La poesía de Rafael Cadenas, una defensa del lenguaje sobre la barbarie

Recorrido por la vida y obra del poeta venezolano,  ganador del Premio Cervantes 2022.

A sus 92 años, el poeta venezolano Rafael Cadenas es un símbolo de coherencia y dignidad. Foto: Festival Las Líneas de su mano

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zEn noviembre del año pasado, el poeta Rafael Cadenas recibió una noticia largamente esperada: le había sido concedido el Premio Cervantes, galardón que había sido esquivo y para el que su nombre venía sonando con fuerza en los últimos años.
Total, no solo ha sido considerado por la crítica, la academia y los lectores desde hace varias décadas como el más importante poeta vivo de Venezuela, sino que, además, es uno de los poetas fundamentales de la lengua española en la actualidad.
Cadenas venía, también, de recibir en los últimos años algunos de los más representativos reconocimientos en el ámbito del idioma, como el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, otorgado por la Feria del Libro de Guadalajara en 2009, el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca en 2015 y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2018.
El ministro de Cultura y Deportes de España, Miquel Iceta, anunció así el Cervantes para Rafael Cadenas: “Por su basta y dilatada obra literaria, el jurado reconoce la transcendencia de un creador que ha hecho de la poesía un motivo de su propia existencia y la ha llevado hasta alturas de excelencia en nuestra lengua. Su obra es una de las más importantes y demuestra el poder transformador de la palabra y es llevada al límite de sus posibilidades creadoras”. La noticia lo sorprendió en su apartamento al sudeste de Caracas, donde vive con su nieta desde el fallecimiento de su esposa, Milena González, en 2017.
Para sus lectores ese premio no era una sorpresa. Era un acto de justicia y de reconocimiento necesario. Un motivo de celebración y una nueva oportunidad para que circulen sus libros, algunos de ellos editados por los más importantes sellos de poesía en español. Su Obra entera fue reeditada no hace mucho por el Fondo de Cultura Económica y la editorial Pre-Textos.
Desde los primeros poemas, escritos a mediados de los años cuarenta, Cadenas advierte una preocupación por el destino del lenguaje, por el cuidado de las palabras y por la absoluta conciencia de dotarlas de un significado hondo y lleno de verdades humanas. Supo intuir con acierto que la crisis de la modernidad venía, de alguna forma, de una crisis del lenguaje, porque desde esa pobreza en la que nos reducimos cada día es que triunfan la violencia, las falacias y, por ende, los totalitarismos. Habla de nuestros desgarramientos y caídas. Del derrumbe del hombre y de su sociedad, de la patria que se fragmenta y se intenta reinventar.

¿Para qué sirve la poesía?

La poesía de Cadenas descifra en clave de asombro la intención de nombrar lo terrestre y lo metafísico porque sabe, mejor que nadie, que en el misterio hay una ética y una lucidez total. Sabe que una sociedad que deteriora su lenguaje es una sociedad que no puede dialogar con su pasado, que niega a sus muertos y que no puede definirse en el presente y hacia el futuro. “Si fracasa el lenguaje, fracasa nuestra civilización”, afirmó alguna vez pensando en que negar una lengua corta nuestra relación con nuestras genealogías y nos arrebata la esencia de la memoria. “La palabra no es el sitio del resplandor, / pero insistimos, / insistimos, nadie sabe por qué”.
Su poesía contiene la reflexión y la contemplación. Conversa con otras tradiciones y culturas y ha establecido correspondencias con religiones y antiguos mitos occidentales y orientales. Se trata de una obra que persigue ahondar en las grandes preguntas humanas desde una honestidad espiritual y una atenta observación de la realidad desde la sobriedad y lo intemporal.
¿Para qué sirve la poesía?, le preguntaron a Rafael Cadenas en 1966. El poeta respondió en ese entonces sin titubear: “Posiblemente para justificarme, confesarme por penitencia, castigarme por mis transgresiones, liberar fuerzas contrarias en tensión, atemperar la aversión y la estima que por mí siento, habérmelas con la culpa, sacar a flote cargas que se tornan venenosas con el andar de los días, poder caminar todavía con cierto decoro por una ciudad irremediable, conversar conmigo, a solas, en la oscuridad, permitirme ser reverente e irreverente también, pues poesía que teme cometer faltas de respeto es poesía mellada, demostrar a mi familia y a unos cuantos amigos que puedo –hacer– algo. (…)”.
Cadenas nació en Barquisimeto en 1930 y perteneció a la generación de las grandes utopías, los inmensos entusiasmos y las profundas decepciones. Quizás esas decepciones y la conciencia histórica de su generación marcan en gran medida el tono de su poesía y de su testimonio vital, porque siendo un poeta de estirpe simbolista, barroca y en cierta medida hermética, ha escrito una poesía testimonial y de denuncia.
Su militancia comunista en los años cincuenta en contra de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez lo llevó no solo a la expulsión del liceo, sino al exilio en Trinidad y Tobago, durante cuatro años, y a la cárcel. De esas persecuciones y huidas quedaron secuelas de escepticismo y poco entusiasmo frente a los levantamientos populares e intentos de revolución. Sabía de alguna manera que conducirían a dictaduras y a restricciones de las libertades esenciales. De ahí que sus sospechas y desconfianza se convirtieran en claridad y perspicacia para mirar hacia el porvenir.
De los años de exilio en Trinidad y Tobago quedó una pasión por la lengua inglesa que vendría a ser su instrumento para traducir a poetas anglófonos como Robert Graves, Robert Creeley, D. H. Lawrence y Walt Whitman, al igual que poetas polacos como Tadeusz Rózewicz y Zbigniew Herbert, a quienes tradujo del inglés.
Al regreso del exilio se instaló en Caracas, donde ha vivido desde entonces y desde donde ha sido testigo de todos los procesos históricos y políticos de su país. Fue uno de los fundadores de Tabla Redonda, que en la década de los sesenta defendió las posturas marxistas frente al acontecer social y artístico, y que animó el debate cultural y político del momento. También impartió clases de literatura inglesa y creación literaria en la Universidad Central de Venezuela.
Por esos días apareció Los cuadernos del destierro, sobre su experiencia como exiliado. Ya había publicado años atrás Cantos iniciales y Una isla, pero fue este libro el que tuvo una resonancia e impacto entre sus contemporáneos. Luego publicó Falsas maniobras, que incluye el poema Derrota, que se convirtió, junto con el poema Fracaso, en himnos de su propia generación. Cadenas retrata en ellos la insatisfacción y el escepticismo. Sus poemas parecen frescos de una generación truncada, que se frustró en sus utopías.
Derrota y Fracaso son dos clásicos de la poesía venezolana y de la poesía en español. En muchas de sus lecturas públicas, los asistentes le piden que lea ambos poemas como si se tratara de una estrella de rock al que le piden canciones para corearlas. Son dos poemas que responden a los desafíos de una época. Se leen desde un talante lírico por su ritmo y musicalidad, pero tienen trasfondos épicos, que narran desde el cansancio y el hastío. Derrota es la enumeración del débil, del extraño, del que se siente incómodo en un mundo de superficialidades y arribismos: “que llego tarde a todo / que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas / que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable / que no soy lo que soy ni lo que no soy / que a pesar de todo tengo un orgullo satánico / aunque a ciertas horas haya sido humilde hasta igualarme a las piedras”.
Además de los libros mencionados, su bibliografía contiene títulos memorables como Intemperie (1977), Memorial (1977), Amante (1983), Dichos (1992), Gestiones (1992), Sobre abierto (2012), En torno a Basho y otros asuntos (2016) y Contestaciones (2018), además del volumen de traducciones El taller de al lado (2005) y los conjuntos de ensayos Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística (1977) Realidad y literatura (1979) La barbarie civilizada (1981) Anotaciones (1983) Reflexiones sobre la ciudad moderna (1983) y En torno al lenguaje (1985), entre otros.
En cada libro hay una tentativa de explorar nuevos registros, voces y maneras de habitar la poesía donde la percepción total de las emociones y la intensidad del pensamiento son transversales a la creación y a su estética. Fiel a lo que ya expresaba en 1966 sobre la poesía, Cadenas dijo esto al recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, en 2009: “Siento que la poesía está dentro y fuera de la historia, se sitúa más allá de todo confinamiento ideológico, rechaza los fanatismos, ama la justicia, pero quiere que no socave la libertad. Por su talante cordial está reñida con todo tipo de violencia, ya la épica no la seduce porque dejó de ser ingenua.
Hoy sabe lo que mueve a los héroes, sabe que ellos no desean verse, sabe que ignoran su sombra, pero estas son sutilezas para nuestro mundo”. Así, al final de la jornada, la derrota y el fracaso han recibido su más importante victoria y el aplauso de los lectores hispanohablantes. El poeta de la otredad, de las rupturas, los fragmentos, versículos, epigramas y aforismos obtuvo su feliz recompensa a una vida dedicada a la poesía.
Seguirá frecuentando la librería El Buscón en Caracas y ejerciendo la resistencia al régimen actual de su país. A sus 92 años, es un símbolo de la coherencia y la dignidad. En tiempos de la mentira, de las falsas noticias y la velocidad de las redes, la poesía de Rafael Cadenas convoca, una vez más, a la lentitud, a la reflexión y a la verdad. A esa verdad que le pone palabras y nombra las fragilidades de todos. 
FEDERICO DÍAZ-GRANADOS 

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