Kofi Annan decía que “ninguna sociedad democrática puede existir sin una prensa libre, independiente y plural”. La libertad de prensa es uno de los pilares más importantes para la democracia y para el Estado de derecho mismo. Es por eso que hoy se debe celebrar el regreso de la revista ‘Cambio’.
Nuestra historia republicana se ha escrito con la tinta de la prensa periódica y los magacines de opinión. En un maravilloso ensayo de David Bushnell sobre el desarrollo de los medios en la Gran Colombia, se demuestra que estos fueron vitales para la necesaria maduración de la incipiente democracia del siglo XIX. Incluso antes de la gesta independentista circulaba por la colonia el ‘Semanario del Nuevo Reino de Granada’ del sabio Caldas. Fue justamente allí donde se estrenó como periodista Antonio Nariño, quien publicaría la traducción de la Declaración de los Derechos del Hombre en 1793. Dicho documento, cuya importancia no puede ser desestimada, sería la inspiración de próceres de la talla de Camilo Torres, Bolívar y Santander.
Una de las primeras decisiones de la primera república patriota fue eliminar muchas de las barreras que durante la Colonia les habían sido impuestas a los medios impresos y que limitaban de manera ostensible la libertad de prensa. Fue después de ese momento que publicaciones como la ‘Bagatela’, de Antonio Nariño, pudieron circular con mayor holgura. Asimismo, comenzaron a proliferar folletos, panfletos e incluso los primeros periódicos de la Gran Colombia. En los albores de la democracia republicana surgían con frecuencia nuevas publicaciones. La mayoría incluían la posición oficialista y servían como medios de propaganda para el Gobierno. Con frecuencia, el mismo Francisco de Paula Santander escribía anónimas columnas comentando los eventos políticos y fijando posiciones que resultaban determinantes para el delicado equilibrio parlamentario.
Paradójicamente, mientras crecía una consciencia y aprecio hacia la libertad de prensa, así como su reconocimiento como un principio irrenunciable de la democracia, no faltaron también constantes ataques a los medios que expresaban ideas contrarias a los intereses del gobierno de turno. Un ejemplo fue el cierre del diario ‘El Patriota’, uno de los que más ediciones logró mantener. Muchos otros, en cambio, ya sea por falta de recursos o por el simple hecho de asumir posiciones incómodas frente a la istración, tuvieron una existencia fugaz. Allí se encuentran ‘La Gaceta de la Ciudad de Bogotá’, ‘El Correo’, ‘La Gaceta de Colombia’, ‘La Indicación’, ‘La Miscelánea’, ‘El Insurgente’, entre otros.
Durante el siglo XIX, se entendió y asumió la importancia de la libertad de prensa para forjar una real democracia, pero asimismo se advirtió el peligro que implica el monopolio de la información y su manipulación para convertirla en un canal de propaganda pública. El largo proceso de consolidación de medios escritos en Colombia tuvo también su importante capítulo durante el siglo XX. Periódicos de circulación nacional como EL TIEMPO y ‘El Espectador’, hasta ahora los más longevos e influyentes, sufrieron los embates de la dictadura de Rojas Pinilla y la violencia del narcotráfico, respectivamente, manteniendo las banderas de la libertad de prensa como verdaderos estandartes de la democracia.
Hoy en día no cabe duda sobre la sacralidad de la prensa libre y la necesidad de que sea plural, independiente e incluso, por qué no, irreverente. Los medios de comunicación, en la actualidad ampliados a la televisión, la radio y otros recursos digitales, sirven como un necesario y legítimo contrapoder. Su rol en la sociedad es imprescindible y es el verdadero termómetro para medir la salud del Estado de derecho y la profundidad de la sociedad civil.
En 1993 se fundó una de las revistas de mayor impacto para la opinión pública. En sus páginas dejaron huella valientes periodistas que denunciaron sin cesar los escándalos de corrupción, las injusticias y los abusos de sujetos públicos y privados. En 2010, la publicación cerró. Hoy, en medio de una de las mayores crisis sociales y políticas de nuestra historia reciente, vuelve a la vida llenando de esperanza a las voces críticas e independientes. Una verdadera bocanada de aire para una opinión cada vez más fragmentada y polarizada, cuando no sujeta a los dictados y caprichos del poder.
“La fuerza de la opinión pública es irresistible cuando se le permite expresarse libremente”, decía Thomas Jefferson. Con la nueva revista ‘Cambio’ se fortalecerá el debate nacional y gana el bien público que se nutre de la multiplicación de voces y visiones, cuya presencia le da aliento, vida y sentido a la democracia y a la libertad.
Ñapa: más preocupante que la inconstitucional propuesta del Gobierno de pupitrear mediante ley ordinaria la suspensión de la ley de garantías –que es de naturaleza estatutaria–, es la burda y acomodada defensa de ciertos congresistas al proyecto. Muchos de ellos, hace 3 años, la calificaban como la medida más corrupta posible en épocas de elecciones.
GABRIEL CIFUENTES GHIDINI