La vida es una elección permanente. Desde que nos levantamos estamos eligiendo ¿café o té?, ¿huevos fritos o revueltos?, ¿pan o arepa? Y así vamos en cada una de nuestras acciones diarias.
Volví a ver la película Julie & Julia, la elegí entre la selección de películas de un avión. Es la décima vez que la veo. Repito lo que me gusta: un postre, un plato, un libro, una canción, un beso, una película. Pero en esta ocasión lo hice de una manera diferente, oyendo con interés cada palabra, cada frase. Una en particular llamó mucho mi atención, porque me sentí identificada: “Las dos estábamos perdidas y nos salvó la comida”.
Las protagonistas de este filme, basado en hechos reales y ficticios, son Julia Child, la famosa cocinera estadounidense, y Julie Powell, una escritora que trabajaba en un call center. Las dos tenían oficios diferentes a la cocina, en los que no eran felices y eligieron cambiar su destino, se dedicaron a vivir de esta y encontraron la plenitud y la dicha. Exactamente como me pasó a mí.
Tener la posibilidad de elegir es muy poderoso e importante porque puede cambiar para bien o para mal el rumbo o destino de una nación, de una empresa, de una situación, de la vida misma. Decía el chef argentino Carlos Alberto Dumas, conocido como el Gato Dumas: “Si volviera a nacer, elegiría ser cocinero”. Me adhiero.
Y sí, tener el libre albedrío es maravilloso, pero creo que también puede ser abrumador y agobiante. Eso es lo que me sucede cuando tengo antojo de tomarme una taza de café y entro por ejemplo a un Starbucks, donde toca elegir entre el tamaño: alto, grande, mediano. El tipo de café: regular, expreso, capuchino, latte, americano, entre otros. La leche: entera, descremada, de almendra, de soja, etc. Si quiero agregar saborizantes como vainilla, caramelo, avellana. También preguntan si quiero que le agreguen azúcar, jarabe de azúcar o algún edulcorante como estevia. Y, finalmente, la temperatura: caliente o fría y, esta última, con o sin hielo. Y yo solo quiero un tinto.
Tal vez por esta misma razón es que detesto las cartas largas de los restaurantes. Creo decididamente que menos es más y que cuando hay tantas y variadas opciones no todo puede salir bien. Desconfío. No quiero demorarme leyendo extensos menús. Tener una amplia baraja de opciones no solo dificulta el proceso de elección, sino que sin duda hay un mayor riesgo de equivocarse. Como las elecciones en los procesos electorales.
Elegir nos hace humanos, libres, valientes. Elegir nos permite explorar, aprender y crecer. Cada elección que hacemos es un tributo a nuestra capacidad de pensar, de sentir y de actuar. Hay elecciones que se toman a la ligera e improvisando y otras que requieren de mayor reflexión. Hoy 29 de octubre elijo desayunar con una taza de chocolate, una porción de piña y una arepa con queso antes de salir a votar. Hoy elijo creer en las propuestas de seguridad alimentaria y de oportunidades para el sector gastronómico que anunció mi candidato. Elijo con optimismo y responsabilidad.
Buen provecho y buena elección.
MARGARITA BERNAL
X: @MargaritaBernal