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El respeto y el amor se aprenden viéndolos y sintiéndolos, mas no explicándolos.
La alianza entre TikTok y el ICBF facilitó la creación de pautas para que padres e hijos utilicen las redes. Foto: iStock
¿Cuántas veces les hemos dicho a nuestros hijos en un momento de desespero: “¡Cómo eres de malcriado!”? Claramente no he sido la excepción. Sin embargo, la última vez me miré en el espejo y me pregunté: “Si me parece que mi hija es malcriada, ¿quién se supone que la crió?” Una pregunta obvia, que me dejó pensando.
Es increíble cómo les exigimos a nuestros hijos comportamientos que en ningún momento les hemos enseñado o, peor aún, de los cuales jamás les hemos dado ejemplo. Creo no pecar de exagerada cuando digo que casi todos los padres queremos que los hijos sean mejores que nosotros, pero pocos somos coherentes a la hora de lograrlo.
A veces no somos conscientes de que la cátedra y la cantaleta son muy poco efectivas en el proceso de crianza; son nuestros actos y ejemplo los que marcan la verdadera diferencia en nuestros hijos.
Nos extrañamos de las tasas alarmantes de bullying en los colegios, pero en lugar de sorprendernos deberíamos preguntarnos de dónde aprenden desde pequeños a sentirse superiores y a ser intolerantes.
En los primeros siete años de vida, los hijos aprenden por imitación de lo que hacen sus padres. Foto:123rf
Cada vez que despotricamos de alguien por tener un punto de vista distinto o insultamos en la calle a cualquiera que se nos atraviesa o agredimos en redes sociales por simplemente subir una foto o hacer un comentario, deberíamos ser conscientes de que eso es matoneo.
Cuando descalificamos a alguien por su preferencia sexual, aspecto físico o estilo de vida, les estamos enseñando a nuestros hijos que si otras personas no actúan o no piensan como nosotros son defectuosas y tenemos permiso para insultarlas y maltratarlas.
Como mujeres nos aterramos cuando vemos que nuestras hijas son envidiosas, desleales o malsanamente competitivas. Sin embargo, al hablar pestes de nuestras supuestas ‘amigas’, les estamos enseñando que la definición de amistad es besar de frente... y despotricar de espalda.
Como padres y madres no podemos pretender que, en un futuro, los niños sepan tratar a una mujer si en casa ven todo lo contrario. Si sufrimos en silencio las agresiones y las ofensas en las relaciones de pareja, nuestros hijos pueden pensar que el amor es equivalente a sufrimiento y dolor. El respeto y el amor se aprenden viéndolos y sintiéndolos, mas no explicándolos.
Donde pienso que más les fallamos a nuestros hijos es en repetirles todos los días que queremos que sean felices, que estudien lo que los hace felices, que se casen con quien los hace felices... pero nosotros nos la pasamos quejándonos y pareciéramos vivir miserables a causa de todo: el país, el clima, el trabajo, la pareja o la falta de ella.
Nos falta coherencia a la hora de desear algo tan primordial para ellos cuando ni siquiera nos damos el lujo de cuestionarlo para nosotros mismos.
No podemos olvidar que debemos ser lo que queremos para nuestros hijos. Antes de calificarlos como malcriados, fijémonos si a nosotros mismos nos faltó un poco de crianza también.