sea por la supuesta laxitud de Sebastián Piñera en el manejo de la crisis, o por las reivindicaciones sociales que quedaron al descubierto–, otros, como el periodista de CNN Chile Daniel Matamala, tratan de explicarlo desde un punto de vista territorial. "Boric ganó en el Gran Santiago y fue competitivo en grandes centros urbanos. Kast, en cambio, se llevó las regiones y, especialmente, las pequeñas ciudades, pueblos y zonas rurales del sur", escribió Matamala en el diario La Tercera.
Más allá de las causas, lo que sí quedó claro en la jornada electoral chilena es que los candidatos de los extremos fueron más efectivos a la hora de conectarse con los electores, y es aquí donde deben tomar nota los autoproclamados líderes del centro en Colombia, si no quieren quedar convertidos en simples convidados de piedra en la carrera presidencial.
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Colofón. Con sus gestos de arrogancia, Iván Duque sigue erosionando esa imagen bonachona que él mismo y sus amigos nos han querido vender del mismo mandatario. En medio de la polémica por las acusaciones de plagio en que se encuentra involucrada la representante a la Cámara Jennifer Arias, el presidente, muy mondo y lirondo, salió corriendo a condecorarla, en una nueva demostración de que lo tienen sin cuidado esos principios de integridad, transparencia y demás, con los que suele adornar sus discursos. Si tanto le importaran esos postulados que tanto pregona, el doctor Duque hubiera podido esperar el resultado de la investigación y la aclaración de los hechos que rondan a la polémica congresista, quien incluso ha sido acusada por la propia Universidad Externado de Colombia de copiar numerosos pasajes de su tesis.
VLADDO