Falcao García metió un gol de penalti en la fase final de la Liga colombiana. De inmediato, se llenaron las redes sociales de imágenes en fuera de lugar o en posición legal, según el emisor del mensaje. Es uno de esos casos que debería ser estudiado por la física cuántica y no por analistas deportivos. Es un gol que fue y no fue al mismo tiempo, como los átomos que están en dos lugares a la vez.
Los pantallazos del momento congelado están trazados por líneas de colores, demostrando para los hinchas del equipo azul que había una clara habilitación de los defensas contrarios. Los mismos pantallazos del momento exacto, y con las líneas iguales, mostraban para los hinchas verdes todo lo contrario.
¿Cómo es posible que dos seres humanos vean cosas distintas en la misma imagen? Ha habido a lo largo del siglo XX y XXI una gran cantidad de experimentos que buscan entender cómo la emoción y la razón pueden ser dos caminos diferentes para lograr un juicio moral (o una justificación a favor de un equipo de fútbol), e incluso alterar la percepción de los sentidos.
En 2002, el profesor David Redlawsk intentó explicar el término de polarización afectiva a través de un estudio en medio de las elecciones, que arrojó que los participantes del experimento que se sentían emocionalmente conectados con un candidato ignoraban la información negativa y buscaban justificarlos. Ninguna sorpresa.
Lo mismo ocurrió en otro estudio de la Universidad de Princeton, que reveló que el cerebro responde de manera distinta a las mismas acciones dependiendo de quién es el protagonista y si este comparte valores con los participantes o no.
No importan los hechos, en cuestión de fútbol no podemos esperar una discusión objetiva, sino una batalla por la supremacía moral.
En la mente del fanático, el razonamiento es esclavo de las pasiones. Al ver esa imagen de Falcao, se activa un proceso automático donde la creencia, la intuición y la emoción inundan la mente. Además, el sentido de pertenencia tribal que despierta un equipo de fútbol hace que cuando el aficionado escucha una opinión contraria, no solo se está criticando al equipo o al jugador, se está cuestionando una parte de quién es él.
La psicología social lo llama sesgo de grupo interno. No importan los hechos, en cuestión de fútbol no podemos esperar una discusión objetiva, sino una batalla por la supremacía moral.
Aristóteles trabajó mucho en la lógica de A=B, B=C, entonces A=C. Pero en el fútbol esto se ignora. Aquí A (jugador en fuera de lugar), B (jugada inválida), y C (no es gol) pierden sustento y entra D (la culpa es del VAR, del árbitro, de la Dimayor, etc.)
La razón, tanto en el fútbol como en las ideologías, no está hecha para argumentar, sino para justificar lo que las emociones nos impulsan a creer. El pensamiento moral de los hinchas (adapto las conclusiones del psicólogo Jonathan Haidt) se parece más al de un político que quiere tener la razón, que al de un científico que busca la verdad.
¿Quién quiere lógica y razón en el fútbol, al fin y al cabo? Cada hincha seguirá proclamando sus verdades absolutas y verá lo que quiere ver. Ni el VAR los pondrá de acuerdo y Falcao seguirá celebrando un gol que, como el gato de Schrödinger, fue y no fue legal al mismo tiempo, incluso después de verlo en repetición (a diferencia del gato de Schrödinger).