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Opinión

¿Qué es una elección?

Esta jornada nos dice cómo la mayoría de las personas con derecho a voto concibe la sociedad.

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Los politólogos tienen diversas maneras de definir qué son las elecciones. Por ejemplo, las elecciones pueden considerarse procesos mediante los cuales los ciudadanos seleccionan a sus representantes en el Gobierno. El detalle clave aquí es que esto permite al público tener voz en quién toma decisiones en su nombre. Otra definición de elecciones es que son un proceso a través del cual los ciudadanos hacen responsables a sus líderes. Al votar, los ciudadanos pueden juzgar cómo están desempeñándose sus líderes y, quizás, reemplazarlos con nuevos y, con suerte, mejores.
Una tercera definición considera las elecciones como un medio para proporcionar legitimidad al Gobierno, tanto en general como específicamente. Si los líderes son elegidos por algún tipo de mayoría, son, por definición, aceptables, al menos por el momento. Tales definiciones no son mutuamente excluyentes. Lo más probable es que, cuando pensamos en el significado de las elecciones hoy en día, incluyamos algo de cada una de estas en nuestro pensamiento.
Ninguna de estas definiciones considera las elecciones; sin embargo, desde el punto de vista que quiero elaborar aquí, y que espero que en Colombia podamos incluir como parte de nuestro pensamiento cuando llegue la próxima, el momento de votar. (Asumiendo que haya una próxima vez).
En esto me baso no en la ciencia política, sino en la sociología, específicamente en el trabajo de Émile Durkheim. En la conclusión de su libro sobre las Formas elementales de la vida religiosa, Durkheim observa que en la religión las poblaciones humanas idealizan lo bueno y lo malo de la vida real. Y si, en el pensamiento y las representaciones religiosas típicas, el bien tiende siempre a triunfar sobre el mal, eso es solo porque en la vida real lo mismo tiende a suceder. Si no fuera así, sugiere Durkheim, “si estuviera invertida la relación entre esas fuerzas contradictorias (el bien y el mal), la vida sería imposible”. Parece que Durkheim está de acuerdo con el Dios del Génesis: la vida es buena.
Dicho esto, la pregunta para Durkheim es la siguiente: ¿de dónde proviene la proclividad humana por la idealización? Señala que los animales no humanos solo conocen el mundo empírico, tal como estimula sus sentidos. No idealizan nada. ¿Por qué los humanos son diferentes?
Una sociedad está constituida, en la medida en que se logre constituir, por las ideas que las personas que viven en ella tienen de sí misma.
Somos diferentes, argumenta Durkheim, porque ocurren en la vida colectiva humana momentos en los que nuestro estar juntos alcanza “un cierto grado de intensidad”, un cierto “estado de efervescencia”, que “cambia las condiciones de la actividad psíquica”. Muchos de los lectores pueden, para entender esto, pensar en las mismas actividades religiosas; otros pueden pensar en los partidos de fútbol. Otros pueden pensar en raves y conciertos. Otros en marchas y manifestaciones. Todas estas actividades compartidas intensas conducen a menudo a estados de efervescencia entre los participantes y, de hecho, a cambios en cómo piensan y sienten. Por eso seguimos regresando a ellas. Nos transforman y transforman cómo pensamos sobre nuestro entorno, incluidas las personas que son un componente importante de él. Esto incluso sucede cuando encontramos a otra persona que se convierte en “la indicada”, y cuando tenemos hijos, que se vuelven más importantes que todos los demás niños del mundo, aunque, en términos no idealizados, sean solo niños, como todos los demás en el mundo.
Los humanos, en otras palabras, tienen una propensión, bajo las condiciones adecuadas de convivencia, a atribuir al “mundo real en el que se desarrolla su vida profana otro (mundo) que... no existe más que en su pensamiento”; o, como yo preferiría decir, en su imaginación. Por supuesto, no hay nada más poderoso que ésta, la imaginación.
Pero, ¿qué tiene que ver esto con las elecciones? Necesitamos seguir a Durkheim un poco más aquí. Él insiste: una sociedad no puede reproducirse sin haber creado una imagen ideal de sí misma. Así como una pareja tiene una versión ideal de sí misma, y ambos de la pareja tenderán a recordar con cariño “cómo éramos” mientras intentan forjar su camino hacia adelante, a través de las pruebas y tribulaciones que la vida les presenta, así también una sociedad debe recurrir a un “conjunto de concepciones ideales” que funcionan como “fuerzas psíquicas” que guían a la sociedad hacia adelante, sobre la base de experiencias pasadas e idealizaciones ya forjadas.
En fin, como dice Durkheim, una “sociedad” está constituida, más allá de todo dato empírico, por “la idea que tiene sobre sí misma”. El único problema con esta formulación es que una sociedad no piensa. Como el mismo Durkheim repite constantemente, una “sociedad” es una abstracción más que una realidad. La sociedad “real” no es menos una abstracción que la “ideal”. Por lo tanto, debemos reformular su penetrante idea. No es el caso de que una sociedad esté constituida por la idea que tiene de sí misma. Más bien, está constituida, en la medida en que se logre constituir, por las ideas que las personas que viven en ella tienen de ella. Y en cualquier población, diferentes personas tendrán diferentes ideas sobre la naturaleza de la sociedad en la que viven.
Y esto es lo que son las elecciones. Las elecciones nos dicen cómo una mayoría de las personas con derecho a voto conciben su sociedad. La “mayoría” puede ser una mayoría simple, absoluta o pluralidad; puede ser una mayoría en algo como el Colegio Electoral; puede ser una mayoría que es solo una proporción estratégica de la ciudadanía, pero no una numérica; o puede ser algún otro tipo de mayoría. Pero, como sea que se defina la mayoría, una elección, al menos en la medida en que sea básicamente libre, nos dice cómo esa mayoría de ciudadanos abstrae de sus vidas diarias una concepción de la sociedad en la que viven. Una elección es un registro de la idea que una mayoría de ciudadanos tiene de su país. En 2022, una mayoría de colombianos pensó que Colombia era una sociedad que necesitaba a alguien como el actual Presidente. ¿Qué pensará la mayoría de nosotros en 2026?

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