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Así se vive en las microcasas del barrio San Francisco que fueron construidas sobre un centro comercial abandonado
Los locales olvidados de un centro comercial en ruinas ahora funcionan como viviendas de 5m2. Así se adaptaron sus habitantes.
Los lotes miden dos metros de frente por dos de fondo y familias han modificado sus casas para poder vivir de manera adecuada. Foto: Sergio Acero Yate / El Tiempo. Foto: Sergio Acero Yate/ El Tiempo

PRACTICANTE EN LA ESCUELA DE PERIODISMO MULTIMEDIAActualizado:
Carmen Saavedra se acostumbró a vivir en el barrio que tiene las casas más pequeñas de Bogotá. Ella tuvo que ingeniárselas y acomodarse en un espacio de solo 2 por 2,5 metros, que es la medida mínima para que una persona pueda dormir acostada y no de pie.
En este estrecho lugar, los inmuebles crecen hacia arriba porque para los lados no se pueden expandir. Junto a la mujer, otras familias se han acomodado de las maneras más ingeniosas para vivir en lotes aledaños y tener todas las comodidades en una de las zonas con mayor comercio del barrio San Francisco de la localidad Ciudad Bolívar.
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Doña Carmen tiene un local de gaseosas en el primer piso y por la noche, sube la escalera de mano para ir a dormir. Foto:Sergio Acero Yate/ El Tiempo
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El barrio San Francisco es un lugar comercial. Al rededor de la manzana de microcasas hay tiendas de ropa, que exhiben en maniquíes su amplia oferta de jeanes anchos, buzos estampados, camisetas de fútbol, esqueletos, ropa interior y uniformes de colegio.
Al girar por esa cuadra, se encuentran las microcasas de tres o cuatro pisos. En los primeros niveles funcionan locales, pequeñas empresas que la misma comunidad surte y mantiene. Tiendas de chucherías, de cerveza, una tienda de barrio y un restaurante de arroz chino son los negocios que funcionan en estas pequeñas viviendas. Encima están construidos los apartamentos en donde habitan los mismos es del negocio.
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Local de Doña Carmen, barrio San Francisco. Atiende de 8:00 a. m hasta las 8 p. m. Foto:Sergio Acero Yate/ El Tiempo
Al girar por esa cuadra, se encuentran las microcasas de tres o cuatro pisos. En los primeros niveles funcionan locales, pequeñas empresas que la misma comunidad surte y mantiene. Tiendas de chucherías, de cerveza, una tienda de barrio y un restaurante de arroz chino son los negocios que funcionan en estas pequeñas viviendas. Encima están construidos los apartamentos en donde habitan los mismos es del negocio.
En el año 2010, doña Carmen montó su negocio de zapatos npero “pagó la novatada”, y le robaron toda la mercancía, así que ahora vende papas, gaseosas y tinto en su tienda de barrio.
La mujer ha sacado adelante su trabajo y ha construido su vivienda con los recursos que le deja la venta de productos.
El local tiene una vitrina en la que exhibe los productos, una nevera con gaseosas, la pequeña cocina, que cuenta con estufa y lavaplatos; una cafetera, un televisor y dos mesas donde atiende a los clientes. Todo perfectamente acomodado en tan reducido espacio, de apenas 5 m2. Junto a ella trabaja su hija menor, Katherine, y a la vez cuida a sus dos nietos pequeños, Camilo y Esteban.
Comercio de ropa y telas en el barrio San Francisco, detrás de las microcasas. Foto:Sergio Acero Yate/ El Tiempo
El producto más apetecido por los clientes de Carmen es el tinto “en las mañanas esto permanece lleno, las personas que salen a trabajar vienen por su tinto y yo los atiendo amablemente”, comentó mientras disponía a subir al segundo piso por una escalera de mano metálica, parqueada en toda la mitad del local. De lejos, la mujer denota siempre una sonrisa, es evidente la alegría que le produce vivir ahí.
en las mañanas me siento en frente de mi ventana y veo a las personas pasar por el cable, me gusta mi localidad, mi barrio, y me encanta mi casa, aquí lo tengo todo
Subir al tercer piso no es fácil. Aunque Carmen ya tiene la técnica, para aquellos que suben por primera vez se pueden enredar con las escaleras construidas a un lado de la habitación, que dan hacia un hueco para salir al siguiente nivel. En este punto, es necesario subir agachado, con la cabeza entre los hombros y la espalda baja, pues se corre el riesgo de pegarse con el techo.
Doña Carmen es una persona muy amable, carismática y risueña. Aquel que vaya a su local y se gane la confianza, ella abrirá las puertas de su hogar para mostrarlo, y aunque viva en una de las casas más pequeñas de Bogotá, seguramente su humildad y carisma son más grandes que la misma ciudad.
DIEGO SANTIAGO SALINAS RODRÍGUEZ
Escuela de Periodismo Multimedia - EL TIEMPO
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