El papel de las universidades

¿Cuál debería ser el papel de las universidades a la hora de promover la discusión democrática?

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Estamos siendo testigos de un cambio de época, y una de las transformaciones más profundas está ocurriendo en las democracias y los ciudadanos. Tal es el caso del reciente debate sobre la posición de la élite académica norteamericana frente al conflicto entre Israel y Hamás, que puso en aprietos a algunas de las universidades más prestigiosas del mundo. ¿Cuál debería ser el papel de las universidades a la hora de promover la discusión democrática desde la pluralidad, sin dar pie al activismo?
La dinámica de las nuevas ciudadanías está motivando movimientos y debates que antes no eran tan comunes, poniendo en la opinión pública la voz de actores que tradicionalmente han sido más reservados. En esta ocasión los campus de Harvard, MIT y la Universidad de Pensilvania se convirtieron en un campo paralelo de batalla ideológica, sobre todo de manifestaciones propalestinas, que fueron interpretadas como acoso e intimidación antisemita, por parte de estudiantes y profesores judíos. Sus rectores quedaron contra las cuerdas, debatiéndose entre la defensa de la libertad de expresión, el antisemitismo y la lealtad con sus patrocinadores (entre ellos el Gobierno) y donantes, en su mayoría alineados con Israel.
Los presidentes de las tres universidades pagaron caro sus declaraciones, que fueron interpretadas como evasivas, a la hora de condenar el antisemitismo en sus campus y castigar las manifestaciones pro-palestinas disciplinariamente. Claudine Gay, presidenta de Harvard, tuvo que rendir cuentas, en octubre pasado, ante la Cámara de Representantes –donde pidió disculpas– y pese a recibir el respaldo de las directivas de la universidad, no tuvo más remedio que renunciar a principios de enero, luego de que se sumara a la polémica una supuesta acusación de falta de rigor académico en una de sus investigaciones.
Las voces de las universidades, y todas las instituciones, deben ser reflexivas y abiertas al dialogo, desde su propia identidad.
Un mes antes, debido a la misma crisis, Elizabeth Magill se había visto obligada a abandonar la rectoría de la Universidad de Pensilvania, dejando en evidencia que la radicalización frente al conflicto Israel-Hamás está teniendo efectos inesperados en los campus de las universidades de la prestigiosa Ivy League, la élite de los campus universitarios privados de EE. UU.
Esta situación debe conducir a una revisión profunda del papel de las universidades en el marco de las nuevas democracias. Se trata de un nuevo asunto que requiere revisión, discusión y debate profundos. Porque lo cierto es que las nuevas ciudadanías implican un compromiso mucho más decidido con lo público, que es de todos los actores sociales, tanto personas como empresas y, por su puesto, de las universidades.
Desde dentro de las mismas universidades que resistían el vendaval surgieron voces críticas. Steven Pinker, profesor de Harvard y columnista, dijo con acierto que en los campus se deberían promulgar políticas de libertad de expresión coherentes y claras, y adoptarse posturas de neutralidad institucional frente a controversias públicas. “Las universidades son foros, no protagonistas”, señaló.
Las voces de las universidades, y todas las instituciones, deben ser reflexivas y abiertas al dialogo, desde su propia identidad. Las sociedades necesitan que las instituciones puedan tener la posibilidad de afirmar muy bien su identidad institucional, su proyecto, sus miradas propias sobre los problemas. En la medida que esto se fortalezca, se cuida la democracia garantizando la pluralidad de visiones.
No en vano, las universidades son centros donde el conocimiento y el debate se construye desde las diferentes perspectivas que otorgan los profesores, investigadores y los mismos estudiantes. Por eso los rectores y dirigentes tienen una responsabilidad muy alta, dadas las condiciones de polarización política y el relativismo ético.
Lo ocurrido en Estados Unidos debe ser un llamado a la conversación proactiva y reflexiva del sector. El espíritu universitario conlleva responsabilidad en la formación política de las personas, desde el sentido académico, social e histórico, sin cruzar la delgada línea del activismo, que ciega los argumentos y estimula las emociones, llevando, incluso, a agresiones y divisiones que, a la larga, alejan a la universidad de su verdadera razón de ser.
ROLANDO RONCANCIO RACHID
*Rector Universidad de La Sabana

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