Con la entrada en funcionamiento de dos de las ocho turbinas de Hidroituango se cierra, de modo favorable, un capítulo de la historia energética nacional que estuvo plagado de desafíos y retrasos. Las dificultades normales en una obra de esta envergadura, además del desplome de un túnel de desvío del río Cauca, marcaron la suerte del proyecto, que en los últimos años, además, estuvo en medio de agudas polémicas políticas.
Pero los nubarrones sobre la hidroeléctrica parecieron disiparse este miércoles, cuando Empresas Públicas de Medellín (EPM), propietaria de la obra, anunció que había logrado ofertar energía, bajo modalidad de prueba, al sistema nacional. Con este hito, EPM esquiva la sanción de 207 millones de dólares en que hubiera podido incurrir si no estaba en capacidad de entregar energía el 30 de noviembre. Era tal la incertidumbre que rodeaba al proyecto que días antes no se sabía si se lograría.
La importancia de Hidroituango para la seguridad energética nacional es indiscutible. La represa está llamada a producir 2.400 megavatios de potencia, el 17 % de la demanda del país. Sin esa inyección de energía verde –pues la hidrogeneración no produce gases de efecto invernadero–, Colombia podría verse abocada al racionamiento eléctrico en los próximos años.
Una obra de relevancia estratégica para toda Colombia debe estar por encima de las rencillas de la política.
Es preciso, por tanto, aplaudir esta puesta en marcha, que representa un triunfo de la ingeniería nacional frente a inéditas adversidades. Según le explicó a este diario uno de los directivos del proyecto, el bloqueo del túnel en 2018 es la contingencia más grave que se ha presentado en la construcción de una obra de este tipo en toda la historia.
La superación de ese reto fue posible gracias a un equipo humano de miles de personas –6.800 en su mayor momento– cuyo esfuerzo, compromiso y tenacidad permitieron no solo salvar la represa, sino respetar un plazo que lucía imposible de cumplir. Los trabajadores y trabajadoras de Hidroituango son los principales héroes de esta historia.
No obstante, aunque se ha cerrado un capítulo, quedan varios por escribir. Y no son de menor importancia. Esta semana la central demostró que es capaz de sincronizarse con el sistema nacional, pero aún no ha comenzado a suministrar energía de manera continua. Para eso se ha planteado la necesidad de hacer una evacuación preventiva de las poblaciones río abajo. Ofrecer respuestas claras sobre ese proceso, que resuelvan la inquietud de las comunidades, pero que además permitan ponerle una fecha concreta al hito de distribuir electricidad, es un asunto que no puede dejarse en el limbo.
En todo caso, el punto pendiente más crucial, sin embargo, es que, para ser viable, Hidroituango necesita que funcionen al menos 6 de sus 8 turbinas. La construcción de 4 de ellas no ha sido adjudicada; el plazo vence el 7 de diciembre. Sin esas turbinas adicionales, Hidroituango no es económicamente viable y, lo más grave, se pondría en riesgo la estabilidad de su vertedero.
A las enhorabuenas, entonces, hay que adjuntar un llamado a que los próximos capítulos de la obra se escriban con letra clara. Ahora que comienza un año electoral, es indispensable que las futuras istraciones antioqueñas se comprometan a terminar el proyecto con seguridad, transparencia, criterio técnico y sentido público. Una obra de relevancia estratégica para toda Colombia debe estar por encima de las rencillas de la política.
EDITORIAL