Como todos los años, la madrugada del primero de enero nos encuentra víctimas de nuestra misma falta de fuerza de voluntad, y entre los humos de la amanecida nos atrevemos a estipular una póliza de cumplimiento de unos propósitos de vida que año por año incumplimos. O porque no estamos contentos con lo que tenemos o porque queremos tener algo más, que supuestamente nos haría más felices.
Este año que me encontró sin sombra de guayabo, me puse la tarea de aconsejarles a unos personajes amigos, o no, una serie de propósitos para el bien común. Para comenzar desde la cabeza: al Presidente, le sugiero que cuente hasta diez antes de hacer declaraciones del interés de la nación; a la futura candidata a la presidencia, la señora Cabal de Lafaurie, entender que si le va mal al Gobierno, le va mal al país; a los gringos que irán pronto a las urnas, que voten por Biden –mejor un viejo que un insensato–; al flamante alcalde de Bogotá, que estudie bien los discursos de su gran padre y aplique su política; a Paloma Valencia, que pelee más por defender al país que por atacar a Petro; a Miguel Uribe, dejarse la barba; a Carlos Vives, que haga las paces con su hermano Guille; y a los Char, que no usen más cemento.
Ahora, en lo local, le aconsejo a Dumek Turbay que siga pidiendo prestado el exorcista del Vaticano; a William Dau, que siga su lucha anticorrupción; a la nueva directora del Instituto de Cultura de Bolívar, Lina Rodríguez, que aplique las experiencias de 15 años de gerencia para el Ficci; a los turistas y visitantes, que consideren a Cartagena su ciudad y que la mantengan limpia y segura; a los cocheros, que cuiden sus caballos como si fueran corceles de raza; a las trabajadoras sexuales del centro histórico, que hagan esfuerzos para cambiar esta cara de la ciudad; a los contratistas del PAE (Plan de Alimentación Escolar), que piensen que están alimentando a sus propios hijos; a los Bancos de Alimentos de Colombia, que sigan la labor maravillosas que están realizando; a mi Fundación Corazón Contento, desarrollar un plan para que se vuelva autosostenible; a los pandilleros, que entiendan que es más fácil ser buenos seres humanos que malos; y a los mototaxistas, que cumplan la regla de tráfico para salvar miles de vidas, incluso las de ellos mismos.
SALVO BASILE