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Noticia
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Una serenata que será prueba de fuego para los participantes del Concurso Internacional de Violín Ciudad de Bogotá
‘Serenata pagana’ es la pieza inspirada en arrullos, el sonido de violines y sonatas de Bartók, que ella compuso.
La compositora otorgará uno de los premios a talentos que competirán en el Concurso Internacional de Violín.
Memoria, olvido, espiritualidad, naturaleza, territorios, oscuridad… Más que palabras, esas son sensaciones que impulsan a Carolina Noguera a componer. Caleña de nacimiento, pero bogotana de corazón, coordina el énfasis de composición en el Departamento de Música de la Universidad Javeriana y se le encomendó la escritura de una pieza que será una de las pruebas de fuego para los 20 participantes del primer Concurso Internacional de Violín Ciudad de Bogotá.
Serenata pagana es la obra en dos movimientos inspirada en los sonidos de los violines caucanos, arrullos, la juga Linda señora que les escuchó a agrupaciones de Santander de Quilichao y las sonatas para violín n.º 1 y 2 de Béla Bartók.
El concurso se celebrará del 31 de octubre al 7 de noviembre y entregará premios de 70.000 dólares a los dos primeros lugares y al mejor intérprete de la pieza creada por la compositora.
Noguera comenzó a tocar piano a los nueve años, en el Conservatorio de Cali. Antes de los 15 ya había actuado en la Sala Beethoven, el Teatro Jorge Isaacs y recuerda como un alumbramiento su primer viaje a Bogotá para tocar en la Luis Ángel Arango, en una jornada de jóvenes intérpretes.
Entonces sintió que en esa ciudad es donde debía estudiar. “En Bogotá -dice-, los movimientos de las orquestas son masivos, convocan mucha audiencia, la formación es imparable. Esta ciudad se sostiene en gran parte por la música, no solo económicamente sino espiritualmente”.
Hizo maestría y doctorado en el Conservatorio de Birmingham (Inglaterra) y, atravesando soledades extremas y con el hielo calándole los huesos, fue cuando la composición se convirtió en el refugio: “Aunque sabía inglés, no conocía el acento de allá. El otoño fue horrible, me asustó la oscuridad y sufrí, me enfermé mucho y no me quería levantar”.
¿Cuál fue el escape?
Rezaba y no me mejoraba. Comencé a hacer música sobre ese miedo. Escribí un cuarteto de cuerdas que narraba esa experiencia de estar sola, en algo muy oscuro y no encontrar ayuda. Quattuor Verbum (Cuatro palabras, en latín), así llamé la obra. No quería llamarla en inglés ni en español, sino en ese punto de unión que encontré entre la historia de Inglaterra con el Imperio Romano y la procedencia del español del latín. Comencé a estudiar el concepto de carnaval, todos los sincretismos, mixturas, imposiciones religiosas, las danzas que tratan de hacer que el cuerpo se mueva para sentirse real, vivo.
¿Qué siente cuando toca o compone?
Es como si estuviera en medio de nubes, porque los sonidos se quedan en el aire. Poderlos juntar es como bailar con ellos.
La relación ha sido compleja. Antes me parecía demasiado europeo en un sentido un poco frío. En 2005 estuve en Austria y me dio cierto ataque de depresión cuando fui al Palacio de Schönbrunn porque se veía demasiado lujoso, grande. Siempre he sabido que detrás del lujo hay sangre.
En cambio, me gustaba el sonido grave del violonchelo, que era como la voz de una cantaora del Patía, como la voz negra. Después vi un documental de Paloma Muñoz, la musicóloga de la Universidad del Cauca, que ha sido muy importante para mí, y comencé a interesarme por esos sonidos de los violines caucanos.
Me fascinó ese lamento. Hice algunos viajes al Patía, Buenos Aires y Santander de Quilichao, entrevisté violinistas y me quedó de ellos la historia de que venían de una tradición de esclavos, que en su tiempo querían aprender a tocar como los europeos, pero no los dejaban, no les prestaban los instrumentos y lo hacían a escondidas. Ahí sentí que ese sonido refinado, delicado no tenía que ser malo, pues los había atraído a ellos.
Retrato de Carolina Noguera Palau. Foto:Cortesía
¿Cómo fue la experiencia de escribir Serenata pagana?
Las jornadas han sido sin parar, compongo hasta dormida. Estuve trabajando con Juan Carlos Higuita (violinista y asesor artístico principal del Concurso de Violín) todos los martes durante varias semanas. Él ha entendido lo que quiero hacer y ha sido abierto y receptivo. Decidí dedicarle esta obra.
Por dos movimientos. El primero es ‘Máscara del infinito’. Una de las cosas que siento como mi misión es hacer músicas de consuelo, que es lo mismo que generan los arrullos. La música necesita ayudar a sanar y he aprendido a no tenerle miedo a la tristeza, a escuchar lo que me quiere decir. Son sonidos flotantes, con poco cuerpo, que pueden revolotear más fácilmente en el espacio. El segundo movimiento es ‘Llamas del silencio’. Lo hice pensando en los violines caucanos, era la oportunidad que soñaba hace más de 20 años para tratar de entender esa manera de tocar. Lo que hice fue deconstruir esos elementos de la juga y de las sonatas de Béla Bartók para verlos por separado, juntarlos en orden distinto.
La composición ha sido dominada por hombres…
A veces hay una invisibilización. No caen en la cuenta de que los compositores somos hombres y mujeres. Hay clichés, como hablar de los grandes compositores o los grandes genios y referirse solo a un montón de señores.
Carolina Noguera Palau en trabajo de composición Foto:Juan Camilo Montañez Riveros
¿Qué significa el concurso para Bogotá?
Es maravilloso acoger a artistas que han entregado su vida con devoción a un instrumento y que van a compartir con la forma más intensa de vivir su música. Las actividades alrededor del concurso serán inspiradoras, conmovedoras y más para esta ciudad que se mueve en torno a la música.
¿Qué tan fácil es ser vecina de un músico?
Cuando me formaba como pianista, mi mamá tuvo que encerrar el piano en un cuarto con icopor y alfombras. Yo misma vivía con músicos y a veces nos llevábamos mal por sus horarios. Tenía una compañera que se levantaba a las cinco de la mañana a tocar el clarinete. Ahora que soy compositora, trato de respetar el silencio, pues es de lo más hermoso y difícil de obtener, respeto los horarios y compongo en la mente muchas veces.