Las próximas dos semanas se realizará en Cali la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad, la COP16. Corresponde al seguimiento de una de las Convenciones de la ONU aprobadas en la histórica Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992. Aparte de la agenda intergubernamental, habrá también múltiples debates académicos y actividades culturales. Me complace porque se realiza en mi ciudad, embellecida además con la COP, pero también por mi doble honor de haber sido el ministro que tuvo a su cargo impulsar la creación del Ministerio de Medio Ambiente mediante la Ley 99 de 1993, y por haber promovido con firmeza por una década los principios de sostenibilidad ambiental en las Naciones Unidas, los cuales sigo compartiendo.
El lema de la COP, ‘Paz con la naturaleza’, recoge muy bien sus objetivos, pero también el inmenso reto de promover el uso sostenible de la biodiversidad y el reparto equitativo de sus beneficios, así como de detener y revertir el deterioro de la naturaleza con la destrucción de ecosistemas y la extinción de especies. En este campo, se debe acordar finalmente el mecanismo multilateral sobre justo y equitativo y distribución de beneficios derivados del uso de información digital sobre secuencias de recursos genéticos, es decir, de los datos biológicos asociados a dichos recursos.
La COP16 debe dar seguimiento al Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal, que se adoptó en la anterior Conferencia, entre cuyos objetivos se cuentan conservar ecosistemas y restaurar por lo menos el 20 % de los degradados de agua dulce, marinos y terrestres. Se cuentan también reducir al menos a la mitad los nutrientes que se pierden en el medio ambiente y en al menos dos tercios las sustancias químicas, en particular los plaguicidas, perjudiciales para la diversidad biológica, y eliminar el vertido de residuos plásticos, que está afectando los mares del mundo.
Entre los temas ambientales mundiales, la biodiversidad ha recibido menos atención que la lucha contra el cambio climático. Como uno de los países megadiversos del mundo, Colombia debe impulsar con fuerza la primera de estas agendas. Esto implica apoyar firmemente el financiamiento de la protección de la biodiversidad, un tema que se ignora o minimiza en la agenda de muchos bancos multilaterales.
Entre los temas ambientales mundiales, la biodiversidad ha recibido menos atención que la lucha contra el cambio climático. Como uno de los países megadiversos del mundo, Colombia debe impulsar con fuerza la primera de estas agendas
En tal sentido, se deben fortalecer además los recursos de apoyo a la biodiversidad que pueden proporcionar el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, el Fondo de Pérdidas y Daños generados por el cambio climático y los programas de canje de deuda por naturaleza. No menos importante, se debe promover la eliminación de subvenciones públicas en distintos países que son perjudiciales.
Para Colombia, esta es también una oportunidad de fortalecer nuestra propia agenda ambiental. En este sentido, el tema más crítico es frenar definitivamente la deforestación, que tiene efectos notables sobre nuestra biodiversidad y es nuestra principal contribución al cambio climático.
Al mismo tiempo, es importante generar un balance apropiado entre la agenda nacional ambiental y la económica y social. En tal sentido, es necesario manejar varias disyuntivas relacionadas tanto con las regulaciones ambientales como de negociación con las comunidades. No puede ser, por ejemplo, que el retraso en los acuerdos para la línea de transmisión eléctrica desde La Guajira haya llevado a varias empresas a suspender sus programas de montar plantas solares.
Tampoco puede ocurrir que decisiones de autoridades ambientales o negociaciones con las comunidades frenen la explotación de reservas de gas que el país necesita con urgencia, y que es un hidrocarburo menos dañino para el medio ambiente. Igualmente, el rechazo o la lentitud de las autorizaciones ambientales no debe frenar el desarrollo de la explotación de cobre, un mineral estratégico para la transición energética mundial y que se puede producir en mayor escala en Colombia.
JOSÉ ANTONIO OCAMPO