Para Cali y para Colombia, es muy importante la realización de la COP16. Nos permite visibilidad internacional y desarrollo económico con la llegada de miles de visitantes que estimulan la economía local a través del turismo y el sector de servicios en general. Otro beneficio sería el deseable compromiso ambiental con la conservación, posicionándonos como líderes en la agenda ambiental global. Además, traerá un dividendo cultural y social para Cali y el Valle del Cauca, que tienen una gran plataforma para mostrar su riqueza cultural y natural.
Sin embargo, la negociación anterior entre miles de delegados internacionales de 196 países reunidos en la COP15 de Montreal (Canadá), dio lugar a la firma en diciembre de 2022 del nuevo marco global de biodiversidad Kunming-Montreal, con el compromiso de frenar y revertir la pérdida de un 30 % de la biodiversidad en mar y tierra para el 2030. El balance, después de dos años, es que el mundo está lejísimos de este objetivo.
Es definitivo establecer alianzas público-privadas que involucren a comunidades locales, organizaciones no gubernamentales (ONG), la Fuerza Pública, empresas privadas y agencias gubernamentales.
Las sequías sucesivas están presionando la Amazonía hacia el punto de no retorno, en el que la degradación de la selva llegará a convertirla en emisora de carbono. La COP16 urgirá a los países para que muestren un compromiso cierto con parar y revertir la pérdida de biodiversidad. La realidad es que la mayoría de los países no ha presentado aún la revisión de sus planes sobre cómo proteger la naturaleza; solo han actualizado sus targets o metas.
Para que Colombia pueda hacer de la biodiversidad su nuevo modelo económico, es esencial desarrollar una política integral que promueva la conservación y el uso regenerativo, más que sostenible, de sus recursos naturales. No podemos seguir invirtiendo un paupérrimo 0,27 % del PIB en I+D (investigación y desarrollo). Indispensable a corto plazo llegar a un 1 % y en el mediano plazo lograr un 4 %. Esta política de Estado debe fundamentarse en la creación de alianzas público-privadas, con participación de fondos internacionales, para lograr el objetivo de financiar proyectos de reforestación y conservación de ecosistemas clave como la selva amazónica, los bosques, los arrecifes de coral, los manglares y los humedales.
Uno de los programas más prometedores para la selva amazónica y los bosques en Colombia es la puesta en práctica de técnicas de reforestación inspiradas en experiencias exitosas como la del australiano Tony Rinaudo en África. Rinaudo desarrolló un método conocido como 'Regeneración Natural Gestionada por Agricultores' (FMNR, por sus siglas en inglés), que ha demostrado ser altamente efectivo en la restauración de tierras deforestadas y en la mejora de la biodiversidad. Este método consiste en la poda y el manejo de brotes de árboles nativos que crecen de manera natural en el suelo, lo que permite una regeneración rápida de los bosques, natural y con vocación de permanencia a través de ganarse el corazón y la mente de comunidades y empresarios agrícolas.
Para materializar programas así en Colombia, es definitivo establecer alianzas público-privadas que involucren a comunidades locales, organizaciones no gubernamentales (ONG), la Fuerza Pública, empresas privadas y agencias gubernamentales.
Además, la participación de fondos internacionales, como el Fondo Verde para el Clima, el Banco Mundial y países como Emiratos Árabes Unidos, puede proporcionar el financiamiento necesario para llevar proyectos a gran escala que incluyan infraestructura social territorial como vías terciarias, agua potable, saneamiento básico, bancos de alimentos y conectividad a internet de alta velocidad. La colaboración con comunidades en el territorio es definitiva a través de las organizaciones locales de la sociedad civil, como juntas de acción comunal, asociaciones campesinas y comunidades indígenas, que son las principales beneficiarias y guardianas de los recursos naturales.
La realidad es que la mayoría de países no ha presentado la revisión de sus planes sobre cómo proteger la naturaleza.
La regeneración y protección de los arrecifes de coral, como la reserva Sea Flower en San Andrés, Providencia y Santa Catalina, es otra prioridad ambiental marítima y un componente clave de la política de biodiversidad de Colombia. Los arrecifes de coral son ecosistemas incalculablemente valiosos, que proporcionan hábitats para una gran diversidad de especies marinas, protegen las costas de la erosión y son fuente de ingresos a través del turismo y la pesca.
Para proteger y regenerar estos arrecifes, Colombia puede iniciar programas de restauración de corales que involucren la siembra de fragmentos de coral en áreas degradadas, la creación de viveros de corales y la implementación de medidas de protección contra actividades humanas depredadoras, como la pesca ilegal y la contaminación.
La colaboración con organizaciones internacionales especializadas en la conservación de arrecifes de coral, como The Coral Restoration Foundation y The Nature Conservancy, puede proporcionar el conocimiento técnico y el apoyo financiero necesario para materializar estos proyectos vitales.
Institucionalidad primero
Para atraer inversiones de países ricos en proyectos de conservación y restauración de la biodiversidad en Colombia, es necesario crear un entorno favorable que garantice institucionalidad (por ejemplo, que el Ministerio de Hacienda y Crédito Público se convierta en el Ministerio de la Bioeconomía), estabilidad política, transparencia, seguridad jurídica, financiación y participación de las comunidades nativas.
Algunas de las condiciones incluyen: un marco institucional, legal y regulatorio sólido: establecer leyes y regulaciones claras que protejan los derechos de propiedad y aseguren la sostenibilidad de los proyectos de regeneración.
Sin la selva, los bosques, los manglares y los humedales, alcanzar la meta de cero emisiones de carbono es una quimera.
Transparencia y rendición de cuentas: crear mecanismos de monitoreo y evaluación que permitan a los inversores internacionales verificar el uso adecuado de los fondos y el cumplimiento de los objetivos de conservación.
Participación comunitaria: involucrar a las comunidades locales en todas las etapas de los proyectos, desde la planificación hasta la implementación, el monitoreo y la copropiedad, por ejemplo, en proyectos de generación de energías limpias, recogiendo la experiencia de EPM en La Guajira, para asegurar su apoyo y compromiso a largo plazo.
Incentivos fiscales y financieros: ofrecer incentivos fiscales y financieros a los inversores internacionales, garantizar a créditos preferenciales para fomentar su participación en proyectos de conservación y regeneración.
En conclusión, sin la selva, los bosques, los manglares y los humedales, alcanzar la meta de cero emisiones de carbono es una quimera. La COP16, a juzgar por los resultados de las anteriores negociaciones, probablemente será una nueva frustración. Sinceramente, es deseable que tenga éxito en un compromiso real de los países ricos con los países pobres, pero ricos en naturaleza y biodiversidad. Por lo tanto, es crucial que Colombia adopte una política de Estado con enfoque proactivo, internacional y colaborativo para proteger y restaurar su biodiversidad, asegurando así un modelo bioeconómico real para las generaciones venideras.