En el momento de sentarme frente al computador para escribir esta columna me llega información sobre los resultados de la encuesta hecha esta semana por Datexco sobre cómo califica la opinión pública la gestión del presidente Gustavo Petro. A la fecha, el 60 por ciento de los colombianos desaprueban su gestión, y solo el 31 por ciento la aprueba. Esto significa que casi el 70 por ciento de los ciudadanos piensan que Colombia va mal, y que se deben buscar consensos para sacar adelante las reformas que están para estudio del Congreso de la República, atendiendo las observaciones que le hacen tanto los gremios como los especialistas en estos temas. Es decir, los colombianos, en su gran mayoría, no están de acuerdo con las reformas de la salud, laboral y pensional.
Las multitudinarias marchas del pasado 20 de junio, que Gustavo Petro quiso minimizar diciendo en su cuenta de Twitter que fue débil en el Caribe y en el Pacífico y que en Bogotá no logró llenar la plaza de Bolívar, fueron una demostración clara de que el descontento con su gobierno crece cada día. La plaza de Bolívar de Bogotá tuvo un lleno total. Muy superior al que tuvo el 7 de junio, cuando marcharon quienes apoyan su gestión. La movilización en Medellín fue inmensa. Lo mismo la de Manizales: casi diez cuadras de ciudadanos marcharon expresando consignas contra Gustavo Petro. Algunos medios dicen que, solo en Medellín, se movilizaron noventa mil personas. El triple de las que lo hicieron en toda Colombia en respaldo a sus reformas. En Manizales, ese día, solo salieron a marchar setenta personas.
¿Cuáles son las razones para que el descontento con el gobierno de Gustavo Petro crezca cada día? Son, en su gran mayoría, de índole ideológico. La reforma de la salud busca acabar con lo que en el país se ha construido en treinta años, cerrando las EPS para darle paso a un sistema estatista que ya fracasó con el Seguro Social. La reforma pensional está estructurada para que se fortalezca una entidad estatal, Colpensiones, corriéndose el riesgo de que el Estado disponga de los ahorros de los colombianos depositados en los fondos de pensiones. Y la reforma laboral puede significar, según un estudio del Banco de la República, la pérdida de cerca de 450.000 empleos porque golpea la estabilidad económica de las empresas debido a las altas indemnizaciones que impone por el despido de trabajadores.
Debe ayudar a construir un país mejor, donde exista entendimiento, y no una nación donde con discursos incendiarios se fomente el odio de clases.
Son muchas las razones de ese descontento que entre los colombianos crece hacia los programas de un mandatario que utiliza el balcón presidencial para señalar a los que él cree responsables de su baja de favorabilidad en las encuestas. En la alocución del 7 de junio señaló a la prensa como la causante de los rechazos. Y no tuvo ningún empacho en sembrar cizaña en sus seguidores hacia quienes él considera sus enemigos. Petro está llamado a actuar con mesura, sin exacerbar los ánimos ni dividir a los colombianos por cuestiones ideológicas. Debe ayudar a construir un país mejor, donde exista entendimiento, y no una nación donde con discursos incendiarios se fomente el odio de clases. Debe recordar que solo tres de cada diez colombianos aptos para votar lo hicieron por él en la segunda vuelta.
Ningún ciudadano de bien acepta que se les brinden garantías a los delincuentes. Que es lo que intenta Gustavo Petro cuando defiende a los integrantes de la primera línea, que paralizaron el país con sus actos vandálicos. En una alocución pública se atrevió a llamarlos “jóvenes perdidos en el rebusque, que estaban poniendo encima de la barricada la bandera de la dignidad, la bandera de la democracia, la bandera de la libertad”. ¿Bandera de la dignidad ocasionar la muerte de varias personas? Esos jóvenes lo único que hicieron fue paralizar el país recurriendo a la violencia. ¿Qué se le puede pedir a un presidente que les ordenó a las Fuerzas Armadas no atacar a los insurgentes y, en cambio, permitirles el desplazamiento por el territorio nacional haciendo proselitismo armado?
Las quejas que varios gobernadores han hecho sobre la situación de orden público en sus departamentos, donde la criminalidad se ha incrementado debido a que se ha bajado la guardia frente a los grupos armados, tienen incidencia en el descontento que con Gustavo Petro se registra en las regiones. Los ciudadanos sienten que la inseguridad se ha incrementado. Esta fue una de las arengas que pronunciaron los marchantes el 20 de junio. Ningún colombiano está de acuerdo en que nuestros policías sean sometidos por la guardia indígena. Ni a que aparezcan delincuentes inaugurando puentes en el Catatumbo ni mucho menos adoctrinando a los estudiantes en planteles educativos rurales. Lo que se ha visto es producto de la permisividad del Gobierno. Ahí está el descontento.
Lo que todos los días estamos viendo los colombianos nos hace pensar que Gustavo Petro está cumpliendo al pie de la letra los postulados del Foro de São Paulo. A él, como presidente, solo le importa imponer su ideología. Se le llena la boca diciendo que tiene el respaldo del pueblo. Sin embargo, se siente que el descontento también lo están viviendo esas clases sociales que él dice defender. Todo porque la inseguridad en las grandes ciudades la sufren por igual todas las clases sociales, y porque el alza de los productos de la canasta familiar afecta más a los pobres. El discurso populista de Gustavo Petro, donde siempre invoca al pueblo que lo llevó al poder, está lleno de frases sensibleras. Les miente a los que nada tienen para convencerlos de que su gobierno será la salvación para ellos.
Para medir cómo crece el descontento con el gobierno de Gustavo Petro basta con mirar los resultados del séptimo Estudio de Percepción de los Jóvenes realizado por la Universidad del Rosario. En seis meses su favorabilidad bajó del 61 por ciento al 46 por ciento en los jóvenes entre los 18 y los 32 años de edad. El escándalo desatado por los audios de Armando Benedetti, el retiro de tres ministros que no pensaban como él, la denuncia de la esposa de su hijo de apropiarse de dineros de la campaña, los costosos viajes de la Vicepresidenta y el ofrecimiento al Eln de financiación para mantenerse en los diálogos han hecho que miles de colombianos que depositaron su voto por Gustavo Petro hoy estén arrepentidos de haberlo hecho.
JOSÉ MIGUEL ALZATE