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Páramos estarían condenados a desaparecer o transformarse por completo a mitad de siglo
El cambio climático, la minería y la expansión de la frontera agrícola los están sentenciando.
En el país de los páramos, los páramos estarían condenados a desaparecer o a transformarse. O al menos las nuevas generaciones no los conocerán como hoy los conocemos. Es una sentencia que estaría confirmada, según investigaciones. Y aunque el futuro es incierto, hay algo claro: el cambio climático, o la hoy llamada ebullición global, sumado a la minería, expansión de la frontera agrícola y ganadería, el turismo no controlado y los coletazos del conflicto armado aceleran su degradación.
En Colombia hay más de la mitad de estos ecosistemas en el mundo. Una completa riqueza natural. Son el corazón de los ríos del país. De su función hidrológica se benefician 16,8 millones de colombianos y se nutren unas 153 hidroeléctricas, según datos del Instituto Humboldt. Además, son el lugar de unas 730 especies endémicas, incluidas plantas como los frailejones, mortiños y bromelias, y animales como el oso de anteojos, la danta de páramo y el periquito peliamarillo. Y un dato no menor: en ellos habitan casi 80.000 familias del país y unas 16 comunidades indígenas.
Sin embargo, están expuestos a una realidad casi que inevitable. En un plazo promedio de 25 años, los páramos y las zonas nivales podrían desaparecer casi que en su totalidad. Así lo confirman varias investigaciones y especialistas consultados por EL TIEMPO, que usan un modelo matemático del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) para establecer y confirmar esa afirmación.
Los efectos de las altas temperaturas, que cada año encienden las alarmas de gobiernos en el mundo, se suman a los impactos de la mano del hombre, como las quemas para apoderarse de terrenos en la alta montaña, para agricultura, ganadería y tráfico de drogas, la minería ilegal y legal que altera los suelos, y la contaminación. Al ritmo actual, la sentencia se está acelerando.
Cabe anotar que desde hace años se han adelantado trabajos colaborativos y alianzas entre comunidades indígenas y campesinas con instituciones y organizaciones para conservar, preservar y recuperar varios de estos ecosistemas, y ha funcionado. Pero la movilización por cuidar este tesoro ambiental debería ser un asunto de interés nacional y algo que involucre a todos los colombianos.
Reporteros de EL TIEMPO viajaron a varios de los principales páramos del centro y suroccidente del país para documentar las amenazas en estos templos de agua. El diagnóstico no es alentador. Vea aquí los reportajes completos.
Santurbán, en medio de tensiones por minería
El histórico conflicto entre organizaciones ambientalistas de ciudades en Santander y Norte de Santander y la minería tradicional de habitantes de poblaciones, como Vetas, y a gran escala de multinacionales, tiene en ires y venires la discusión por la delimitación del páramo de Santurbán. Mientras unos apuntan a que es un asunto meramente jurídico, otros señalan que debe resolverse en un marco socioambiental.
Santurbán: la puja por el agua, el territorio y la tradición | El Tiempo Foto:EL TIEMPO
Las huellas del conflicto armado en el suroccidente
Aunque las mayores transformaciones documentadas se dan en los páramos del centro del país, los ecosistemas en Nariño y Putumayo, y en el Macizo Colombiano, se han visto seriamente afectados por actividades extractivas ilegales y el apoderamiento de terrenos o creación de senderos para traficar drogas hacia Ecuador por parte de grupos armados ilegales. Esto se ve a profundidad en las marcas del Nudo de Almaguer y los páramos de Chiles y Cumbal, en la frontera sur.
En esta zona han sido constantes los incendios intencionales en los últimos años, algunas por los grupos armados y otras por comunidades que buscan expandir la frontera agrícola y ganadería.
En Boyacá se amplía la frontera agrícola
El complejo de páramos Tota-Bijagual-Mamapacha, en Boyacá, es el reflejo vivo de las tensiones por la ampliación de la frontera agrícola y ganadería. Si bien en la parte alta se conserva el ecosistema, en la baja el panorama es desolador. La mayoría de familias campesinas en esta región dependen de esas actividades económicas y han sido muchas veces estigmatizados y señalados, sin tener una respuesta diferente o una alternativa para sostenerse. Hay varias afectaciones a los recursos, pero también hay serias dudas sobre el manejo socioambiental.
La cebolla y la papa se están comiendo el páramo de Aquitania | El Tiempo Foto:EL TIEMPO
La conservación de Sumapaz, el páramo más grande del mundo
Lo que sucede en el páramo de Sumapaz, al sur de Bogotá, se ha convertido en un ejemplo de una de las soluciones para salvaguardar este tipo de ecosistemas. Sin embargo, el turismo, pese a estar prohibido, es una de las principales amenazas. Sus pobladores, campesinos, lo respetan y cuidan, pero piden poder ampliar la producción en sus parcelas.