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¿A qué edad los malos hábitos de la juventud empiezan a pasar factura? Esto dice estudio
Análisis científico identifica la etapa de la vida en que se manifiestan las consecuencias de conductas poco saludables adquiridas en la adolescencia.
¿A qué edad los malos hábitos de la juventud empiezan a pasar factura? Foto: iStock
La adolescencia representa un periodo crucial en la formación de patrones de comportamiento que repercutirán en la salud durante la adultez. Investigadores de la Universidad del País Vasco identificaron que los malos hábitos como una alimentación deficiente, el sedentarismo, el consumo de alcohol y el tabaquismo comienzan a consolidarse en torno a los 16 años. Según el estudio, intervenir después de esa edad puede resultar ineficaz, por lo que se recomienda que la prevención y educación comiencen antes de los 13 años.
¿Cuándo se empiezan a notar los efectos de los malos hábitos?
Aunque durante la juventud es común no percibir las consecuencias de ciertos excesos, como desvelarse o consumir alcohol, estas prácticas pueden afectar la salud más adelante. De acuerdo con una investigación publicada en Annals of Medicine por un grupo de científicos finlandeses, los efectos negativos de estos hábitos comienzan a evidenciarse alrededor de los 36 años. Entre las principales afectaciones se encuentran un mayor riesgo metabólico, síntomas depresivos y una percepción general deteriorada de la salud.
Tabaco e inactividad física son causas de muerte prevenibles comunes. Foto:iStock
El estudio resalta que quienes mantuvieron el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol y el sedentarismo a lo largo del tiempo presentaron resultados de salud considerablemente más desfavorables. Estas personas reportaron niveles más altos de depresión, una menor sensación de bienestar y mayor riesgo de desarrollar alteraciones metabólicas, como obesidad, resistencia a la insulina y colesterol alto.
La actividad física, factor protector
La falta de ejercicio físico, en especial de fuerza, también fue identificada como un factor de riesgo. Su ausencia contribuye a la reducción progresiva de la masa muscular, una condición que se acentúa a partir de los 30 años y que puede desencadenar lesiones o trastornos metabólicos. Además, la carencia de actividad física se relaciona con un incremento en la inflamación corporal general, lo que favorece el desarrollo de enfermedades.
Los malos hábitos de la juventud no solo afectan el cuerpo. La falta de cuidado personal también incide en la salud emocional. Según el estudio, existe una relación directa entre estos hábitos y niveles más elevados de estrés crónico, depresión o ansiedad en la edad adulta. Por otro lado, una investigación de la Universidad de California en San Francisco observó que niveles altos de inflamación en adultos jóvenes, especialmente vinculados al tabaquismo y la obesidad, se asocian con un menor rendimiento cognitivo al llegar a la mediana edad.
¿Cuál es el hábito más perjudicial?
Sobre cuál de estos hábitos es el más dañino, la doctora Tiia Kekäläinen, autora principal del estudio realizado en Finlandia, indicó que cada uno impacta en diferentes aspectos.
Según sus hallazgos, el tabaquismo se relaciona con un menor bienestar mental, mientras que la inactividad física afecta principalmente la salud física, y el consumo de alcohol perjudica ambos.
Por su parte, el Dr. David Cutler, médico del Centro de Salud Providence Saint John en California, afirmó que determinar cuál hábito es peor depende de otros factores contextuales, aunque el tabaco y el sedentarismo siguen siendo las causas de muerte prevenibles más comunes.
Medidas clave para prevenir los efectos en la adultez
Con base en las investigaciones, se identifican las siguientes estrategias para prevenir las consecuencias de los malos hábitos en la juventud:
Educación temprana: establecer programas que enseñen estilos de vida saludables desde la infancia.
Fomento de la actividad física: promover el ejercicio al menos tres veces por semana.
Priorizar el descanso: mantener una rutina constante de sueño con entre siete y ocho horas diarias.
Alimentación balanceada: incluir frutas, verduras y granos enteros en la dieta diaria.
Horarios regulares para las comidas: evitar la ingesta desordenada y los antojos que promueven el consumo de alimentos ultraprocesados.
Prevención del consumo de sustancias: desarrollar campañas dirigidas a los jóvenes sobre los riesgos del alcohol y el tabaco.
Apoyo psicológico: ofrecer acompañamiento emocional y orientación para fortalecer la autoestima y la salud mental.
Los resultados de estos estudios refuerzan la necesidad de implementar estrategias preventivas desde las primeras etapas de la vida. La consolidación de malos hábitos en la adolescencia no solo dificulta su modificación en la adultez, sino que también puede afectar de manera significativa la calidad de vida física, emocional y cognitiva en las décadas posteriores.
*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en la información publicada por El Universal (GDA), y contó con la revisión de la periodista y un editor.