“¡De no creer! ¡No sabes lo que le pasó a una mujer en plena carretera! Te lo contamos en el primer comentario”. “¡Increíble! Falleció haciendo lo que más el gustaba. Haz clic en el primer comentario para leer esta triste historia”. “¡No vas a creer lo que dijo el presidente! En los comentarios te contamos”. “Famosa ‘influencer’ saca la cara por la ventana y... ¡No sabes!”.
Estas frases son algunos de los titulares que publican los medios serios del país en sus cuentas de redes, particularmente en Facebook e Instagram. Si bien no soy quién para juzgar las estrategias que cada medio usa para crecer audiencia, como consumidor y suscriptor de algunos, me siento en la libertad de señalar que la imagen de estos en redes ha menguado la seriedad y credibilidad de sus marcas.
Los medios tradicionales han sido durante décadas referentes de seriedad y credibilidad, atributos que les han permitido ser pilares fundamentales en la formación de la opinión pública. Creo que aún lo siguen siendo, pero están haciendo hasta lo imposible por desfigurar ese papel en las redes, donde se han plegado a lo que les ha ido dictando el algoritmo.
Hoy, a los equipos digitales, lo que se les pide es que traigan tráfico y aumenten seguidores, y no necesariamente que hagan periodismo. Y esto se logra dándole gusto al algoritmo, es decir, buscando estrategias de engaño y enganche.
En otras épocas, cuando los medios no estaban pasando tanto aceite para sobrevivir, estos habrían denunciado con indignación en lo que hoy incurren: una búsqueda desesperada por atraer clics, interacción y seguidores. Es innegable que la transformación digital los ha obligado a adaptarse a nuevas dinámicas, pero, en lugar de innovar con contenido de calidad, muchos han optado por el camino fácil: titulares sensacionalistas, fragmentación del contenido y una narrativa diseñada no para informar, sino para generar interacciones vacías. Lo más curioso es que este juego no les deja muchos beneficios. Más seguidores en redes no implica más ingresos, y, peor aún, la credibilidad que se pierde en el proceso es irrecuperable.
Hoy, a los equipos digitales, lo que se les pide es que traigan tráfico y aumenten seguidores, y no necesariamente que hagan periodismo
Lo que solía ser una práctica de portales noticiosos de dudosa reputación, presentar un titular con desarrollo sin sustancia, o un contenido que no justifica la expectativa generada, es ahora parte del repertorio de varios medios serios. ¿Y cuál es el problema de esto? Que la relación entre el medio y la audiencia, que solía estar sustentada en la confianza, se está transformando en una transacción engañosa: el entrega su clic y su tiempo y, a cambio, recibe una decepción.
Poco a poco estamos viendo que los medios ya no compiten por ofrecer la mejor información, sino por hacerle caso al algoritmo de plataformas como Facebook, Instagram o X. La relevancia ya no la define la calidad del periodismo, sino la cantidad de interacciones generadas, y esto ha provocado que muchas salas de redacción trabajen más para las métricas que para la audiencia.
La pregunta que me hago es si los medios están dispuestos a cambiar esa dinámica, y creo que la respuesta es negativa. No parece haber nada que rompa el hechizo de las redes. Los medios, ante sus dolores financieros, se han visto obligados a sacrificar profundidad y rigor a cambio de seguidores y clics. Lo que antes era un trabajo meticuloso de reportería hoy es, muchas veces, una carrera por publicar rápido lo que más impacto pueda tener en redes, sin importar si se trata de una información realmente relevante.
Si los medios no hacen un alto en el camino y recuperan su esencia, es probable que terminen convertidos en caricaturas de lo que alguna vez fueron. La credibilidad es un recurso no renovable, y cuando se agota, es casi imposible reconstruirla.
DIEGO SANTOS
Analista digital