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La pareja que se fue al campo y ha vivido con más de 30 perros
Han tenido hasta 40 caninos. Aunque los critican, dicen no avergonzarse de su amor por los animales.
Esta familia es un ejemplo del amor que se vive en un hogar multiespecie. Foto: Alexandra Gómez
Algunos los consideran héroes, otros seres extraños y enigmáticos: ¿quién es capaz de negarse a tanto por amor a sus mascotas? Alexandra Gómez, publicista bogotana de 54 años, y su esposo Carlos Raúl Jiménez, zootecnista de 43, abandonaron la capital hace más de diez años persiguiendo su pasión: los animales.
"No fue fácil pasar de la ciudad al campo. Cuando mi esposo comenzó a hacer su tesis de grado se fue a vivir a Tibaná, Boyacá. Duró tres años solo, yo lo visitaba algunos fines de semana y lo llamaba todas las noches. Empezó a tener clientes en la vereda y lo empezaron a conocer. Él es muy bueno en lo que hace, así que decidí intentar vivir en el campo. Todos me daban un mes por aquí y ya llevo 11 años", cuenta Alexandra.
Desde jóvenes, ambos compartían la insatisfacción de querer ayudar al mayor número de mascotas posible, pero no poderlo hacer por falta de dinero y tiempo. Ya adultos, juntos sienten que su misión es hacer algo por los animales abandonados y extraviados, esos que ya nadie quiere o que perdieron de vista su hogar.
Son tantos animales que lograr una foto familiar es todo un desafío. Foto:Alexandra Gómez
"En la universidad descubrí que amaba a los animales domésticos y a los de granja (…) De los que hemos encontrado, algunos han llegado fracturados, con parvovirosis, moquillo, entre otras enfermedades. Hemos intentado curarles y aunque algunos han muerto, todo vale la pena cuando muchos milagrosamente se recuperan y han pasado a hacer parte de nuestra familia o del hogar de otras personas”, cuenta Carlos.
Actualmente conviven con 12 perros, 6 gatos y 5 vacas, pero han llegado a tener hasta 40 caninos. Tener una familia tan numerosa no ha sido fácil, pues son muchos los sacrificios. Desde problemas con los vecinos, amigos o familiares que no logran entender por qué ayudan a mascotas moribundas, hasta no disponer de tiempo para salir juntos ya que el cuidado de los animales es primero.
Todo vale la pena cuando muchos milagrosamente se recuperan y han pasado a hacer parte de nuestra familia o de la de otras personas
A eso se adiciona no tener casi visitas en casa de quienes se incomodan con tantos animales; el manejar los excrementos, tarea que han logrado volver algo útil gracias al compostaje, y el ser objeto de críticas, pues algunas personas no entienden cómo una pareja decide invertir su tiempo y dinero en seres que son, prácticamente, desechados por otros.
Los gastos en comida también son elevados, ya que deben comprar semanalmente un bulto de 30 kilos de concentrado y uno de 8 kilos de comida para gato. Y si alguno está enfermo, tienen gastos adicionales en medicamentos.
No son millonarios, han tenido que trabajar muy duro para mantenerse y aunque el dinero no ha caído del cielo, dicen que es como si el hacerle bien a alguien les diera de la nada una bendición inesperada.
"Es mucho el maltrato viven tanto los animales de compañía, como los de trabajo. No son lo suficientemente cuidados, los agreden o los explotan (...) Por eso nos hemos dedicado a trabajar por la salud y el mejoramiento de las mascotas. Algunas personas nos ayudan, otras simplemente nos señalan", declara la pareja de bogotanos..
Cada vez es más sonada la expresión de "familias multiespecie" para referirse a esos hogares donde humanos y todo tipo de animales conviven y logran crear lazos fuertes. La casa de los Jiménez Gómez es un vivo ejemplo de este concepto.
Por un lado está el grupo de perros, integrado por Chavita, una pincher café de tres años que había sido abandonada por sus dueños en Bogotá. Blacky, de cinco años, una pincher negra que tenía problemas de piel, estaba completamente pelada, y le sangraban sus ojos y por eso fue abandonada por su amos. Alegría, Estrella y sus dos hermanas, que fueron botadas por sus dueños.
Estas son algunas de las mascotas de esta pareja. Foto:Alexandra Gómez
Jerry, un french poodle negro al que le prestaron servicio de guardería y su familia nunca regresó. Thor, un bull dog que encontraron enfermo entre Tibaná y Jenesano hace dos años y la pequeña Mindy, que tiene tan solo cuatro meses.
Además, Pedro, un pitbull inglés que vivió un año con caperuza en la cabeza porque se destrozaba el cuerpo con las uñas y los dientes; Tara, de raza pastor alemán, le falta una patica porque cuando bebé la mamá se le comió una pierna, y Mara, una perrita negra que recogieron de menos de un mes de nacida.
Perritos de todas las razas han pasado por esta familia. Foto:Alexandra Gómez
A ellos se suma el grupo de gatos encabezado por Luna Valiente, una felina milagro que cayó de cara desde un sexto piso y quedó invalida. Inicialmente era una paciente de su veterinaria, pero como su dueña la quería sacrificar decidieron quedarse con ella. Es tanto el amor por esta felina que Carlos le construyó una silla artesanal en aluminio que se acondiciona a su cuerpo mediante un chaleco y un cordón, esto para permitirle moverse de un lugar a otro, hacer que sus órganos internos se acomoden de forma natural y facilitarle actividades como orinar y defecar.
Kitty, tiene 5 años y fue dejada en una finca vecina cuando la familia se trasteó para la capital; Negrin, que lo liberaron de una jaula en la plaza del 20 de julio; Zue y Michin, que nacieron en la finca y Nany, a quien recogieron hace 5 años luego de ser abandonada.
No siendo suficiente, esta particular familia también está integrada por Mona, Nieve, Mas, Yuky y Girl, cinco vacas que además de producir leche son excelentes compañeras de vida.
Mona, Nieve, Mas, Yuky y Girl. Foto:Alexandra Gómez
La razón tras su numerosa familia
Carlos y Alexandra son insistentes en recordar que los animales son seres vivos muy importantes, que tienen derechos y eso incluye tanto a los domésticos como a los de granja, que a veces son explotados con trabajos excesivos. "Todos tenemos derecho a vivir y a tener un sitio en este mundo (...) Vale la pena cuidar animales, más cuando ahorita son despreciados y poco valorados. Muchos los aman cuando son pequeños, pero los ven crecer y los botan", mencionan.
Al llegar al campo han tenido en su custodia todo tipo de animales: vacas, cabras, caballos, gallina, perros y gatos. A punta de pasión han logrado demostrarle a sus familiares que mereció la pena dejar la ciudad para ocuparse de actividades como ordeñar, hacer queso o mover el ganado. Varias veces les preguntan por qué hacen lo que hacen, pero para ellos el interrogante debe ser ¿por qué no hacerlo?