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El carisma no es un don, es una habilidad: aprende a despertarlo

"El mundo no necesita personas perfectas. Necesita personas reales y emocionalmente conscientes"

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Hay personas que entran a un lugar y, sin decir una sola palabra, atraen todas las miradas. No es por la ropa ni por una belleza espectacular. Es algo más sutil. Más humano. Es esa presencia ligera, segura, que te hace sentir bien solo con estar cerca.
¡Eso es carisma!
Y la verdad es que, al contrario de lo que muchos creen, el carisma no está reservado para los extrovertidos ni es un don con el que se nace. Surge de cómo nos conectamos con los demás, de nuestra energía emocional, de la autenticidad que decidimos llevar con nosotros cada día.
Pero… ¿es posible desarrollar ese encanto silencioso? ¿Se puede aprender, practicar y vivir el carisma?
Esa es precisamente la conversación que vas a leer a continuación. En una cafetería con ventanales amplios, aroma a café recién hecho y una suave bossa instrumental de fondo, un café entre amigas se convierte en una charla íntima, donde entre sorbos y confidencias, Rebeca Macedo, especialista en inteligencia emocional, demuestra que el carisma está más cerca de lo que imaginamos.
Prepara tu café… y tus emociones. Porque esta es una conversación con mucho ‘Aroma de Emociones’.
Catalina, mientras revuelve su café, me confiesa:
—Rebe, no sé si alguna vez te lo dije, pero a veces veo a algunas personas en el trabajo y pienso: “Esa persona ni siquiera habla tanto, ni es la más linda, pero tiene algo... algo que atrapa, que atrae. Que hace que todos quieran estar cerca”. Y ahí me pregunto: “¿Qué tiene ella que yo no tengo?”
—Ay, Cata… ¡qué bueno que lo traes! —le respondo con una sonrisa suave—. Ella tiene carisma, Cata. ¿Y sabes qué es lo más increíble? El carisma no es un don mágico reservado para unos pocos afortunados. Es un reflejo directo de la inteligencia emocional en acción.
Catalina me mira con cara de no creerlo:
—Tú hablas tanto de eso… pero confieso que aún veo el carisma como algo medio místico. Como una “presencia” con la que se nace.
—Cata, ese es uno de los mayores mitos. El carisma es una habilidad social y emocional que se puede —y se debe— desarrollar. Y no se encuentra solo en la forma de hablar o en cuán extrovertida sea una persona. De hecho, estudios de la psicóloga social Olivia Fox Cabane, autora del libro “El mito del carisma”, muestran que el carisma es el resultado de la combinación de tres elementos clave: La presencia – estar verdaderamente atento al otro; El poder – proyectar seguridad, sin arrogancia; y La calidez – demostrar empatía e interés genuino.
—¡Wow, Rebe… eso cambia todo! Siempre pensé que tenía que ser más extrovertida, más “show”. ¡Pero solo de pensarlo ya me canso!
—¡Tranquila, Cata, ¡no hace falta! El carisma no se trata de brillar más que los demás. Se trata de hacer que los demás se sientan brillando cuando están contigo. Y eso tiene todo que ver con la inteligencia emocional, que es nuestra capacidad de reconocer, comprender y gestionar las emociones —las nuestras y las de los demás— de forma efectiva.
Según Daniel Goleman, referente mundial en el tema, la inteligencia emocional tiene cinco pilares fundamentales: autoconciencia, autorregulación emocional, motivación interna, empatía y habilidades sociales.
—¿Y cómo se aplica eso al carisma? —pregunta Catalina, acercando su silla y mirándome con atención.
—¡Te lo muestro! Mira Cata: piensa en la sonrisa como un puente emocional. Una sonrisa auténtica, que nace de una emoción real, activa sistemas neurológicos de empatía en el cerebro de quien la ve. Comunica: “estás seguro aquí, te acojo”.

Algunas señales de una sonrisa auténtica son:

  • Las personas carismáticas sonríen con todo el rostro —no solo con los labios, sino también con los ojos.
  • Una sonrisa real se relaciona con la expresión de Duchenne, que activa músculos alrededor de los ojos.
  • La inteligencia emocional nos permite acceder más fácilmente a esa sonrisa porque desarrollamos autenticidad emocional.
—¡Qué interesante, Rebe! Porque uno siente cuando la sonrisa es forzada, ¿cierto? O peor aún, cuando la usan para manipular…
—Exactamente, Cata. La mente capta esos detalles. Y se rompe la confianza. Por eso, trabajar en la autenticidad es el primer paso para desarrollar carisma. Además, el humor es una de las herramientas más poderosas de conexión social. Pero solo funciona bien cuando incluye, no excluye.
Las personas carismáticas tienen un humor generoso. Ríen contigo, animan a los demás a expresarse y no compiten por atención. Y eso está ligado al control del ego y a la empatía —pilares de la inteligencia emocional.
—Ay Rebe, qué tristeza… tengo colegas que no soportan ver a alguien teniendo éxito sin intentar “brillar más” … ¡y se nota tan forzado!
—¡Y lo es, Cata! Eso demuestra inmadurez emocional. Porque el verdadero carisma nace de un lugar de seguridad interior. Y esa seguridad viene del autoconocimiento estructurado, no de la necesidad de demostrar algo todo el tiempo.
Y hay algo más que no podemos olvidar: la escucha activa. Saber escuchar tiene su encanto.
—Siempre dices eso, Rebe… que quien escucha con presencia vale más que quien habla bonito, ¿no?
—Totalmente, Catalina. La escucha activa es el corazón de la conexión humana. Requiere enfoque, paciencia e interés real. Implica hacer preguntas con intención, mirar a los ojos, reaccionar con empatía, hacer que el otro se sienta visto y escuchado. Eso transforma cualquier conversación en algo memorable —y te vuelve inolvidable.
Y ¿sabes qué más, Cata? Las personas carismáticas no ignoran los problemas, pero eligen cómo enfrentarlos. Regulan sus emociones antes de derramarlas sobre otros. Saben evitar las quejas constantes, cultivan la gratitud y son conscientes del impacto de su energía en el entorno.
—Rebe… eso me hace pensar… el carisma tiene más que ver con autocontrol que con “encanto”, ¿verdad?
—Exacto. Se trata de coherencia emocional. Y cuando desarrollas eso, tu presencia cambia —sin decir una sola palabra. Y Cata, una parte súper importante es la comunicación. Porque el carisma tiene TODO que ver con comunicarse de manera auténtica.
—¿Y cómo lo logro, Rebe?
—Entrena hablar con claridad, sin exagerar, tener una postura segura y abierta, y alinear el tono de voz, el cuerpo y las palabras. Eso es congruencia emocional, y la gente confía en quien es congruente.
—Rebe… me doy cuenta que todo esto no es solo para que los demás me quieran más. Es para que yo también me quiera más, ¿cierto?
—Exactamente, Cata. El carisma empieza cuando haces las paces con quién eres. Cuando sonríes con el corazón, escuchas con empatía, te comunicas con presencia y vives con autenticidad… no necesitas buscar atención. Ella llega sola. Y recuerda, Cata: el carisma no está en el futuro. Está en cada elección emocional que haces hoy. Es la suma de tus microacciones con intención y sensibilidad.
—Creo que hoy empecé a ser esa persona… —dijo Catalina, sonriendo ya con los ojos.
—Cata… tú ya lo eres, amiga. Solo tienes que dejar que el mundo lo vea.
Me dio un abrazo y prometió contarme las novedades después de poner todo en práctica.
Al final de todo, el carisma no se trata de ser el más guapo, ni el más extrovertido, ni el más impresionante —se trata de cómo haces sentir a los demás cuando están cerca de ti. Nace de la autenticidad, de la escucha genuina, de la sonrisa sincera y de la energía emocional que decides transmitir.
Es una expresión viva de la inteligencia emocional: cuando te conoces, regulas tus emociones y te comunicas con empatía, te vuelves naturalmente magnético.
El carisma no es performance, es presencia. Y mientras más te permites ser tú mismo, más haces que los otros se sientan seguros de ser también.
Lleva esta reflexión contigo a tu próxima conversación, a tu próximo encuentro, a tu próxima mirada. Y si este contenido te tocó… compártelo con alguien que también esté listo para conectar con el mundo de una forma más verdadera y memorable.
 Rebeca Macedo Duarte, especialista en Inteligencia Emocional

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