La semana pasada hubo noticias buenas y malas. Una buena fue la confirmación del tamaño de un pozo de gas, mar adentro, a 32 km de la costa, cuya existencia se había anunciado hace dos años, y que se empezó a explorar hace 20. La mala nueva, casi simultánea, fue una sentencia de tutela que le pone freno a la exploración, cuando, por la crisis que se avecina, habría que meter todo el acelerador.
Es un asunto serio; se han ocupado de él, y se ocuparán bastante más, los analistas expertos. Yo quisiera hoy detenerme en algo que pasó casi inadvertido: la exigencia del juez de que los nombres del pozo y del bloque de exploración se cambiaran. Así, en menos de 48 horas, como ordenó, el pozo pasó de Uchuva-2 a Sirius, y el bloque, de Tairona a GUA-OFF-O.
Parece un asunto insignificante, pero quise entender bien, y leí completa la sentencia de 40 páginas. El accionante solo exigió que se consultara a la comunidad indígena de Taganga (aunque hace 20 años se había documentado que no se vería afectada). El juez le dio la razón y decretó la suspensión de toda actividad; señaló, además (pág. 34), que "si bien no fue solicitado el amparo por el uso de los nombres Tairona y Uchuva, tiene la facultad y el deber de pronunciarse sobre todas las vulneraciones de derechos...", y esto a su entender "constituye una indebida apropiación cultural...".
El argumento de la 'apropiación cultural' me parece muy discutible. La historia de la humanidad es una de mezcla de culturas, de mestizajes múltiples, de fertilización cruzada de culturas, que ha conducido a lo que somos. Hay muchas pruebas de ello: la sentencia fue escrita en un excelente castellano, idioma que se originó en algunas provincias de España a partir del latín, con raíces griegas, influencia de acentos visigodos e inclusión de palabras árabes. El juez lo usa sin pedir permiso; lo siente de su propiedad.
Hay, entonces, unas culturas que pueden ser apropiadas y otras que no. Para decidir de cuál puede uno apropiarse hay que evaluarlas en la escala de opresión.
El accionante de la tutela fue el gobernador de la comunidad indígena de Taganga, don Ariel Daniels de Andreis. Tal vez haya que recordar que Ariel es un nombre bíblico que significa 'León de Dios'; Daniel también es hebreo y significa 'Dios es mi juez'. Los apellidos del señor juez, Villalba del Villar, vienen de algún poblado de la remota Castilla; también son de otra cultura.
Tairona es un nombre indígena; no sé si le pertenece a la comunidad de Taganga, pero podemos suponerlo. Pero la uchuva es una fruta de los altos Andes americanos, que se da entre los 1.800 y los 3.600 metros de altura, muy lejos de Taganga. En Ecuador la llaman uvilla; en Perú, aguaymanto, y en Bolivia, chirto.
En cambio, Sirius, el nuevo nombre, es latino y se basa en una leyenda griega: cuando una diosa mató accidentalmente a Orión lo convirtió en una constelación, y su fiel perro Sirius se volvió la estrella más brillante del firmamento. Yo diría que acá sí hay una rampante 'apropiación cultural'.
La idea de que las culturas tienen derechos exclusivos sobre sus manifestaciones es de la década de 1980, relativamente reciente. Varios autores confluyen en esa idea, el más recordado posiblemente sea Frantz Fanon, literato y filósofo mediocre (en mi opinión) pero activista y revolucionario que postuló la lucha contra las culturas dominantes con las armas (las de verdad no las retóricas).
Se empezó a poner de moda que las culturas opresoras se apropian de símbolos y otros elementos de las oprimidas. Hay, entonces, unas culturas que pueden ser apropiadas y otras que no. Para decidir de cuál puede uno apropiarse hay que evaluarlas en la escala de opresión.
Me pregunto qué sería del arte, la literatura, la música y la ciencia si se llegara a imponer la ideología que prohíbe la 'apropiación cultural'. Es una moda ideológica que ojalá se acabe pronto, porque es una moda muy pendeja.