Señor Presidente, en usted depositamos la fe 11 millones de colombianos con la esperanza de que se ejecutarían tareas tan urgentes como la reparación de la fracturada relación que impera entre la policía y grupos vulnerables, como la comunidad LGBTI, los afrocolombianos y la juventud empobrecida. Por eso, recibo con profunda desilusión la elección de Henry Armando Sanabria como nuevo director de la Policía.
Se trata de alguien que no da tregua a la hora de exponer sus posturas machistas, homofóbicas y transfóbicas. Además, ha dado muestras de que para él el ejercicio policial se asimila al de una cacería de brujas, en busca de quienes, a sus ojos, merecen el título de “inmorales”. ¿Otro predicador de la doctrina del ‘enemigo interno’? Me gustaría pensar que no, pero hay fuertes indicios de lo contrario.
El pasado 29 de abril circuló por las redes sociales un video de una señora dándole azotazos a quien, me atrevo a adivinar, sería su hijo, el cual fue compartido por Sanabria, con el siguiente versículo: “No dejes de corregir al joven, que unos cuantos azotes no lo matarán; por el contrario, si lo corriges, lo librarás de la muerte.” ¿Se vendrán azotes para los ‘inmorales’? Meses después, Sanabria posó de vidente con este otro versículo: “Así también sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles para separar a los malos de los buenos y echarán a los malos en el horno de fuego.”
Hay denuncias que trascienden las convicciones de Sanabria y transitan el turbio lindero que separa a la legalidad de su antítesis.
¿Será el ‘fuego’ el destino de quienes, como dice Sanabria, “siguen deseos impuros”? Por el momento solo sabemos que en junio, haciendo referencia a un grupo de activistas en favor de los derechos LGBTI, publicó otro versículo: “Todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa al fuego”. Ya un año antes había dicho: “Se le dice bueno a lo malo, como el homosexualismo, la unión libre, el aborto”. Y esto no es ni el abrebocas de lo que piensa él sobre el aborto. El 21 de febrero subió una foto de un feto con una corona de espinas y un aviso que decía: “Abortistas, crucifíquenlo, crucifíquenlo.” ¿Y cómo interpretaría usted, señor Presidente, el versículo que compartió el 19 de marzo?: “La mujer le contestó: ‘No tengo marido’. Jesús le dijo: ‘Bien dices que no tienes marido porque has tenido cinco hombres y el que ahora tienes tampoco es tu marido’.”
Sanabria tiene derecho a tener las convicciones que quiera, por eso este reclamo no se lo dirijo a él, sino a usted, señor Presidente. Una persona con estas convicciones no puede estar al mando de un proyecto tan ambicioso como el de la seguridad humana. Además, hay denuncias que trascienden las convicciones de Sanabria y transitan el turbio lindero que separa a la legalidad de su antítesis.
Cuando Sanabria fue director de la policía en Cartagena, según la organización Caribe Afirmativo, se presentaron varias denuncias de violencia y hostigamiento contra la población trans por parte de la policía. Al parecer, cuando a Sanabria lo cuestionaron al respecto, este se lavó las manos, alegando que se trataba de una población inmoral que afectaba el decoro del público. Y hay más. De acuerdo con El País, durante el mandato de Sanabria tres policías le dispararon en la espalda a Harold Morales, un joven de 17 años, según pudo constatar la Fiscalía. ¿Qué dijo Sanabria? Que había sido el resultado de una pelea entre pandillas, a pesar de que Harold no pertenecía a ninguna de estas ni estaba armado, como pudo demostrar su abogado. ¿Otro intento de tapar con moralismos el abuso policial contra los mismos de siempre?
La ‘seguridad humana’ es un concepto con un tono dulce al oído, pero también lo es la ‘seguridad democrática’ y el pueblo colombiano necesita pruebas de que el primero no sufrirá el amargo destino del segundo. Así que pregunto: ¿irá Sanabria a marchar, realmente, al ritmo de la seguridad humana? ¿O será aquella quien marchará a su ritmo?
SANTIAGO VARGAS ACEBEDO