El desastre en la provincia de Valencia, una de las catástrofes hidrológicas más duras en la historia de España, ha sido una dolorosa lección para el mundo entero. Fue previsto por la Agencia Estatal de Meteorología el miércoles 23 de octubre. Empezó el martes 29 con una tormenta que desbordó los ríos e inundó varias localidades. Ha dejado 217 muertes confirmadas y 1.900 personas desaparecidas. Ha afectado a más de cincuenta municipios de seis provincias. Ha alertado, en tiempos de cambio climático, sobre aquel fenómeno que llaman gota fría o depresión aislada en niveles altos (dana): ha probado que nunca es fácil prever estas calamidades, pero que hemos entrado en una fase en la que conviene estar en permanente estado de alerta.
Empezó el martes 29 con una tormenta que desbordó los ríos e inundó varias localidades. Ha dejado 217 muertes confirmadas y 1.900 personas desaparecidas
El pasado domingo 3 de noviembre, cuando los reyes Felipe VI y Letizia Ortiz, el presidente Pedro Sánchez y el presidente de la Generalidad Valenciana, Carlos Mazón, visitaron el muy afectado municipio de Paiporta, se dio una manifestación que terminó en actos violentos. Las autoridades soportaron agresiones e insultos, y, a pesar de todo, los reyes, con las ropas y las caras llenas del barro que les lanzaron mientras les gritaban “fuera” y “asesinos”, se quedaron escuchando las quejas, las denuncias y los lamentos de los damnificados.
Se habla de la mala planificación, de los avisos que no llegaron a tiempo y de la lentitud de la respuesta. Se repite, con insistencia, que la ayuda se demora más de lo previsto por culpa de las disputas entre el Gobierno nacional y el gobierno regional: la gota fría de Valencia también ha hecho evidente que las democracias mundiales están enfrentando una etapa de polarización que convierte cualquier noticia, incluso la peor tragedia natural, en un pretexto para el desencuentro.
Es momento para la solidaridad y la recuperación. Pero no da espera la reflexión sobre cómo volver a lidiar las catástrofes entre todos.
EDITORIAL