En unos días (22 y 23 de mayo) estaremos festejando tres décadas de la Plataforma de Acción de Beijing de 1995 y su hoja de ruta, adoptada de forma unánime por 189 países y centrada en la igualdad de género y los derechos humanos de las mujeres, las adolescentes y las niñas en todo el mundo. En esta declaración se identifican doce áreas prioritarias sobre las cuales es urgente actuar.
Es decir que al mismo tiempo que se van a recordar los avances que hemos logrado en materia de igualdad de género, se insistirá también en la persistencia de las desigualdades y las nuevas situaciones de retrocesos que surgen en estos últimos años en muchos países del mundo, retrocesos debidos en gran parte a una sacudida geopolítica del mundo, de un mundo que gira hacia la derecha. Lo dice la Plataforma de Acción de Beijing: quedan muchas áreas prioritarias por abordar, incluso algunas que pensábamos casi resueltas.
Y me parece importante recordar este evento cuando actualmente las feministas colombianas, que han trabajado tanto para que los derechos de las mujeres sean reconocidos, están hoy denunciando de manera valiente, como lo hizo hace unos días la columnista Yolanda Reyes, lo que pasó en la inauguración de la Feria del Libro de este año. Les recuerdo que la mesa principal de dicha inauguración estuvo compuesta por once hombres y, en una de las esquinas, una sola mujer: la gran Piedad Bonnett (¡claro, tengo ganas de decir que ella valdría bien por once mujeres!). Y permítanme repetirlo porque sé que parece realmente una broma: once hombres y una sola mujer para inaugurar una feria del libro cuyo tema central era, además, el cuerpo.
Decepciona este hecho cuando pensábamos que el concepto de paridad iba por buen camino y más cuando se habla de la historia de las mujeres, tan difícil y llena de obstáculos para su a los saberes, a la literatura, a la escritura y la palabra. Y sí, sé que me dirán que me calme, que no fue sino un acto público relacionado con una feria del libro, que esto no significa casi nada. Pues se equivocan. Este acto es para nosotras, feministas y no feministas, una especie de diagnóstico que apunta al trabajo que nos falta por hacer con estos varones recalcitrantes, varones cultos, varones que leen, que escriben y que seguramente dicen que reconocen y valoran a las mujeres. Y es muy curioso que, en un gobierno del cambio y una ministra de Cultura mujer, su representante hombre en la mesa –el viceministro de Cultura– no haya sido capaz por lo menos de hacer una reflexión sobre este insólito y desafortunado , y que su discurso ni siquiera tuviera lenguaje incluyente.
Seguro que hoy y después de haber leído la columna de Yolanda Reyes, estos varones en su fuero interior estarán diciéndose: ¡ay, cómo joden estas feministas! ¡Nadie se murió! No, señores, nadie se murió, solo manifestaron su total ceguera en cuanto a lo que puede significar la paridad ante unos hechos culturales de primera importancia. Y excusas habrá miles: que justo la ministra estaba viajando, que el embajador de España es hombre, que los presidentes de las cámaras gremiales son hombres… y, de hecho, ahí está el punto. Efectivamente todos son hombres y esto ya nos señala un problema: que, en un país como Colombia, con tantas escritoras, no permean las cúspides de esos órganos de poder. Hechos que atentan contra la misma Feria y su reputación que –paradójicamente– invita a centenares de autoras a que hablen cada año de derechos, inclusión y posibilidades de futuro.
FLORENCE THOMAS
*Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad