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Opinión

Proteger las cortes

Ninguna alerta sobre la seguridad del Palacio de Justicia se debe minimizar, y ello obliga a las autoridades a emplearse a fondo.

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No se puede minimizar la gravedad del hallazgo, la semana pasada, en un allanamiento realizado en la localidad de Ciudad Bolívar, en Bogotá, de una maqueta del Palacio de Justicia junto con ocho kilos de amonal (sustancia elaborada con potasio, azufre y urea), además de 68 cartuchos, dos proveedores de fusil y un chaleco.
Así como algunas voces han planteado que los elementos hallados no son suficientes para generar preocupación o encender una alarma excesiva, otras más sensatas prefieren advertir sobre la necesidad de ir más allá en la investigación, pues lo encontrado sí alcanza a ser motivo suficiente para tomarse en serio este y cualquier intento por perturbar la tranquilidad de los magistrados de las más altas cortes del país.
Las autoridades tienen que esclarecer lo ocurrido y más pronto que tarde informarle al país qué hay detrás de este episodio. Sobre la segunda interpretación, no sobra decir que se trataría de algo muy serio que obliga a la inteligencia del Estado a emplearse a fondo, pues, como ya ocurrió en el pasado, estaría en la mira nada menos que la sede principal del Poder Judicial, en pleno corazón de la capital de la república.
De no haber detrás ninguna amenaza seria, queda igual la pregunta sobre qué mensaje acaso se pretendía enviar de esta manera.
Aquí hay que desempolvar los archivos para recordar que días antes de los nefastos hechos del 6 y el 7 de noviembre de 1985, cuando un comando del M-19 irrumpió en este mismo lugar dando pie a uno de los episodios más brutales y traumáticos de nuestra historia reciente en el que, entre otros, perdieron la vida 11 magistrados de la Corte Suprema de Justicia, las autoridades habían alertado sobre un plan para tomarse el Palacio. La vigilancia fue reforzada y al día siguiente de haberse levantado el dispositivo especial de seguridad ocurrió una toma que estaba advertida, según testimonios como el del exministro Yesid Reyes Alvarado, hijo del presidente de la Corte Suprema, Alfonso Reyes Echandía, quien pereció en medio de la toma y la posterior retoma.
Por otro lado, también habría que plantear la pregunta de qué o quienes pueden estar detrás de la elaboración de la maqueta y de su almacenaje junto con el material de guerra encontrado. Pero de ninguna manera puede ser este un hecho casual, menor o anecdótico. Hay que establecer con claridad qué hilos se movieron, qué se teje detrás de un suceso –que termina –de dársele crédito a esta interpretación– en la elaboración de una maqueta de la sede de las altas cortes y ubicarla junto a los elementos bélicos mencionados. ¿Qué mensaje acaso se pretende enviar?
Ante los hallazgos, ayer se efectuó una oportuna reunión en la que participaron los presidentes de las altas cortes, el alcalde de Bogotá, la Fiscal General y el director de la Policía para tomar medidas. En su momento, el ministro de Defensa, Iván Velásquez, se pronunció en el mismo sentido. Sin duda, esto es lo que hay que hacer para evitar que la historia se repita.
Pero también, aparte de escarbar a fondo para saber a cabalidad qué está detrás y quiénes son los responsables de un hallazgo que, por ahora, deja muchas más preguntas que respuestas, hay que reforzar el mensaje de respeto por las altas cortes, que cumplen una tarea vital en la defensa de la Constitución y la ley, base de la democracia. Protegerlas sin vacilaciones debe ser la prioridad no solo del Estado, sino de todos los ciudadanos.

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