Qué fuertes, resilientes y tenaces son las mujeres colombianas. Hoy me refiero especialmente a las campesinas que por culpa de la violencia y del conflicto armado del país tuvieron que desplazarse con sus hijos a cuestas y dejar sus casas, sus cultivos, sus familias y su vida para volver a empezar en otro lugar.
Rosa, Edilma, Diana, Luz Mary, Miladys, Yamina, Delcy y Shirleny, entre muchas, son algunas de las valientes colombianas que tuve la oportunidad de conocer en una bellísima región caribeña del país, que además tiene el nombre de mujer: los Montes de María. Lugar que históricamente fue azotado por la guerra, el dolor y la crueldad ya que, por su privilegiada ubicación entre Bolívar y Sucre, como bien sabemos, es un importante corredor que comunica y conecta a buena parte del país con el Caribe y con algunos de sus principales puertos. ¿Quién es María, la mujer que inspiró llamarla así? Es un misterio que aún no logro resolver, pero que sin lugar a dudas debe ser poderosa, trabajadora y berraca.
Este importante territorio, que hoy es un lugar de construcción de paz, está floreciendo, renaciendo y transformando la vida de sus habitantes, especialmente de montones de mujeres y de sus familias. Muchas están retornando o volviendo al oficio del campo, al encontrar que tienen la oportunidad de tener un futuro próspero dedicado al cultivo de ingredientes ya la preparación de alimentos tradicionales.
Y es que la riqueza y la diversidad que tiene la región, gracias al bosque seco tropical, han sido fundamentales para su desarrollo social, cultural y económico. Achiote, ajonjolí, variedad de fríjoles, mango, ñame morado, pomarrosa, zapote, guineo manzano, millo, fruta de marañón, limón mandarino son algunos de los cientos de ingredientes que cultivan. Un riquísimo viaje por los sabores locales.
Dentro de este proceso de recuperación, comunidades rurales han desarrollado proyectos y asociaciones agropecuarias que están contribuyendo a la sostenibilidad de tan importante ecosistema. Una de sus funciones es la de rescatar y resguardar las semillas y frutos propios del lugar, en las parcelas y los patios.
Sin soberanía alimentaria no hay seguridad alimentaria. Muchas son acompañadas y asesoradas por Miguel Durango, ingeniero agrónomo, guardián y custodio de semillas, quien ha sido de gran ayuda para el éxito de este proceso. Él no solo ha capacitado y guiado en mejoras de los cultivos, las cosechas y las buenas prácticas, sino que además ha sido el puente conector que fortalece la comercialización y la apertura de mercados en importantes restaurantes del país como lo son Leo, Celele, Oda , Açaí, El Chato, La Cocina de Pepina, Mini-mal, Mesa Franca, Innato Cocina, Grupo Carmen y Alquímico, entre otros.
Como comensales, cada vez que nos sentamos a comer y a disfrutar de la oferta gastronómica en estos sitios estamos saboreando paz y apoyando a estas comunidades, especialmente a cientos de mujeres que creen en el país y en el poder transformador del alimento para mejorar su calidad de vida y la de sus familias. Buen provecho.
MARGARITA BERNAL
Para EL TIEMPO
En Twitter: @MargaritaBernal