Acabo de hacer una fila de una hora y media en una institución pública. Éramos más de cincuenta personas de pie, esperando a que nos llamaran en el turno. No es sorprendente que de las 50, posiblemente 45 estaban pegadas al celular. Las restantes eran una madre que no estaba escroleando porque tenía a su bebé en brazos y cuatro adultos mayores que eran los que más plácida y pacientemente aguardaban.
No es ningún secreto que nos hemos convertido en adictos a nuestras pantallas. Y no solamente nos enviciamos nosotros, sino que incentivamos a nuestros pequeños hijos a que también lo hagan. En cualquier restaurante, la escena más común es ver a los padres conversando entre ellos, mientras los 'cuasibebés' están entretenidos con un iPad enfrente.
En el transporte público, podemos estar sentados al lado del hombre lobo y no nos damos cuenta porque tenemos los ojos pegados a la pantalla.
Incluso en los aviones, sin wifi, remplazamos la pantalla del celular por la de las películas en la silla.
Reitero, nada de esto es nuevo ni sorprendente. Todos lo vivimos a diario. Pero, más allá de nuestra adicción, ¿se han dado cuenta de que no nos permitimos un solo minuto para aburrirnos?
Antes, en una sala de espera o en la fila en un banco, no había otra opción que la de estar en silencio y esperar. Cuando los niños iban en el bus del colegio, lo único que podían hacer era hablar con sus compañeros de asiento; o muchas veces, la mejor diversión era quedarse mirando por la ventana.
El hecho de no tener ni un solo segundo de ocio nos está arrebatando la posibilidad de sentir aburrimiento o, como dice su definición, “la sensación de fastidio provocada por la falta de diversión o de interés por algo”. Y aunque esto no suene atractivo, el aburrimiento es importantísimo para nuestra creatividad y paz mental.
Estar un lapso de tiempo sin tener ninguna distracción nos permite hacer volar la mente, así como también estar más presentes y conectados con nosotros mismos. Los jóvenes de hoy se quejan constantemente de que no saben lo que quieren. ¿No será porque nunca se dan un tiempo para pensarlo verdaderamente sin las distracciones de las redes sociales?
¿No será que vivir desconectados de nuestra realidad y pensamientos ha estancado nuestra creatividad, además de exprimir nuestra felicidad? Siempre me pregunto por qué tantas películas, series y éxitos musicales de hoy en día son reencauches del pasado. ¿Acaso una de las razones es que antes nos aburríamos y no teníamos más alternativa que crear un mundo nuevo? ¡Esta semana los invito a aburrirse conmigo!
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ALEXANDRA PUMAREJO