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Noticia
¿Cómo manejar un auto en un lago congelado en Suecia? Test drive de BOCAS
Bocas probó el nuevo EX30 de Volvo, en exclusiva para Colombia, en una pista de hielo en Suecia.
La prueba en el EX30 fue en Lulea, en el Golfo de Botnia. Foto: Cortesía / Volvo
El instructor fue claro: “miren al horizonte, no lo que tienen justamente al frente”, pero… ¿han hecho slalom sobre la nieve en un auto de casi dos toneladas y que solo con pisar con fuerza el acelerador alcanza los 100 kilómetros por hora en 5,3 segundos? No había tiempo para dudas; me ajusté el cinturón de seguridad, fui a la línea de salida y aceleré, ¡por qué iba a tener miedo! Volvo, históricamente, siempre ha estado a la vanguardia en seguridad para conductores y peatones.
La velocidad máxima que permiten sus motores es de 180 kilómetros por hora, inventaron el cinturón de seguridad y le regalaron la patente al mundo, ¿por qué iba a tener miedo? El EX30 –el nuevo juguete de la marca– tenía tantas ayudas electrónicas que podía presumir tanta habilidad al volante como Kimi Raikkonen o ‘Mad Max’ Verstappen, ¿o no?
El nuevo Volvo EX30 estará en Colombia por un precio que arranca en 180 millones de pesos. Foto:Cortesía Volvo
Había llegado a Suecia la noche anterior; dormí en un hotel en el aeropuerto de Estocolmo y al día siguiente –temprano– había tomado el vuelo a Lulea, en el Golfo de Botnia, prácticamente en la frontera con Finlandia y a solo un par de horas del círculo polar ártico. En el aeropuerto de Lulea se había acondicionado una pequeña sala VIP para el reducido y exclusivo grupo de periodistas e influencers de todo el mundo que habíamos sido escogidos para una experiencia que, por el momento, era un misterio. Nos dieron la charla de introducción, un termo y… “aquí están las llaves de sus autos”.
Los atardeceres en Suecia son un verdadero acontecimiento visual. Foto:Fernando Gómez
No pude tener un mejor compañero de viaje: Pierre Cateriano, un peruano supremamente buena onda, dedicado al montañismo y que, una vez terminado el viaje, había decidido ir en busca de una cumbre en Noruega; ¡era imposible que no fuera capaz de leer un mapa en caso de que nos perdiéramos en el camino! Pero hasta el personaje más negado para la tecnología sabría navegar en el EX30. Una de sus particularidades es que eliminó el tablero: toda la información del auto está en una tableta en el centro. Y nuestra meta –luego de una parada en una cabaña para tomar chocolate caliente– era el Arctic Bath, un impresionante hotel sobre el hielo, donde nos recibieron con ropa de invierno para conquistar el Everest y un spa fuera de concurso, donde particularmente viví una experiencia de locos.
Una de las cabañas del Arctic Bath Hotel Foto:Fernando Gómez
Luego del sauna nos esperaba una piscina a 5 grados bajo cero: literalmente un hueco en el hielo. No sé qué instintos primarios me conectaron con el frío, pero desde la primera inmersión me hundí hasta el cuello.
Había que entrar, literalmente, a un hueco en medio del hielo. Foto:Fernando Gómez
Todos nos reímos como niños y luego de relajarnos en una bata, nos preparamos para la cena, donde estuvimos con los principales responsables del auto y nos explicaron el origen de su preciosa paleta de colores y su conexión con Escandinavia y sus bosques, y cómo llegaron a los materiales reciclables que están en el auto y que hacen parte de la filosofía de la marca por un mundo mejor. Ya habíamos sentido qué era conducir por carreteras cubiertas de nieve con absoluta seguridad, y al día siguiente veríamos hasta dónde el auto podía desafiar nuestros límites. En medio del postre y del café, hablamos de las auroras boreales y todos terminamos con una app que podría avisarnos de su aparición; puse la alarma, me preparé para salir a la terraza de mi cabaña, pero el cielo nublado se negó a dejarnos disfrutar del espectáculo, “por ahora”, pensé.
El EX30 desembarca en Colombia en mayo. Foto:Cortesía / Volvo
Y solo unas horas después llegó el momento de la verdad. La pista de slalom estaba marcada con unos pequeños postes naranja. La idea era guiarse con ellos y después ir por el otro en la siguiente curva, y luego el otro y el otro. El final de la pista tenía un obstáculo contra el que había que acelerar aún más y luego esquivarlo. En Colombia no conducimos en la nieve, pero nuestras carreteras son estrechas y llenas de curvas y siempre tenemos en el panorama un abismo. Aceleré. Y, en contra de mi valentía, me di cuenta de que no quería hacerlo a fondo, tomé la primera curva como un abuelito, la otra, la otra, la otra, completé mi primer slalom y me di cuenta de que no me iba a pasar nada. Y volví. El EX30 corregía todos mis posibles errores de manejo, sentía cómo las llantas se agarraban y derrapaba como un experto. Y luego sentí que estaba solo. Era posible quitar las ayudas electrónicas; conducir con ayuda en dos o cuatro ruedas, o ninguna, pero siempre era confiable.
La entrada a la pista de hielo. Foto:Cortesía / Volvo
Y luego vino la verdadera prueba: una pista sobre un lago congelado con curvas de profesionales. Aquí era donde quería probarme, me dije. La superficie ofrecía 70 centímetros de grosor y montañas de nieve fresca para amortiguar el golpe en caso de que, por alguna extraña circunstancia, alguien se saliera de la pista. Yo no pensaba salirme. Había una curva de 160 grados donde el auto se deslizaba de maravilla. En el hielo la sensación de velocidad se duplica; el auto, de alguna manera, patina. Y durante cuatro vueltas me sentí parte de la cofradía de los grandes pilotos. Fue espectacular. La cara de alegría de todos no era casual.
Una de las cabañas del Tree Hotel. Foto:Fernando Gómez
El día terminó en el Tree Hotel. Esta vez mi hogar no estaba sobre el hielo, sino sobre los árboles. Varios arquitectos diseñaron cada cabaña de este singular hotel. Hay una en forma de ovni, otra tiene sus paredes hechas de espejos, otra la forma de un nido, una más la de un panal de abejas. Mi cabaña era la madre de todas las cabañas –era gigantesca– y solo le faltaba una tina de agua caliente. Bajo su estructura –me contó alguien– pasaba la noche una familia de renos. Nunca los vi, pero en la mañana vi sus huellas.
El periplo terminó con un nuevo viaje en carretera al aeropuerto. Manejar sobre la nieve ya era cotidiano.