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El psicólogo latino egresado de Harvard que decidió autodeportarse desde Estados Unidos por miedo: ‘Lloramos por lo que dejamos’
● Francisco Hernández Corona, psicólogo egresado de Harvard, vivía en Los Ángeles, y se mudó a México tras las políticas migratorias.
● Aunque estaba casado con un ciudadano estadounidense y había solicitado protecciones migratorias como DACA y VAWA, su proceso legal quedó congelado.
Francisco Hernández Corona es un psicólogo mexicano egresado de Harvard que, tras años de esfuerzo y éxito académico, tomó la difícil decisión de autodeportarse desde Estados Unidos por miedo a perderlo todo.
El miedo que marcó una huida inesperada
Francisco, de 34 años, residía en Los Ángeles junto a su esposo Irving, ciudadano estadounidense. En ningún momento imaginaron que tendrían que dejar el país. “No fue nuestra intención irnos en estas circunstancias. Nos fuimos, básicamente, huyendo”, recuerda Irving en NBC, con un tono cargado de tristeza y resignación.
La situación comenzó a deteriorarse con la llegada de la nueva istración en enero. Francisco relató: “Empezamos a ver a ICE por todas partes y a gente que enviaban a El Salvador”.
Irving añadió: “Llamaban a la puerta y él se aterrorizaba”. El temor se volvió una presencia constante en su hogar, en el que cada sonido, cada patrulla o notificación podía significar la ruptura de su vida juntos en Estados Unidos.
Lo que sorprende en esta historia es el contraste con el pasado de Francisco. No era un desconocido del sistema, sino alguien que lo conocía profundamente y aprovechó sus oportunidades. Se graduó de Harvard en 2013 con un título en psicología clínica. Su llegada a Estados Unidos fue a los 10 años, cruzando el desierto con un coyote en lo que describe como “los tres peores días de mi vida”.
La muerte de su madre, poco antes de terminar la secundaria, marcó su camino. Ella le había dicho: “Moriré aquí para que tú y tus hermanas puedan tener la vida que yo nunca he tenido”.
Esa promesa lo impulsó a seguir adelante, consiguiendo becas y apoyo académico, hasta lograr ingresar a una de las universidades más prestigiosas. Sin embargo, el sistema migratorio nunca dejó atrás ese pasado.
En 2012, bajo la presidencia de Obama, Francisco solicitó DACA, la medida que protegía temporalmente de la deportación a quienes llegaron siendo niños.
Posteriormente, aplicó a un visado especial bajo VAWA, debido a que él y su madre fueron víctimas de abuso por parte de su padre. Sin embargo, ese trámite quedó congelado por más de una década.
Francisco explica con dolor: “Debido a la decisión que tomó mi padre cuando yo era niño, la ley estadounidense dice que no importa. No me importa que tuvieras 10 años, no importa si sangrabas en el desierto o llorabas solo en el desierto. Ya no puedes quedarte en el lugar que llamas hogar”.
A pesar de estar casado con un ciudadano estadounidense, ni eso garantizaba su protección. Por miedo, incluso cancelaron su luna de miel para evitar una posible detención en el aeropuerto.
Frente a la falta de opciones seguras, Francisco e Irving tomaron una determinación dolorosa. Autodeportarse. “Entonces, supongo que tenemos que irnos”, le dijo Francisco a Irving tras consultar con sus abogados. Sin alternativa, viajaron a Puerto Vallarta, México.
En ese lugar hallaron algo inesperado: consuelo. Francisco compartió conmovido: “Los mexicanos nos decían: ‘¡Bienvenidos a casa! Este es el lugar de ustedes’”. Esa acogida fue un alivio después de tanto rechazo, aunque la herida emocional permanecía abierta.
Ahora vive en México. Foto:iStock
Actualmente, la pareja vive en México con una tranquilidad que no llega a ser completa felicidad. “A veces nos sentamos aquí en silencio, nos abrazamos y lloramos por lo que dejamos”, confesó Irving. Estados Unidos sigue siendo el espacio donde construyeron su historia, con familia, amigos y recuerdos. “Nos sentimos excluidos”, repite con dolor.
*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de El Comercio (GDA), y contó con la revisión de la periodista y un editor.