El primero de noviembre se celebra el Día de Todos los Santos. El momento me lleva a reflexionar sobre lo que ha sido el protagonismo de los santos en el arte y cómo varios reconocidos artistas se inspiraron tanto en esta celebración como en la vida de estos personajes.
Recordemos que la noción de santo, para nosotros los católicos, está directamente relacionada con la vida y obra de Jesús. La santidad se alcanza siguiendo su ejemplo y que murió martirizado en la cruz por causa de su mensaje de amor por el prójimo y obediencia de la voluntad divina.
Ser santo da alegría, considerando que el camino es difícil y sacrificado, llegando muchos a ofrecer su propia vida por tan altos anhelos. Recordemos que la conmemoración de Todos los Santos la instituyeron al conocerse que la cantidad de mártires ejecutados fue muy alto durante el mandato del emperador romano Diocleciano Agusto (siglo IV d. C.), y se volvió imposible identificarlos. Así establecieron esta celebración, como la manera de recordar a todos aquellos que alcanzan la santidad, aunque no hayamos tenido noticias de ellos.
En el arte, una de las obras tempranas de la que se tiene conocimiento sobre este tema fue la titulada Los precursores de Cristo con santos y mártires, 1423, de Fra Angelico, un monje dominico beatificado por el papa Juan Pablo II en el año 1982. El artista hizo una representación hermosa, llena de color, donde predomina el dorado. La obra contiene las imágenes de hombres y mujeres que anticiparon la figura de Cristo, como Adán, Noé, Abraham y Moisés; también se pueden apreciar aquellos que estuvieron con Él, como fueron sus doce apóstoles o aquellos que siguieron sus enseñanzas y difundiendo su mensaje. Angelico, además de beato, es considerado uno de los precursores del Renacimiento.
Casi un siglo después de este cuadro, tenemos el Retablo de Todos los Santos, de Alberto Durero, fechado en 1511, que reposa en el Museo de Historia del Arte en Viena. En esta obra vemos a todos los santos adorando a la Santísima Trinidad: al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Las grandes obras ofrecen una experiencia superior a todos los espectadores y son prueba de que artistas y Santos viajan en la misma dirección.
El tema de los santos no solo interesó a los renacentistas. También ha sido tema del arte moderno. Prueba de ello es el bello cuadro titulado Día de Todos los Santos, del francés Emile Friant, elaborado en 1888. El artista se aleja de la iconografía religiosa y muestra una escena urbana en la que un grupo de personas se dirige a un cementerio y a la entrada de este encuentran a una mujer pidiendo limosna. Una joven se adelanta al grupo familiar y se acerca con el gesto de ofrecerle una ayuda. Esta obra representa muy bien la tradición de esta festividad en Europa.
Finalmente, tenemos el bellísimo homenaje de Wassily Kandinsky llamado Todos los Santos, que consiste en una serie de obras abstractas elaboradas en 1911 plenas de color y con las que el artista exploraba nuevamente la presencia de la espiritualidad en el arte.
Que los artistas se hayan preocupado por este tema de la santidad es muy revelador. El ejercicio del artista implica un esfuerzo en busca de la perfección formal y espiritual, temas muy exigentes. Es esto lo que ha llevado a muchos creadores plásticos a fijarse en las vida de los santos.
El esfuerzo artístico y los logros expresivos en las grandes obras ofrecen una experiencia superior a todos los espectadores y son prueba de que artistas y Santos viajan en la misma dirección.
Que el Día de Todos los Santos sea un motivo para recordar que estamos urgidos de experiencias superiores. A pesar de que el país y el mundo a menudo se convierten en escenario del desastre, de la injusticia y de lo terrible, el trabajo artístico nos eleva y nos recuerda que otras cosas son posibles. Empezamos ya la recta final de 2024, preparándonos para la llegada del Santísimo en diciembre, la despedida de este año y la bienvenida de 2025. Dispongámonos para tales celebraciones.