Ha advertido el director de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que en septiembre, cuando sea publicado el estudio que suele hacer la entidad, se dará la noticia de que “el hambre ha aumentado de nuevo en el mundo”. Que ello suceda es, por supuesto, una señal de que la humanidad no ha sido capaz de conjurar sus peores males: la idea de la comunidad internacional –su gran compromiso, hecho hace un par de años– era erradicar semejante vergüenza para el año 2030, pero la verdad es que solo Sudán del Sur, Somalia, Nigeria y Yemen suman, por lo menos, veinte millones de seres humanos a punto de morir de hambre.
En el 2015, cuando las Naciones Unidas pactaron la erradicación, se contaban 795 millones de personas con hambre. Hoy, según adelanta la cabeza de la FAO, José Graziano da Silva, puede decirse que el número ha subido a 800 millones. Y es claro que ha sido por culpa de las larguísimas guerras que se han estado viviendo en diecinueve países: 60 por ciento de las personas –tantas de ellas, 65 millones, desplazadas– que padecen el abominable hambre del siglo XXI la sufren en lugares sitiados por el conflicto armado. Pero resulta importante reconocer también que el cambio climático, que ha agudizado las sequías en múltiples parajes de la Tierra, lo ha agravado todo.
Se le atribuye al astronauta norteamericano Buzz Aldrin la idea de que “si podemos conquistar el espacio, podemos conquistar el hambre”. Para ello se requiere la voluntad que se viene prometiendo, pero también, según el jefe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el reconocimiento de que a partir de estos años la guerra y el cambio climático no podrán ser subestimados nunca más. De nada ayuda negar la realidad si se quieren cumplir las metas que se han trazado para el 2030.
Fue el presidente irlandés Higgins quien dijo, hace dos años, que el hambre mundial es el gran fracaso de la vida contemporánea. Las cifras de septiembre recordarán de manera dolorosa las consecuencias devastadoras que traen las agresiones al medioambiente y las violencias contra los hombres. Y pondrán en evidencia que el origen de todos los males es la falta de voluntad política.