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La sobrealimentación nos hace más torpes
Así mismo, una comer de manera balanceada puede ayudar al desarrollo de una buena memoria.
El aumento del índice de masa corporal se relaciona a la reducción de la materia gris del cerebro. Foto: iStock
No es casualidad que cada vez que nuestro cuerpo demanda ingesta de alimentos se incrementen nuestra movilidad y agilidad mental. A lo largo de miles de años de evolución se han potenciado los mecanismos biológicos que aseguran que conseguimos suficientes nutrientes para nuestro organismo.
Concretamente, la demanda alimenticia aumenta la memoria. En esencia, porque ayuda a afrontar la falta de nutrientes.
Entre otras cosas, con hambre crece nuestra habilidad para orientarnos en el entorno, denominada memoria espacial. A nuestros antepasados, eso les ayudaba a recordar el camino para llegar a esa planta cargada de frutos.
Mejoras en la memoria
Cuando escasean los nutrientes, las primeras en espabilar son las neuronas del hipocampo. Se trata de una estructura cerebral fundamental en nuestra memoria declarativa, que nos permite decir cosas como: “Recuerdo que ayer desayuné café y tostadas”. Y también de nuestra memoria espacial, de manera que cuando se daña, como ocurre en los pacientes con demencia tipo alzhéimer, las personas no recuerdan qué hicieron y se desorientan incluso en entornos bien conocidos como su hogar.
Pues bien, se ha demostrado que en dietas con restricción calórica el número de neuronas del hipocampo crece y se incrementa su funcionalidad. Esto lo hace especialmente ‘sensible’ a los cambios del entorno por lo que, además de orientarnos mejor, captamos más detalles del mismo. Y, claro, resulta más fácil sobrevivir.
Para Quian, la tecnología puede ser un arma de doble filo. Dice que no hay que perder la capacidad de procesar información cuando se use. Foto:Istock
Recientemente se ha comprobado que el ayuno intermitente puede revertir los signos de deterioro cognitivo. Para demostrarlo, los investigadores trabajaron durante 36 meses con 99 pacientes ancianos, sometiéndolos a un programa de recorte de calorías. Cuando el programa terminó, no solo perdieron peso y redujeron los niveles de insulina y los signos de inflamación. Además, volvieron a presentar un rendimiento cognitivo acorde con su grupo de edad, dejando atrás todos los signos del deterioro cognitivo incipiente.
Parece indiscutible que la falta de alimentos ayuda a que nuestra memoria funcione mejor. Pero ¿podríamos validar también la tesis contraria? ¿Hay indicios de que la sobrealimentación perjudique el funcionamiento cognitivo? Todo apunta a que sí.
Una revisión reciente sacó a relucir que el aumento del índice de masa corporal está directamente relacionado con una reducción en la materia gris de nuestro sistema nervioso, incluyendo el lóbulo temporal medial, donde se encuentra el hipocampo.
Es más, incluso en niños es posible encontrar una relación directa entre los efectos de una alimentación inadecuada (comida con alto contenido en fructosa o abuso de alimentos ultraprocesados) y una reducción del volumen hipocampal.
CARMEN NOGUERA CUENCA (*) Y JOSÉ MANUEL CIMADEVILLA (**)
The Conversation (***)
(*) Profesora del Departamento Psicología y miembro del Grupo de investigación HUM-891 con énfasis en Investigación en Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Almería.
(**) Catedrático de Psicobiología y miembro del Centro de Investigación en Salud de la Universidad de Almería
(***) Es una organización sin ánimo de lucro que busca compartir ideas y conocimientos académicos con el público. Este artículo es reproducido aquí bajo licencia de Creative Commons.