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Reseña
Kinjo: el restaurante de comida asiática que destaca en medio del ruido característico del barrio Prado Veraniego
En el barrio Prado Veraniego, el restaurante de comida asiática Kinjo se levanta en medio de talleres, ferreterías y locales de comida rápida.
Plato del restaurante de comida asiática Kinjo. Foto: Kinjo
De las muchas haciendas que se ubicaban a las afueras de Bogotá a comienzos del siglo pasado, y que hoy han sido devoradas por una ciudad que ha multiplicado varias veces su población en las últimas décadas, había una, hacia el norte, camino a los municipios de Suba y de Cota, de nombre inspirador y que invitaba al descanso y al gozo. Se llamaba La Veraniega.
No debieron ser pocos los paseos de olla, las carreras de encostalados y las competencias de cometas que se organizaron en sus terrenos, antes de que estos se convirtieran en pequeñas parcelas agrupadas como barrio con la denominación de Prado Veraniego.
Plato del restaurante de comida asiática Kinjo Foto:Kinjo
Sobre estos lotes se levantaron centenares de edificios de apartamentos, conjuntos de casas de varios pisos pero escaso frente, infinidad de bodegas y galpones para albergar talleres de mecánica automotriz, ferreterías que sacaban de apuros a quienes iniciaban sus proyectos de construcción, depósitos de víveres, almacenes de telas importadas, droguerías para los primeros auxilios, cigarrerías con más licores que enlatados…
No faltaban algunos locales para el esparcimiento, incluidos los billares de marras y una que otra cancha de tejo, y, por supuesto, asaderos de toda suerte de carnes y restaurantes de comida criolla entre los cuales se destacaron inicialmente los de origen boyacense, pues, en sus comienzos, el barrio fue uno de los destinos favoritos de los nacidos en el departamento de Boyacá que se animaron a probar suerte en la capital de la república.
Plato del restaurante de comida asiática Kinjo. Foto:Kinjo
Prado Veraniego tuvo cada vez más ladrillo y menos prados, y su crecimiento fue tan vertiginoso como suele ocurrir en las grandes ciudades de América Latina. Así mismo se amplió la oferta gastronómica, aunque es cierto que en su inmensa mayoría se concentró en los restaurantes de comida rápida, con especialidad en los asaderos de pollo, las pizzerías y los locales de hamburguesas y perros calientes.
Allí, en este lugar ruidoso y concurrido en el que fluye la vida, en esta localidad en la que se mezclan los acentos del país, en este típico barrio de una Bogotá que no se detiene, aterrizó hace algún tiempo, como venido de otro mundo –un mundo lejano y fascinante– un restaurante de nombre Kinjo, que significa “vecindario” en japonés. Buen nombre, porque si hay algo que llama la atención cuando se visita este lugar por primera vez es, precisamente, su presencia en medio del maremágnum comercial de Prado Veraniego.
Y precisamente de Japón, y en general de las cocinas fascinantes de oriente, viene la inspiración de Kinjo, que tiene una carta tan amplia como suelen ser las de los restaurantes populares de ese rincón del planeta. Aunque en el viaje de un extremo del mundo al otro, recibió una que otra influencia de cocinas latinas. Es bien sabido que una y otra pueden jugar muy bien, como lo demuestra la llamada cocina nikkei, que combina tradiciones japonesas y peruanas.
Plato del restaurante de comida asiática Kinjo Foto:Kinjo
La carta de Kinjo cuenta con un destacado capítulo de sushi –rollos, nigiri y sashimi– en el que aparecen sabores y combinaciones conocidas, como el Philadelphia roll –con salmón y queso crema– o el acevichado –con pescado blanco y langostino tempura– y, al mismo tiempo, propuestas menos comunes, como los rollos de langostinos y espárragos cubiertos de anguila y virutas de foie gras o el de salmón fresco con trufa negra.
El arroz es uno de los protagonistas de Kinjo, bien sea como base de los muy de moda pokes o la siempre tentadora plancha del teppanyaki, y también como ingrediente de platos elaborados en el wok, como el arroz Emperador, con pollo, langostinos y vegetales.
Del laboratorio de Kinjo surgen propuestas que vale la pena tener en cuenta, como el tartare coreano, la pizza de sushi, los tacos de salmón y atún al estilo oriental o los bocados crocantes de pescado, quinua y masago.
En mi reciente visita a Kinjo, uno de los platos que más disfruté fue una ensalada al estilo japonés con kanikama, masago, aguacate y mango, con aderezos cítricos. Volveré pronto por ella.
Y volveré a este punto increíble de un vecindario movido, dinámico y en permanente crecimiento. Volveré para disfrutar una propuesta gastronómica que amerita visitar los predios de la antigua hacienda La Veraniega.