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Noticia
¿Seguimos siendo los mismos? Cinco años después de la pandemia, esto es lo que realmente cambió
La digitalización, el comercio electrónico y el teletrabajo se aceleraron, pero se profundizaron las desigualdades.
Vida cotidiana en Bogotá después de la pandemia de covid-19 Foto: César Melgarejo. EL TIEMPO
El silencio. Para muchos, ese fue el primer síntoma de que algo no andaba bien. Ciudades que nunca dormían quedaron en pausa, las calles vacías, el cielo sin aviones. Por un momento, el mundo entero contuvo la respiración. Pero la vida, testaruda como es, encontró nuevas formas de moverse: en videollamadas con amigos que antes veíamos poco, en recetas improvisadas, en el trabajo remoto que llegó para quedarse.
Cinco años después del 11 de marzo de 2020, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente el covid-19 como pandemia, ¿qué aprendimos de aquella sacudida global? ¿Realmente cambiamos o simplemente nos adaptamos hasta que todo volvió a ser como antes?
El teletrabajo y la transformación del mundo laboral
teletrabajo ansiedad Foto:iStock
En esos días de encierro, descubrimos lo que significaba estar solos y, paradójicamente, nos sentimos más conectados que nunca. Se multiplicaron los grupos de chat con vecinos que antes solo saludábamos de lejos, el arte se volvió refugio en pantallas y balcones, y la tecnología nos permitió seguir adelante cuando todo parecía detenido.
La crisis sanitaria aceleró procesos de transformación social que ya estaban en marcha e impuso cambios abruptos en la manera en que las personas se relacionan, señala la socióloga Eliana Charrupí. “La virtualización de las interacciones sociales no era un fenómeno nuevo; ya existían aplicaciones de citas, chats y otras plataformas digitales. Sin embargo, durante los confinamientos y las restricciones de movilidad, estas herramientas se volvieron fundamentales para la comunicación, el trabajo y la educación, convirtiéndose en una necesidad”, explica a EL TIEMPO.
El trabajo remoto pasó de ser un privilegio a una necesidad, y aunque en muchos países ya se ha vuelto a la oficina, las dinámicas laborales no son las mismas. De acuerdo con datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), mientras que en 2019 solamente un 3 % de los trabajadores practicaban esa modalidad de teletrabajo, ese número aumentó a entre 10% y 35% durante la pandemia.
Sin embargo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en su informe en 2023, advirtió que esta modalidad no siempre significa mejores condiciones: mientras algunos empleados reportan mayor flexibilidad, otros han visto difuminarse los límites entre la vida laboral y personal, incrementando los niveles de estrés.
"Cuando estuvimos en el confinamiento, pues prácticamente los hogares se convirtieron como ese centro de operaciones de todas las actividades laborales, académicas, familiares, recreativas y demás, y eso lo que hizo fue modificar las percepciones que teníamos de los espacios personales y de lo que era como el centro de la convivencia familiar", señala Charrupí.
La educación digital: avances y desigualdades persistentes
La educación también cambió. De la noche a la mañana, millones de niños y jóvenes tuvieron que aprender a través de pantallas, con todo el peso que eso implicó. Las brechas digitales se hicieron más evidentes: mientras en algunas ciudades las clases en línea eran una solución viable, en zonas rurales la conectividad era un lujo inalcanzable.
Según datos de Unicef, en 2021 al menos 137 millones de niños en América Latina y el Caribe vieron interrumpida su educación de manera prolongada. El BID también reportó que, aunque muchas instituciones adoptaron modelos híbridos tras la pandemia, la falta de a tecnología sigue afectando la educación en los sectores más vulnerables. A cinco años de distancia, las universidades han integrado definitivamente estos modelos, pero en la educación básica el debate sigue abierto: ¿es realmente posible sustituir la experiencia del aula?
Bogotá, abril 22 de 2020. Por cuarentena, voluntarios entregan mercados a familias vulnerables. Foto:Milton Díaz. EL TIEMPO
La salud mental: una crisis silenciosa
Más allá de lo laboral y lo académico, la pandemia transformó nuestra relación con el tiempo. Aprendimos a valorar los paseos cortos, la compañía de quienes amamos y la rutina sencilla del día a día. Pero también hubo un despertar: el encierro nos enfrentó con nuestras propias sombras. La salud mental dejó de ser un tabú y entró en la conversación pública.
La psicóloga Yuliana Casierra lo resume así: "Hoy en día es indiscutible el profundo impacto que la pandemia de covid-19 ha tenido en la salud mental a nivel global. Este fenómeno se ha manifestado en un aumento significativo de trastornos como la depresión, la ansiedad, el estrés postraumático y otros problemas psicológicos".
A cinco años de la crisis, las secuelas siguen presentes. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos de ansiedad y depresión aumentaron un 25% en América Latina entre 2020 y 2022, mientras que un informe publicado en The Lancet Psychiatry en 2023 señaló que síntomas de estrés postraumático, insomnio y depresión continúan afectando a millones de personas en todo el mundo, especialmente a los más jóvenes.
Sin embargo, este periodo también impulsó una mayor conciencia sobre la importancia de la salud mental, motivando a las personas a reconocer sus emociones y buscar estrategias para manejarlas. Aun así, persisten barreras estructurales. Casierra advierte que "a pesar del avance en el reconocimiento y visibilidad de la salud mental, esta no ocupa un papel prioritario en la agenda pública", lo que se refleja en la falta de inversión en servicios especializados.
Los sistemas de salud y la preparación para futuras pandemias
La pandemia de covid-19 puso a prueba la capacidad de los sistemas de salud para adaptarse a condiciones extremas. Se implementaron cambios en la organización de los servicios, la gestión de la fuerza laboral, la gobernanza del sector y las estrategias de comunicación con las comunidades. Sin embargo, como señala el profesor del Departamento de Salud Pública y Medicina Comunitaria de la Universidad ICESI, Yoseth Ariza Araújo, "estos cambios fueron transitorios y desaparecieron rápidamente al suspenderse las condiciones de excepcionalidad".
Además, la pandemia revitalizó el debate sobre el concepto de salud y sus determinantes sociales. Ariza advierte que "el mayor remesón en la conceptualización sobre la salud se da en la revitalización de las conexiones estructurales entre las condiciones laborales, de vivienda, de transporte, de educación y de consumo con la salud individual, familiar y comunitaria". Pero este proceso reflexivo fue temporal: "El anhelo por el retorno a las condiciones antes de la pandemia se impuso y terminó poniendo este debate en un paréntesis".
En términos de equidad, los efectos fueron desiguales. "El al poder, los privilegios y los recursos determinan que los efectos en salud sean diferenciales. En Colombia y en otros países, los mecanismos estructurales de exclusión se adaptaron a los contextos de la pandemia, exacerbando las inequidades en el a servicios de salud", explica Ariza, quien además es el director del Centro de Estudios Afrodiaspóricos (CEAF) de dicha universidad.
Un cambio en el consumo y la digitalización del comercio
Y luego está el consumo. En aquellos días de incertidumbre, la acumulación de papel higiénico se volvió un símbolo del miedo irracional, mientras que la digitalización del comercio avanzó como nunca. Plataformas de compra en línea, servicios de entrega y billeteras digitales experimentaron un auge sin precedentes, redefiniendo nuestros hábitos.
Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el comercio electrónico representó en 2021 el 19 % de todas las ventas minoristas a nivel global, un aumento significativo frente al 16 % registrado en 2019. Aunque muchas personas han vuelto a las tiendas físicas, el comercio electrónico sigue en ascenso, consolidando una nueva normalidad en la que lo digital y lo presencial coexisten sin fricciones.
Cinco años después, ¿qué queda de la pandemia de covid-19?
Cinco años después de la pandemia, sus efectos siguen presentes en múltiples dimensiones de la vida social, según dicen los expertos. Para la socióloga Eliana Charrupí, uno de los cambios más significativos fue la solidaridad espontánea que emergió en los primeros meses del confinamiento. “La pandemia despertó una ola de solidaridad y cooperación a nivel global, pero lo más interesante fue la solidaridad primaria, esa que nace en las comunidades y en lo cotidiano: con el vecino, con el tendero, con la familia. En los sectores más vulnerables, se observaron ejemplos de ayuda mutua, como la organización de redes vecinales para atender necesidades urgentes. Con el tiempo, esta respuesta fue complementada por iniciativas gubernamentales y privadas”, explica. Sin embargo, advierte que, en muchos casos, estas dinámicas se diluyeron con el regreso a la normalidad.
En el ámbito de la salud pública, el profesor Yoseth Ariza Araújo señala que, pese a la respuesta inicial de los sistemas sanitarios, muchas de las adaptaciones implementadas durante la pandemia no se sostuvieron en el tiempo. “Hubo un reconocimiento de la interconexión entre salud, condiciones laborales, vivienda y educación, pero el anhelo por retornar a la situación previa terminó postergando este debate”, apunta. Además, resalta que la pandemia amplificó las desigualdades estructurales en el a la salud, fenómeno que persiste en varias regiones del país.
Por su parte, la psicóloga Yuliana Casierra destaca que el impacto en la salud mental sigue siendo una de las secuelas más relevantes. “El aumento de trastornos como ansiedad, depresión y estrés postraumático no fue una consecuencia temporal, sino una transformación que aún se refleja en la población. Si bien la pandemia permitió visibilizar la importancia de la salud mental, persisten barreras estructurales que limitan el a tratamientos especializados”, advierte.
Para los expertos, la pandemia dejó enseñanzas importantes sobre la resiliencia social, la necesidad de fortalecer las políticas de bienestar y la importancia de reducir brechas de en distintos sectores. No obstante, estas voces coinciden en que sigue siendo un gran reto traducir estos aprendizajes en cambios sostenibles a largo plazo.