Imagine el siguiente escenario: es domingo y usted acaba de disfrutar un delicioso almuerzo que preparó durante toda la mañana. Ya lavó los platos, organizó la cocina e inclusive tuvo tiempo para limpiar el polvo y cambiar de maceta a su suculenta favorita. “Y ¿ahora qué?” –se preguntará.
Si va directo a su cuarto, cierra las cortinas, se pone la piyama y se entrega con confianza al factor sorpresa del control remoto, siga disfrutando su ‘desparche’. Pero si la idea de ir a la cama cuando el sol no se ha ocultado –y peor, sin un cronograma televisivo previamente establecido– le pone el corazón a mil latidos por minuto, le corta la respiración, le genera una sensación de vacío o, simplemente, no está en su base de datos, algo no anda bien.
¿Ha escuchado la palabra ‘ociofobia’? Tal vez sí, pero no ha querido ponerle atención, bien sea por el terror que le genera la misma palabra ‘ocio’ o porque uno de los rasgos de las personas que padecen alguna alteración psicológica es no reconocerla.
“Es una neura que consiste en sentir ansiedad ante un tiempo de ocio como, por ejemplo, las vacaciones o un domingo sin nada programado”, asegura el psicólogo español Rafael Santandreu, quien en 2017 acuñó el binomio del ocio más la fobia para poder darle un nombre a esa angustia que sentían sus pacientes inclusive de manera anticipatoria (antes de las vacaciones, cuando se acercaba el fin de semana, etc.).
Mal de ‘millennials’
Así como los yuppies de los ochenta medían su éxito según su grado de esclavitud corporativa, los millennials tomaron el testimonio en la carrera del triunfalismo haciendo de la hiperexigencia, la agenda a tope y el ‘estoy llevadísimo’, sus coequiperos.
“No hemos sido enseñados a tener tiempo libre o a aburrirnos en general; nos educaron siempre al logro y reconocimiento social”, sostiene el psicólogo Luis Alberto Marín, quien encuadra a esta fobia dentro de los trastornos de ansiedad, a pesar de no ser reconocido aún por las instancias psicológicas o psiquiátricas.
Precisamente, los ataques de ansiedad ante los momentos de relax son una de las señales para detectar un posible caso de ociofobia; para la psicóloga clínica Paloma Carvajalino, al tratarse de una fobia, la incertidumbre también hace de las suyas.
“Es el miedo a no saber qué hacer en los momentos de ocio. Muchas personas conectamos tanto con nuestros trabajos, es nuestro espacio de confort y sentimos que el tema laboral es un locus de control, que cuando estamos en cualquier otra situación sentimos incomodidad o que no tendremos el control. La incertidumbre abruma y de ahí viene la sintomatología ansiosa”, sostiene la especialista para quien las sensaciones de angustia, preocupación, palpitaciones, ahogo, vacío y las somatizaciones (sintomatología física en el cuerpo, como náuseas y malestares estomacales) ante el desprograme son señales para tener en cuenta.
Mientras el mismo doctor Santandreu reconoce que cuando una visita le incumple él no se inventa labores para ocupar ese tiempo; prefiere pasar el tiempo mirando una pared, por la ventana o practicando el niksen –corriente neerlandesa que le rinde culto a no hacer nada–.
“Son movimientos muy acertados que intentan recobrar la paz de espíritu y la armonía propias del ser humano. El magnífico movimiento slow, iniciado en Italia hace unos 15 años, persigue eso mismo”, agrega el español especialista en terapia breve estratégica.
Es una neura que consiste en sentir ansiedad ante un tiempo de ocio como, por ejemplo, las vacaciones o un domingo sin nada programado
La pandemia de la ociofobia
No hay que confundir este miedo a no hacer nada con la adicción al trabajo; si bien son muy cercanos, son cuadros clínicos de dos ramas diferentes. “La condición del adicto al trabajo (workaholic) es considerada por los profesionales en salud mental como una adicción y como tal, esta lo lleva a estar permanente y constantemente trabajando; pero no siente esa angustia, temor o ansiedad del ociofóbico en sus momentos libres”, explica la doctora Carvajalino, quien sí reconoce que en estos tiempos de confinamiento la ociofobia se ha disparado.
“Muchos han pasado de estar trabajando activamente a estar confinados en casa, donde el trabajo es absolutamente limitado. En nuestra sociedad, si no vamos a una oficina, si no nos levantamos a una hora o si no estamos todo el día ocupados en una oficina y llegamos tarde a casa no estamos siendo extremadamente productivos”, puntualiza la psicóloga clínica.
El mismo panorama lo reconoce el doctor Santandreu, al otro lado del Atlántico, donde empezó a recibir más pacientes nerviosos porque con la pandemia del coronavirus, en casa, estaban teniendo más ratos de ocio.
“Por ejemplo, yo tengo un paciente que es un deportista de altísimo nivel que estaba fatal porque no podía realizar su trabajo habitual; sin embargo, por todo lo demás es privilegiado: vive en una mansión con jardines, piscina, campos de juego, tiene a un barco para navegar por el mar y muchas cosas más”, dice Santandreu.
¿Cómo detectarla y tratarla?
Para Rafael Santandreu, descubrir un caso de ociofobia “es muy fácil; quien la padece entra en pánico ante la idea de no hacer nada y tiene una agenda repleta de cosas para hacer durante el día. Rechaza las vacaciones. Está siempre ocupadísimo”, asegura el psicoterapeuta y escritor de varios best sellers sobre psicología cognitiva.
Ahora, la psicóloga Paloma Carvajalino propone algunas estrategias para tratar esta fobia.
1. Reconocerla. Haga conciencia de su problema; reconozca que atraviesa una situación que se sale de sus manos, que no ve en otros (por eso no es normal) y puede afectar su cotidianidad.
2. Identifique la causa. ¿Cuál es el gatillo que dispara su miedo? ¿No saber qué hacer cuando no no tiene nada en su agenda? o ¿cómo manejar esos momentos de ocio?
3. Verbalice sus emociones. Hable del tema con su circulo de apoyo y no sienta temor ni vergüenza de lo que le ocurre. Sólo así podrá entender las causas.
4. No ocupe sus tiempos de descanso. Un tiempo de relajación no debe seguir un cronograma. “Si voy a un lugar de vacaciones, no debo estar todo el día con un plan de actividades estricto”, asegura Carvajalino.
5. Se vale no hacer nada. Y no hacer nada es ver TV, leer un libro en calma, sentarse a ver el paisaje, echarse en una hamaca, dormir una siesta en un momento en el que no la hace regularmente, etc.
6. Baje las expectativas. Esto le permitirá reducir sus niveles de ansiedad por lo que va a ocurrir y especialmente evitará que se frustre con facilidad.
7. No se dé palo. Sea más flexible y reconozca que habrá días en los que no estará tan ocupado como solía ser su rutina “y eso no lo hace menos productivo o inútil. Somos nosotros mismos los que nos ponemos niveles de exigencia muy altos, difíciles de controlar y que nos afectarán negativamente”.
8. Cronograma realista. Organice su agenda con tiempos y horarios normales y sobre todo, con momentos de ocio.
9. Evite la autocrítica. Al tener expectativas tan altas, vivirá frustrado todo el tiempo “porque las expectativas no son realistas –dice la psicóloga clínica– y no las cumplirá en el tiempo planteado en su cronograma”.
10. Pida ayuda. Si su miedo al ocio se sale de control, no le deja vivir su vida en calma, afecta su cotidianidad y su relación con los demás, pida asesoría psicológica.